Atlante, fracturas y el nuevo Hobbit

Christian Bermúdez tocó fondo, se reconstruyó desde adentro y hoy, a los 38 años, disfruta del futbol sin aferrarse a él y no descarta cerrar su carrera en Primera División.
Chistian Bermúdez, a sus 38 años, se visualiza de regreso a la Primera División con el Atlante. El "Hobbit" se ha levantado desde sus cenizas.
Chistian Bermúdez, a sus 38 años, se visualiza de regreso a la Primera División con el Atlante. El "Hobbit" se ha levantado desde sus cenizas. / Cortesía Club Atlante

Christian Bermúdez ha estado donde pocos admiten haber caído.
No habla desde el juicio ni la nostalgia, sino desde el trabajo interno que exige levantarse de nuevo. Hoy, a sus 38 años, reconoce que por mucho tiempo fue otro: otro futbolista, otra persona, alguien programado para responder desde el impulso y no con conciencia.
“Estoy orgulloso de todo lo que viví”, dice. “Muchas veces, para observar tu luz, necesitas primero atravesar la oscuridad. Y hay quien no se levanta”.

Bermúdez (Nezahualcóyotl, México) nuevamente es hoy un símbolo de un equipo alguna vez llamado “del pueblo”: el Atlante, club errante de origen en la Ciudad de México y peregrinar por Neza, Cancún y ahora Zacatepec, en Morelos. Convive con jugadores jóvenes y maduros en una Liga en la que no hay ascenso y quizá, para muchos de ellos, tampoco motivación más allá del salario. Pero el Hobbit, con su nueva forma de ver la vida, lo percibe de manera distinta.

Desde su perspectiva, la falta de ascenso sin duda dificulta la llegada de futbolistas a Primera División, pero no es un limitante ni un pretexto. La mayor preocupación de un joven en la cancha, asegura, debe ser hacer lo mejor posible su trabajo. “Si haces bien lo que te corresponde, eres disciplinado en la alimentación, en tus horas de descanso y en entrenar intensamente para ganarte respeto en los partidos, tu trabajo va a hablar por ti solo”.

El Hobbit no siempre pensó así, y es el primero en reconocerlo. Dice —sin entrar en más detalles— haber tocado fondo. Estar en el piso, cercano a los infiernos personales a los que cualquier ser humano está expuesto y, entonces, cuando en medio del naufragio sientes que todo ha terminado, haber encontrado dentro de sí una forma de salir.

Christian Bermúdez sintió llegar al cielo cuando en el Clausura 2013 levantó el trofeo de campeón con el América, entonces dirigido por Miguel Herrera. Él en aquellos días llegó a las Águilas como uno de los fichajes estrella y respaldado por un salario de mucho lustre. Demasiado oro para cuando los pensamientos dominan la razón. Camino al descontrol para muchos.

La salida no fue inmediata. Fue un proceso. Bermúdez comenzó a observarse, a desmontar las respuestas automáticas, a preguntarse por qué pensaba lo que pensaba. “Venimos programados con pensamientos que nos limitan, y no basta con decretar algo bonito para cambiar tu vida. Tienes que limpiar, soltar, reemplazar. No se trata solo de pensar, se trata de sentir y de actuar con coherencia”, dice.

Lo anterior fue crucial desde el 14 de septiembre de 2024, cuando sufrió la tercera fractura en alguna de sus piernas, esta vez de tibia y peroné en la pierna derecha. “Llevo algunos años preparándome en este aspecto y yo pienso que en estos momentos, sin esta disciplina mental, me hubiera sido muy difícil, porque inmediatamente los pensamientos vienen: ‘que si ya no voy a acabar bien, ya tengo 38 años, que es mi retiro’”.

Lo dice orgulloso, con ese rostro aún con rasgos juveniles. De hecho, cuando se le resalta su evidente lozanía, ríe, alejado de toda modestia, tal como lo haría un recién graduado. “Cuando fue la lesión, en algún momento los pensamientos derrotistas quisieron invadirme”.

Y narra convencido, como un maestro en su cátedra. Asegura que logró observar los nubarrones del pesimismo y se enfocó en aceptar su realidad. “Mi pierna estaba rota. Sí. ¿Qué sigue después? La realidad: al día siguiente me iban a operar y después debo iniciar mi proceso de rehabilitación. No puedo hacer más; no está bajo mi control”.

Recuerda su viaje en ambulancia hacia el hospital. No había dolor, dice. Veía más preocupado al médico del club, pero él se mantenía sereno, enfocado en mantenerse positivo. “Nunca me dolió. Iba platicando con el doctor, él me miraba sorprendido”.

—¿De qué platicabas, lo recuerdas?
—Le preguntaba cómo iba el partido. Él, nervioso, me decía que se había suspendido por una tormenta eléctrica. 

La meditación, el silencio, la respiración, las visualizaciones son parte de su día a día. Aprendió “a no regalar su energía”, a ser más selectivo con lo que deja entrar en su mente. Y, aunque no se considere un guía ni un ejemplo, sí comparte su experiencia con los más jóvenes. “No hablo desde lo que leí en un libro, hablo desde lo que viví. Me rompieron las dos piernas, tuve cuatro operaciones, y sin embargo me siento más fuerte que nunca. Cuando conectas pensamiento, emoción y acción, te vuelves un creador de tu realidad. Pero no es magia: es constancia”.

Ahora, a unos meses de haber cumplido 38 años (26 de abril), Bermúdez no tiene una fecha marcada para su adiós. No sabe si vendrá pronto, pero tampoco le teme a lo inevitable. Cuando lo sienta y lo quiera, me voy a retirar. No necesito estirar esto hasta que de plano ya no pueda correr. No tengo ese apego por el futbol. Lo he disfrutado mucho, ha sido un sueño, pero sé que tiene que terminar en algún momento”.

Por ahora, el final no parece cerca. Su energía contradice su edad. “Cada torneo lo sigo disfrutando. Tengo mucha pila. Me gusta estar bien, cuidar mi cuerpo, competir, tratar de ganar más cosas con el Atlante. Y si me toca acompañar a los más jóvenes, también lo hago con gusto”.

—¿Te ves con el Atlante en Primera División?

—Sí, sí me veo. La verdad que lo he visualizado mucho. Sí tengo eso en mente: poder jugar todavía en la Primera División, y qué mejor que con el Atlante en lo último de mi carrera.


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Ángel Soto M.
ÁNGEL SOTO M.

Editor y redactor de Sports Illustrated México.