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La Liga MX Femenil está cerca de cumplir su segundo año de vida. Desde su sorpresiva fundación hasta este día, su existencia ha sido un tema de sumo análisis. Dados los resultados recientes del Tri y que el campeonato está por terminar su tercera edición (más una inaugural de Copa), aquí realizaremos un análisis en el que matizaremos los puntos buenos y malos que ha dejado su creación.

Por principio de cuentas, el génesis de una liga de fútbol profesional específicamente para mujeres, en México, fue un avance descollante incluso a nivel social. No obstante, pasado el hype de su nacimiento,  la exigencia de resultados ha comenzado. Y como no podía ser de otra forma, las críticas han sido feroces.

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Lo cierto es que cuando Enrique Bonilla, el presidente de la Liga MX, anunció su creación dejó en claro cuál era su objetivo primero: nutrir a la selección mexicana femenil. En ese matiz no se podría reprochar; la última nómina que participó en el premundial de CONCACAF incluyó a ocho jugadoras del campeonato local.

El quid de la cuestión es que para dar validez al proyecto, en un deporte en que mayormente mandan los resultados, el Tricolor femenil se quedó fuera del próximo mundial. Tomando en cuenta que esto no ocurrió en los dos ciclos pasados (cuando aún no existía la Liga), su eliminación no es menos que un rotundo fracaso.

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Luego está la parte que atañe a la propia liga, su merchandising y su forma de operar.  Si bien inicialmente fue la 'novedad', el interés se fue perdiendo y se ha registrado cierta disminución de difusión. Pese a que es un avance inobjetable en la profesionalización del balompié femenino en el país, aún está lejos de ser un atractivo verdadero para el público. 

El nivel registrado en los distintos performances de los equipos que conforman el torneo ha sido, más bien, pobre y disparejo. Mientras en un lado hay instituciones que han tomado el asunto con mucha seriedad (América, Chivas, Tigres, Pachuca, por mencionar algunos) existen otras que lo han tomado como 'otro' requisito más para subsistir en la primera división, y su captación de talentos no resulta entusiasmante.

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Y justo de este último punto emana otro gran problema que ha acarreado muchas críticas. La cantidad de ingresos que genera el campeonato femenil dista mucho de ser rentable para motivar a los clubes a invertir, lo que deriva en sueldos rayanos de lo infame y, por supuesto, una menor probabilidad de ver a jugadoras de renombre en el torneo doméstico que ayuden a potencializar el nivel de las futbolistas emergentes. 

No obstante, no todo son pérdidas y desinterés. La Liga MX Femenil es, en esencia, una idea fascinante. La medalla de Oro recién obtenida en los Juegos Centroamericanos (12 seleccionadas procedieron del torneo local) es una pequeña muestra que valida una certeza: el torneo está en ciernes. En esa condición, los resultados no podrán ser inmediatos. Hay que trabajar arduamente.

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Eso sí, las exigencias que de antemano eran obligadas para el Tri Femenil previo a la creación de esta Liga deben ser las mismas (o mayores). Más allá de los ingresos - pérdidas o la calidad del torneo, en un zona como la de CONCACAF, donde la profesionalización del fútbol femenil está al alcance de muy pocos, México está obligado a clasificar a cada mundial. 

En suma, el fracaso del pasado premundial NO debe empañar lo que, a largo plazo y mejor llevado, puede ser un antes y un después en la historia del deporte en México. Así como tampoco debe justificar una caída que, desde antes de la creación de esta Liga, era ya por sí misma escandalosa.