Cómo Kevin Durant y los Rockets crearon el match perfecto

Después de su frustrado paso por Phoenix, KD buscaba un contendiente al título que no tuviera que desmantelar su plantel para ficharlo. Houston, por su parte, quería una estrella que complementara a su joven núcleo, no que lo cargara sobre los hombros. Ahora, el regreso de Durant a Texas podría ser su etapa más dulce.
Kevin Durant, jugador de los Houston Rockets.
Kevin Durant, jugador de los Houston Rockets. / Illustration by Nate Sweitzer/Sports Illustrated

En mayo pasado, mientras los jugadores de los Rockets cruzaban el vestidor tras perder el Juego 7 de la primera ronda ante los Warriors, la frustración era evidente. Bajo cualquier parámetro, la temporada 2024–25 había sido un éxito. El equipo ganó 52 partidos (11 más que el año anterior) y regresó a playoffs por primera vez desde 2020. El plantel rebosaba talento joven, garantía de que Houston —irrelevante desde la amarga salida de James Harden casi cinco años atrás— volvería a competir por largo tiempo. En ese momento, nada de eso importaba. “Pensé que podíamos vencer a cualquiera”, dice Amen Thompson. “Estaba confiado”. Hace una pausa. “Quizás demasiado confiado”.

Esa confianza alcanzaba también al banquillo. En tres temporadas como entrenador en jefe, Ime Udoka se había consolidado como una especie de prodigio. Llevó a los Celtics a las Finales de la NBA en su primera —y única— campaña en Boston. En su debut con Houston, dirigió una mejora de 19 victorias. La temporada pasada, los Rockets terminaron con el segundo mejor récord del Oeste. El fracaso forma parte del proceso de todo equipo joven. Pero, por más bueno que fuera Golden State —con Stephen Curry, Jimmy Butler y Draymond Green, tal vez el mejor séptimo sembrado de la historia—, el técnico de 48 años creía que su equipo podía vencerlos. “Teníamos lo necesario”, asegura. Tras la derrota 103–89 que puso fin a su temporada, el mensaje de Udoka a sus jugadores fue claro: no se conformen con llegar a playoffs. Todos —incluidos los entrenadores— deben volver mejores.

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Aun así, Udoka sabía que había una posibilidad real de que ese grupo no volviera a reunirse. Desde hacía meses, Houston negociaba con Phoenix por Kevin Durant. Durante casi un año, ejecutivos de Rockets y Suns habían intercambiado propuestas. Hablaron antes del cierre de traspasos, pero nada se concretó. Los Suns pedían un paquete de jugadores y selecciones de draft similar al que ellos habían entregado a Brooklyn por Durant en febrero de 2023. Houston tenía un límite claro y no pensaba superarlo. “No estábamos ofreciendo a nadie”, insiste Udoka. “Estábamos en la misma página: no íbamos a sobrerreaccionar a una serie. Sabíamos que podía haber oportunidades, pero nuestro plan era mantener el grupo”.

Es una respuesta diplomática, pero quienes conocen a Udoka aseguran que él quería a Durant. Su historia se remonta a cuando Udoka aún era jugador: un sólido alero de 1.98 m en San Antonio que trataba de frenar a un flaco anotador de 2.11 m que jugaba su misma posición. En 2016, cuando los Spurs presentaron su propuesta a Durant en la agencia libre, Udoka formó parte del grupo que viajó a reunirse con él. La relación se estrechó en la temporada 2020–21, cuando Udoka fue asistente en Brooklyn, y más aún cuando se unió al cuerpo técnico de la selección olímpica de Estados Unidos. Los playoffs habían expuesto la necesidad de los Rockets de contar con un anotador en media cancha. Durant es uno de los mejores en ello. “Obviamente, lo que hace en la cancha”, dice Udoka, “encaja perfectamente con lo que necesitamos”.

Sin embargo, semanas después del inicio del receso, no había acuerdo. Phoenix quería que Houston mejorara su oferta. Los Rockets no cedían. Rafael Stone, el gerente general de Houston, comprendía el valor de Durant. El astro tenía 36 años, y aunque su juego seguía evolucionando bien —promedió 26.6 puntos por partido con los Suns la temporada pasada, acertando el 43% de sus triples—, seguía teniendo 36 años. Si el movimiento no resultaba, Stone quería conservar suficientes activos para intentar otro.

Y sabía que tenía ventaja. Con solo un año restante en su contrato, Durant podía enfriar el mercado. Si no quería ir a cierto equipo, nadie iba a ofrecer algo grande por él. Y Durant quería ir a Houston. Días antes del draft, ambas partes retomaron las conversaciones. Incapaz de conseguir una mejor propuesta, Phoenix estaba lista para aceptar la oferta que los Rockets tenían sobre la mesa.

