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La Copa Oro llega una vez más, ahora con dieciséis equipos; lo que presupone una caída en el de por sí ya bajo nivel que, por ambiciones económicas de la gente de pantalón largo, tenemos que soportar cada dos veranos. 

La selección mexicana de Gerardo 'Tata' Martino parte como favorita junto a la de los Estados Unidos, dirigida por Gregg Berhalter; seguidas por Costa Rica, comandada por Gustavo Matosas, en la búsqueda del título de la CONCACAF. 

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En condiciones "normales" la selección mexicana estaría obligada a ganar la Copa Oro, además con bastante autoridad. En esta ocasión las circunstancias de tantos jugadores ausentes en el Tri por diferentes cuestiones, borran del panorama la palabra obligación. ¡Cuidado! México sigue estando obligado a pasar sin problema la fase de grupos y el cruce de cuartos de final; pero ante la ausencia de la mayoría de sus figuras y de otros futbolistas importantes, por lesión o deserción, este equipo tiene cierto colchón que debería protegerlo del exceso de crítica que tanto le gusta a la prensa mexicana, en caso de una caída en semifinales, en teoría contra Costa Rica, o en la final contra Estados Unidos. 

Las ausencias de Vela, Herrera, Lozano y Corona significan la caída del bloque de futbolistas más talentosos -en el que también está incluido Raúl Jiménez, que sí jugará- del que goza la selección mexicana y que estaba encaminado a ser un ataque muy poderoso durante los siguientes cuatro años. 

Carlos Vela no regresará; Jesús Corona posiblemente tampoco. Es así que el Tata Martino tiene un objetivo aun más importante que levantar el trofeo de la zona: iniciar una renovación en el equipo mexicano antes de que sea tarde y definir una forma de juego para los próximos cuatro años. 

Es muy cierto que los resultados positivos y las victorias contundentes en cualquier proceso de selección nacional, sobre todo al inicio, son bastante importantes. Y aunque México está obligado a pasar con autoridad sobre la mayoría de sus rivales en este torneo, lo que debe ocupar a Martino y al Tri  es, en primer lugar, definir un estilo -cosa que no se hizo con Juan Carlos Osorio en los tres años anteriores- y encontrar a un grupo de futbolistas comprometidos al cien por ciento con el actual proceso mundialista.