Manny Pacquiao: el fuego interior que no se apaga

Richard Hoffer, periodista especializado y best seller con el libro A Savage Business: The Comeback and Comedown of Mike Tyson, fue una de las voces más críticas respecto a Manny Pacquiao y su polémica decisión de aceptar, a finales de 2008, una pelea un Oscar de la Hoya de 35 años en las 147 libras.
“En retrospectiva, cabe destacar que nadie más ha engordado tanto por dinero desde que Robert De Niro interpretó a Jake LaMotta en Toro Salvaje”, escribió Hoffer en alusión a la película biográfica dirigida por Martin Scorsese.
Pacquiao, que había perfilado su asunción en las 125 y 130 libras coleccionando victorias ante algunos de los mejores boxeadores mexicanos del siglo XXI (Érik Morales, Marco Antonio Barrera y Juan Manuel Márquez), tuvo que subir 12 libras para retar —y retirar— a un disminuido De La Hoya como reemplazo de Floyd Mayweather Jr. en un combate que tenían todos los condimentos de una escenificación.
Para entonces Pacquiao ya era la marca más rentable del pago por evento. Un hito codiciado para cualquier boxeador; particularmente para uno proveniente de la isla más remota y oriental del archipiélago filipino, una región del sureste asiático enmudecida por el yugo colonial, que no conoció la industrialización hasta finales del siglo XX. Y, particularmente, para alguien había sido víctima de uno de los episodios más traumáticos posibles para un niño: ver a su padre, un peón agrícola violento, matar a su perro y comérselo.
“Tomó al cachorro que encontré y lo mató. Para un niño, eso era imperdonable: me robó algo que amaba, lo cual es mucho peor que robar dinero”, escribiría después en su autobiografía. La historia fue confirmada por Freddy Roach, su entrenador: “Manny se escapó de casa después de que su padre se comió a su perro”.
En una gesta sobrenatural, Manny Pacquiao se sostiene como el único boxeador en haber ganado títulos mundiales en ocho categorías de peso distintas —hay quien dice que en realidad son seis, puesto que durante las victorias frente a Marco Antonio Barrera en peso pluma y ante Ricky Hatton en superligero no estaba en juego, realmente, ningún campeonato avalado por las cuatro organizaciones que rigen el boxeo—. Desde el mosca al superwelter, a lo largo de cuatro décadas.
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Quedan para la posteridad esos primeros escarceos como profesional en la división mosca, recién desenganchado de las metanfetaminas y la cocaína tras la la muerte de su mejor amigo en la convulsa Manila de fin de siglo, hasta la sonora victoria que firmó en superwelter frente a Antonio Margarito, el "Tornado de Tijuana", en el mejor momento de su carrera.
"Cada pelea, cada victoria, fue un paso más lejos de la pobreza. No fue solo por mí, sino por mi familia, por el pueblo filipino", dijo Pacquiao durante su entronización al Salón Internacional de la Fama del Boxeo en Canastota, Nueva York, en junio del año pasado.
Llevaba tres años retirado, luego de aquella derrota frente al cubano Yordenis Ugás que le costó la carrera y que le permitiría, supuestamente, dedicarse a tiempo completo a su faceta como político. Una faceta sustentada por una defensa a ultranza a la cacería antidrogas del expresidente Rodrigo Duterte —un hombre abiertamente fascista con el que ha mantenido una relación ambivalente—, su adhesión al evangelismo cristiano y varias posturas conservadoras en términos de derechos humanos.
Manny Pacquiao, exsenador del Congreso y exmiembro de la Cámara de Representantes, encadenó dos tropiezos que provocaron un daño irreversible en su aventura política —que siempre buscó compatibilizar con el boxeo—: su aplastante derrota ante Ferdinand Marcos Jr. —hijo del antiguo dictador filipino Ferdinand Marcos— en las presidenciales de 2022 y su fracaso en las elecciones al Senado de este año.
Apenas unas horas después de haber naufragado en su intento por obtener un escaño, Pacquiao anunció su vuelta al boxeo profesional para enfrentar a Mario Barrios por la corona de peso welter del CMB. Lo anterior lo emparenta con figuras del calado de Sugar Ray Leonard, George Foreman y Muhammad Ali, héroes mitológicos que protagonizaron algunos de los regresos más memorables en la historia del boxeo.
No está del todo claro si se trata de un regreso con perspectiva o del arrebato de un hombre de 46 años, con estatus de ídolo popular en Filipinas y leyenda del boxeo, que no soporta la idea de confrontar fuera del ring las contradicciones propias de su agenda política.