En las primeras conversaciones con Durant, Udoka percibió entusiasmo. Su salida de Brooklyn había sido difícil. Sus dos temporadas y media en Phoenix, decepcionantes. Houston le ofrecía aquello que Durant más valoraba: una oportunidad real de competir. “Creo que vio un entorno que quizá no tuvo en sus últimos equipos”, dice Udoka, “y quiso ser parte de eso”. De hecho, dentro de la organización los Rockets se preguntaban: si Durant fue tan bueno en aquellas circunstancias, ¿qué tan dominante podría ser aquí?

Kevin Durant, jugador de los Houston Rockets.
Kevin Durant, jugador de los Houston Rockets. / Illustration by Nate Sweitzer/Sports Illustrated

“Yo quería retirarme en Phoenix.” Es mediados de septiembre y Durant llega a una entrevista poco después de un entrenamiento en las instalaciones de práctica de los Rockets. Es su primer día de regreso, tras pasar el verano de país en país por Europa. “Allá se vive otro ambiente, hermano”, dice Durant, con una camiseta empapada de sudor pegada al pecho. Más aún cuando el itinerario incluye acompañar a Drake en su gira por nueve países. Hay mucho de qué hablar con Durant: cómo llegó a Houston, por qué quiso hacerlo. Pero antes, Durant quiere dejar algo claro: el final en Phoenix también le dolió. “De verdad tenía buenas intenciones cuando llegué ahí”, asegura. “La imagen que tienes en la cabeza no siempre se hace realidad.”

Esta vez no fue así. Las expectativas estaban por las nubes cuando los Suns adquirieron a Durant, emparejando al ex MVP con Devin Booker, la estrella local que apenas dos años antes había llevado a Phoenix a las Finales. Meses después, el equipo hizo otro movimiento importante al sumar a Bradley Beal. La sacudida dejó a los Suns con un poderoso Big Three… y poco más. Con una rotación desequilibrada, Phoenix fue barrido en la primera ronda en la primera temporada completa del trío, y se quedó fuera de playoffs en la siguiente.

Un análisis posterior podría rastrear el fracaso hasta el traspaso por Durant, específicamente por lo que Phoenix entregó: Mikal Bridges, Cameron Johnson y cuatro selecciones de primera ronda sin protección. Durant no lo ve así. “Siento que puedo compensar cualquier cosa”, dice. “Lo que sea que pierdas.” El intercambio por Beal redujo aún más la capacidad de los Suns para resolver lo que, según Durant, fue el verdadero problema: la falta de fortaleza en la pintura. “Desde el punto de vista del básquetbol, sentía que nuestras mejores alineaciones eran conmigo de cinco y cuatro escoltas de menos de 1.95 m”, explica. “Esa es una fórmula horrible para ganar partidos al más alto nivel, sobre todo cuando los equipos están haciendo un esfuerzo consciente por hacerse más grandes. Podemos hablar todo lo que queramos sobre el aspecto mental del juego, pero creo que el factor físico fue la verdadera razón por la que no tuvimos éxito como equipo.”

No hay amargura en su voz. Durant hace tiempo hizo las paces con el fracaso en Phoenix. Cuando terminó la temporada —quizás un poco antes—, Durant “exploró la liga” en busca de buenas opciones. Quería jugar en un contendiente, y Houston cumplía ese requisito. No quería que el equipo que lo adquiriera tuviera que desmantelarse para conseguirlo, y los Rockets, con contratos flexibles y capital de draft, también marcaban esa casilla. Además, dice Durant, “quería volver a Texas.”

Han pasado casi dos décadas desde la última vez que Durant vivió en Texas, cuando era un delgado joven de 18 años que apenas había salido de la región del Atlántico medio. Austin, donde se inscribió en la Universidad de Texas, fue “un choque cultural”. El Metro de Washington D. C. fue reemplazado por viajes compartidos en camionetas. En lugar de mumbo sauce, barbecue. Las cenas familiares regulares. “La hospitalidad sureña”, dice Durant, “es algo real”. Los meses que pasó allí dejaron una huella profunda. “Fue una parte enorme de mi ADN”, afirma. “Probablemente fue el año más revelador de mi vida.”

