Puede que finalmente haya llegado el momento de que Mike Tomlin y los Steelers sigan caminos distintos

El final de una era, al menos cuando se trata de coaches en la NFL, se construye a partir de una acumulación de momentos. Especialmente con buenos equipos, rara vez hay un detonante único. Y aunque imagino que lo mismo aplicará para Mike Tomlin y los Steelers—si es que al final de la temporada se toma la decisión de separarse—lo ocurrido el domingo, en rápida sucesión, fue lo más cercano a un “director’s cut” de cómo se llega a ese punto.
Instantes después de que los aficionados de los Steelers abuchearan la reproducción de “Renegade” de Styx—la canción insignia de la afición y un marcador cultural de la época en la que muchos creen que aún viven, según sus peinados y estética general—Pittsburgh permitió una carrera que rompió el récord de su estadio en yardas terrestres concedidas. Tomados de forma consecutiva, tanto el desafío a una tradición del estadio como la ruptura pública de la identidad defensiva característica del equipo (ante unos Bills diezmados en la línea ofensiva, además, ejecutando una pequeña selección de jugadas repetidas) resultó sumamente impactante. Es decir en voz alta lo que los aficionados de los Steelers—antes vistos como arrogantes, consentidos e incapaces de valorar a Tomlin por una obsesión casi servil con Bill Cowher—llevan un par de temporadas comentando.
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Salvo por algunos destellos, los Steelers no han “parecido los Steelers” desde hace tiempo. Tal vez sea momento de considerar seriamente si lo mejor es un rompimiento tipo Andy Reid–Eagles en 2012 o, dado que tantos equipos sin rumbo ya despidieron a sus coaches y necesitan a alguien con la experiencia de Tomlin, explorar las posibilidades de lo que sería el octavo intercambio de head coach desde 1997 (un mecanismo con un índice de éxito notable, por cierto, con Mike Holmgren, Bill Belichick, Jon Gruden y Bruce Arians llegando —o ganando— Super Bowls, y Sean Payton encaminado a otro en Denver). Tomlin tiene contrato hasta la temporada 2027.
Decir esto de Tomlin es distinto a decirlo de un coach que nunca fue; o de alguien con poca autopercepción que llegó fanfarroneando a un puesto demasiado grande para él y colapsó de forma espectacular. Tomlin es una institución. Es un head coach ganador de Super Bowl que obtuvo lo mejor de una generación de Steelers durante 19 temporadas. Requiere sutileza. Es un titular que no debe gritarse, sino susurrarse con cautela después de asegurarte de que algunos alrededor estarían dispuestos a respaldarte.
Pese a que Tomlin mantiene su famosa racha sin una sola temporada con récord negativo, sus Steelers no llegan a la ronda divisional desde 2017. Desde 2021, su defensa ha sido la línea divisoria de la NFL entre las unidades realmente buenas y las malas (Pittsburgh es 15.º en EPA por jugada permitida desde 2021 y llegó al descalabro del domingo ante Buffalo ubicado 22.º). Los Steelers no han tenido una ofensiva top-14 en ese lapso, moviéndose entre los lugares 23, 14, 23, 20 y 15 este año. Y aunque podría argumentarse que ganar tantos partidos pese a esto es prueba de buen coaching (como mencioné con Dave Canales y los Panthers este mismo día), las huellas organizacionales de Tomlin hacen más compleja esa discusión.
La defensa parece haberse quedado atrás en términos esquemáticos ante coordinadores más agresivos, capaces de alterar por completo la dinámica de un partido con planes combativos. La ofensiva, en buena medida por el tipo de ataque que Tomlin suele preferir —uno que complemente a su defensa— carece de explosividad. La temporada pasada, con un quarterback como Russell Wilson, inclinado naturalmente por los pases profundos, fue la única desde 2021 en que Pittsburgh no terminó entre los 10 peores de la NFL en jugadas de más de 20 yardas.
En ese mismo periodo, los Steelers tienen uno de los peores porcentajes de anotación en zona roja y han enfrentado más terceras oportunidades que todos menos siete equipos. Esos son los “momentos intermedios” de los que hablamos: el concreto que sostiene la estructura del punto más bajo que se vio el domingo y que inevitablemente será procesado por la opinión pública.
Y, por supuesto, es imposible no mencionar las defensas obvias de Tomlin. Ha ganado lo suficiente como para mantener a los Steelers casi permanentemente fuera de posición para seleccionar a un quarterback franquicia en el draft, un factor que podría significar su declive. Desde el retiro de Ben Roethlisberger tras 2021, Pittsburgh ha sido víctima del sistema de “rentabilidad anual” con pasadores veteranos, aunque es difícil saber si el destino del equipo habría sido muy distinto de haber adquirido a alguno de los nombres relevantes que cambiaron de equipo en los últimos años (Jared Goff, Matthew Stafford, Deshaun Watson, Philip Rivers, etc.). Sustituir a Tomlin también sería una tarea compleja, aunque el carrusel de coaches de este año es particularmente profundo en el tipo de candidatos que históricamente han atraído a los Steelers: jóvenes, agresivos y de mentalidad defensiva. Chris Shula, Jeff Hafley, Ejiro Evero y Jesse Minter habrían sido considerados candidatos de primera línea si hubieran estado disponibles en 2007, cuando Pittsburgh eligió a Tomlin.
Espero que el respaldo público hacia Tomlin, tanto de sus jugadores como de la organización, sea contundente, porque se lo ha ganado. Así ocurrió con Reid en Philadelphia y Belichick en New England, y en cierta medida con Pete Carroll cuando él y los Seahawks se separaron. Eso no cambia que el movimiento fuera necesario. Solo cambia la manera en que el equipo —y quienes están alrededor— debe manejarlo.
De nuevo: en silencio al principio. Y con método. Los Steelers no pueden llegar a esta decisión por impulso, no si pretenden preservar la esencia de su éxito desde la banda: tres head coaches y seis títulos de Super Bowl desde 1969. Pero algo dice que el resto de la organización ya lo vio venir, como los aficionados que han dejado de asistir o que, aun presentes, abuchearon ese momento emblemático destinado a unir a toda la nación acerera. Eso no es una reacción. Es una decisión.
Una declaración, dirían algunos.
Publicado originalmente en www.sportsillustrated.com el 01/12/2025, traducido al español para SI México.
