París entre dos tormentas: el Balón de Oro y un clásico bajo alerta climática

París se prepara para una noche única, atravesada por dos realidades que definen el presente del futbol moderno: por un lado, la fastuosa ceremonia del Balón de Oro 2025, la máxima celebración individual del deporte rey; por el otro, un clásico francés bajo alerta climática, en el que el PSG se juega algo más que tres puntos frente al Olympique de Marsella.
El esperado duelo, previsto para este domingo, fue reprogramado para el lunes a las 20h00 locales debido a una alerta por lluvias intensas y tormentas eléctricas en la región de Bouches-du-Rhône, según confirmó la prefectura a AFP. El Estadio Vélodrome, que iba a llenarse con más de 65.000 personas, representa un riesgo logístico y de seguridad en medio del temporal.
“Puede haber lluvias intensas con importantes riesgos. Se trata de evitar movimientos de multitudes antes y durante el partido, en condiciones potencialmente peligrosas”, explicó el prefecto Georges-François Leclerc.
Pero el nuevo horario genera una ironía difícil de ignorar: el club más representado en la gala del Balón de Oro no podrá asistir porque estará en plena disputa del clásico nacional.
El PSG, con ocho nominados y sin presencia en la gala
Este 2025, el París Saint-Germain cuenta con ocho jugadores entre los nominados al Balón de Oro, más que cualquier otro club del mundo. Sin embargo, ninguno estará presente en la ceremonia que se celebra en su propia ciudad.
Los nominados parisinos son: Ousmane Dembélé, Achraf Hakimi, Khvicha Kvaratskhelia, Désiré Doué, Nuno Mendes, João Neves, Fabián Ruiz y Vitinha. Además, Gianluigi Donnarumma, exjugador del PSG y ahora en el Manchester City, también figura entre los nominados, sumando una línea más al impacto parisino en la élite.
La ausencia física del club en la gala será notoria. Pero hay una figura que, incluso desde la distancia, podría convertirse en protagonista: Ousmane Dembélé.
Dembélé: de eterno potencial a candidato real
Después de años marcados por lesiones y altibajos, Ousmane Dembélé ha vivido en 2025 la mejor temporada de su carrera. Bajo la dirección de Luis Enrique, ha encontrado el equilibrio entre talento, madurez táctica y constancia física. Es, sin discusión, el jugador más decisivo del PSG esta temporada y su candidatura al Balón de Oro ya no es simbólica: es legítima.
Goles clave en Champions, actuaciones brillantes con la selección francesa y un liderazgo silencioso pero real dentro del vestuario, lo han convertido en el referente técnico y emocional del nuevo PSG. Si logra ganar el trofeo, lo hará lejos de la gala, en medio de un clásico, con el balón aún en juego. Una imagen poderosa para un jugador que, por fin, parece haber alcanzado el nivel que se le prometía desde que deslumbró en Rennes.
Luis Enrique: el arquitecto silencioso
El renacimiento competitivo del PSG en esta nueva era no se explica solo por fichajes. El verdadero cambio se nota en el orden, la identidad colectiva y la mentalidad del grupo, y ahí el nombre clave es Luis Enrique.
El técnico español ha sabido rediseñar al PSG tras la salida de Kylian Mbappé al Real Madrid, apostando por un modelo menos dependiente de figuras mediáticas y más apoyado en automatismos, intensidad y flexibilidad táctica. Su influencia ha sido determinante para recuperar versiones competitivas de jugadores como Hakimi, Vitinha y, sobre todo, Dembélé.
Este PSG ya no juega para lucir. Juega para ganar. Y lo hace como equipo. Esta versión del PSG no solo quiere dominar Francia; quiere reescribir su narrativa internacional. Y mientras sus jugadores corren en el barro de Marsella, el club podría estar haciendo historia desde la distancia.
El PSG en dos escenarios: gala y clásico
El contraste no podría ser más elocuente. Mientras los trajes brillan en la alfombra roja de París, los jugadores del PSG estarán bajo lluvia y presión en Marsella. Mientras se anuncian nombres en el Théâtre du Châtelet, Luis Enrique dará instrucciones a gritos en el Vélodrome. Y mientras se entregan trofeos individuales, el equipo buscará consolidar su nuevo proyecto colectivo.
Es, al mismo tiempo, una paradoja y una metáfora: el club más visible del mundo, ausente de la gala que resume su ambición histórica. Una noche. Dos escenarios. Dos visiones del futbol. En uno, se premia el pasado; en otro, se pelea por el presente. En ambos, el París Saint-Germain, sin necesidad de estar, será protagonista. Y en medio, un Dembélé que, sin quererlo, podría convertirse en el rostro más brillante de una noche que parecía opacada.