Y algo más: los Rockets lo querían. “Creo que otros equipos valoraban más desarrollar a sus jóvenes y conservar sus selecciones de draft”, explica Durant. “Soy un veterano, tengo [ahora] 37 años y un contrato alto. No muchos equipos estaban dispuestos a hacer un movimiento que cambiara a la franquicia y me sumara a la ecuación.” Udoka sí lo estaba, y Durant admiraba cómo el entrenador había sacado a Houston de las cenizas de la era Harden. Udoka, dice Durant, “es directo, sin rodeos. No endulza nada.” En el cuerpo técnico de Houston están Royal Ivey y D.J. Augustin, excompañeros suyos en Oklahoma City. “Sentí que este equipo está al borde de convertirse en un contendiente constante en playoffs”, asegura Durant. “Quería ser parte de eso.”

Ser parte. Durant ve lo mismo que todos: un equipo que tuvo problemas en el juego en aislamiento —los Rockets terminaron en el tercio inferior de la NBA en puntos por posesión en esas situaciones y en producción ofensiva en media cancha— ahora agrega a uno de los mejores anotadores uno contra uno en la historia de la liga. Pero él cree que puede aportar mucho más. Imagina que su capacidad para rebotear y proteger el aro marcará diferencia. Que su liderazgo influirá en uno de los vestidores más jóvenes de la NBA. Que su versatilidad encaja con un equipo que terminó cuarto en eficiencia defensiva la temporada pasada. Udoka incluso ha considerado la posibilidad de usar a Durant como escolta, dentro de una alineación “jumbo” con dos centros (Steven Adams y Alperen Şengün) y el alero de 2.11 m Jabari Smith Jr. Nada de problemas con el small ball ahí.

Y ve, sobre todo, un equipo que no tendrá que cargar sobre sus hombros. Thompson fue parte del primer equipo All-Defensive la temporada pasada y es considerado un futuro All-Star. Şengün ya fue All-Star y llega tras una destacada actuación en el EuroBasket. Smith, Tari Eason y Reed Sheppard aún tienen margen de crecimiento. Adams y Dorian Finney-Smith aportan experiencia de playoffs. Para Durant, todo eso representa “un margen de error”.

Amen Thompson es considerado una de las jóvenes estrellas en ascenso de la liga —integró el primer equipo All-Defensive 2024–25— y tiene potencial para más reconocimientos mientras ocupa el lugar del lesionado Fred VanVleet. | Greg Nelson/Sports Illustrated

“En Phoenix, todo tenía que salir perfecto para nosotros”, dice Durant. “Sentía que cuando jugábamos bien, podíamos competir con cualquiera en la liga. Pero los grandes equipos podían cometer un par de errores y su talento de arriba a abajo los cubría un poco.

“Nosotros no teníamos ese tipo de margen. Y eso era un poco frustrante. No es que fuera una mala situación; sentía que teníamos oportunidad cada noche con el talento que teníamos, pero me habría gustado tener un poco más de espacio para equivocarnos. Si perdías el balón aquí o cedías un rebote allá... en Phoenix no podíamos permitirnos eso, y fue difícil de sobrellevar.”

En Houston, el talento es tan profundo como diverso. Durant lo observó desarrollarse durante las dos últimas temporadas. No con una ansiedad de “ya quiero estar ahí”, sino como quien evalúa a un posible rival. “Los veía como un posible equipo de playoffs”, dice Durant. Pero notaba la habilidad, la ejecución, la intensidad. “Cosas que hacen los equipos campeones”, afirma. Ahora que está ahí, quiere hacer todo lo necesario para convertirlos en uno. “Estoy ansioso por jugar con la mayor libertad posible”, dice. “Y divertirme un poco.”

Thompson nunca ha jugado con Durant. Pero sí ha jugado para Durant. A los 14 años, formó parte del equipo AAU de Durant en una experiencia breve. Luego, en 2018, cuando Durant jugaba con los Warriors, rentó un avión para que el equipo AAU de Thompson, Vision Sports Academy, viajara de Oakland a Las Vegas, y les regaló portadas simuladas de la revista SLAM con los rostros de los jugadores. Eason usaba los tenis de Durant en la preparatoria y devoraba documentales sobre él. “Desde que tengo memoria y entiendo de básquetbol”, dice Eason, “he sabido quién es Kevin Durant.”

Udoka no tiene problema con que sus jugadores admiren a Durant, siempre y cuando no lo reverencien. Cuando los Rockets enfrentaban a equipos con superestrellas, el entrenador los motivaba a creer que estaban a su nivel. “Siempre les decía: ‘No le cedan el lugar a nadie’”, recuerda Udoka. “Atáquenlos y defiéndanlos como si fueran jugadores comunes.” Con Durant quiere lo mismo. “Esto no va a ser El show de Kevin Durant sólo porque esté aquí ahora”, aclara. “El mayor crecimiento vendrá de adentro, de nuestros jóvenes.”

Por su parte, Durant está deseoso de ayudar. El verano pasado, Smith se propuso mejorar su juego uno contra uno. Tras concretarse el traspaso, se reunió con Durant en Houston para entrenamientos individuales. No hay mejor modelo para un ala-pívot de casi siete pies que el mejor anotador en aislamiento de esa estatura que haya existido. Smith se asombró de la precisión de sus movimientos, de su atención al detalle, de cómo cada tiro que tomaba era a velocidad de juego. “Es un perfeccionista”, dice Smith. “Y eso se te contagia.”

Durant abraza su papel de veterano. “Cuando alguien hace preguntas y busca guía, me da gusto poder ayudar”, dice. Tras la rotura del ligamento cruzado anterior derecho de Fred VanVleet —una lesión que probablemente lo deje fuera toda la temporada 2025–26—, Durant tendrá que asumir un rol de liderazgo aún mayor. Con Thompson y Reed Sheppard, la tercera selección del draft 2024, Houston tiene el talento para sustituir a VanVleet. Solo necesita moldearlo.

Y es un trabajo que Durant espera mantener por mucho tiempo. Si Phoenix era donde pensaba retirarse, ahora ese lugar es Houston. No busca su próxima parada: quiere que esta sea la última.

“Quiero quedarme aquí todo el tiempo que pueda, jugar mis últimos años de carrera”, dice Durant. “Esa es la intención. Sé que dije lo mismo sobre Phoenix, pero es lo que quiero. Me encantaría hacerlo. Tengo 37 años y estoy por cumplir 19 temporadas en la liga. Quiero consolidarme en un lugar y construir junto a un grupo de muchachos que vaya a quedarse por un tiempo. Así que, ojalá, este sea el lugar.”

Durant evita ponerle fecha de caducidad a su carrera. En gran parte porque no la ve cerca. Está completamente recuperado del desgarro del tendón de Aquiles que lo dejó fuera en 2019–20. Jugó 75 partidos con los Suns hace dos temporadas y promedió 36.5 minutos por juego en la última, cuando distintas lesiones lo limitaron a 62 encuentros. Su 43% de acierto en triples fue el mejor de su carrera en una temporada completa. Pasa tres o cuatro horas en el gimnasio por las mañanas y dedica las tardes a recuperación y análisis de video. “He eliminado muchas cosas a medida que envejezco”, comenta Durant.

Con los años, ha estudiado a deportistas que han logrado longevidad: Vinny Testaverde, que se retiró de la NFL a los 44 años; Vince Carter, que jugó hasta los 43; Alexander Ovechkin, aún dominante a los 40. Durant hace lo que llama “pequeñas inmersiones” en sus trayectorias: lee artículos, ve entrevistas, busca cualquier detalle que le revele sus secretos. “Los tipos que juegan tanto tiempo y mantienen esa resistencia mental y física para seguir mejorando cada día… eso no tiene precio”, dice Durant. “Es inspirador. Hay que respetarlo.”

De algún modo, Texas es donde comenzó su carrera. Allí fue donde descubrió que podía ser un anotador. “Yo solo quería llegar a la liga”, recuerda. Nunca imaginó una carrera de dos décadas en la NBA, y a pesar de sus 15 apariciones en el All-Star, dos campeonatos y un MVP, no tiene prisa por irse.

“Siempre quiero estar en ese nivel élite, pero cuando ya estás en tus cuarentas, pues más vale comprometerte a jugar hasta que se te acaben las ruedas”, dice Durant. “Más vale aprovechar al máximo ese tiempo. Estoy envejeciendo, pero siento que todavía tengo mucho por delante. También siento que ya he logrado bastante. Estoy en paz… pero quiero más, por raro que suene.”

No en Houston. Al enterarse del traspaso, Thompson pidió a sus padres que buscaran aquella portada de SLAM y se la enviaran. “Momento de círculo completo”, dice sonriendo. Habrá tiempo para que los Rockets se quiten cualquier asombro por Durant, dice Udoka. Después de eso, será hora de trabajar.

Publicado originalmente en www.sportsillustrated.com el 16/10/2025, traducido al español para SI México.


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Chris Mannix
CHRIS MANNIX

Chris Mannix is a senior writer at Sports Illustrated covering the NBA and boxing beats. He joined the SI staff in 2003 following his graduation from Boston College. Mannix is the host of SI's "Open Floor" podcast and serves as a ringside analyst and reporter for DAZN Boxing. He is also a frequent contributor to NBC Sports Boston as an NBA analyst. A nominee for National Sportswriter of the Year in 2022, Mannix has won writing awards from the Boxing Writers Association of America and the Pro Basketball Writers Association, and is a longtime member of both organizations.