Beisbol: Nagashima, el Ohtani antes de Ohtani

Nagashima, dice uno de ellos cuando con señas se le pregunta por el hombre que en la portada sostiene el bat y se aferra con la mirada a una pelota que solo él ve. “Mr. Baseball… leyenda en Japón”.
Este parece el año de Japón en las Ligas Mayores: Shohei Ohtani continúa con actuaciones que desafían la realidad, más ahora que volvió al montículo de lanzamiento. Yoshinobu Yamamoto, Roki Sasaki, Kenta Maeda y el veterano Yu Darvish reafirman la posición de los brazos japoneses entre la élite del pitcheo. Ichiro Suzuki asumió, a inicios de agosto, su merecido sitio en el Salón de la Fama en Cooperstown, el primer beisbolista nacido en Japón en inmortalizarse ahí.
Pero antes de ellos, en los años posteriores a la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial, Shigeo Nagashima se erigió como uno de los más grandes referentes del beisbol japonés en una nación sedienta de héroes tras perder el conflicto. El inicio no fue el soñado: cuatro turnos al bat y cuatro ponches en su debut con los Yomiuri Giants de Tokio, la novena más ganadora del beisbol nipón. Poco de qué avergonzarse esa tarde, pues en la loma rival estaba Masaichi Kaneda, uno de los mejores lanzadores japoneses de la historia.
El mal arranque quedó en anécdota: para mediados de su primera temporada profesional, en 1958, ya era el bateador principal del equipo, cuarto en el turno, y terminó el año con más de 30 cuadrangulares, 30 bases robadas y un promedio de bateo arriba de .300. Nagashima se convirtió en el rostro del beisbol nipón, Ohtani antes de Ohtani.
Un año después, Nagashima jugó uno de sus partidos más espectaculares, el 25 de junio de 1959, cuando le dio la victoria a su equipo con un cuadrangular frente al emperador Hirohito, en el primer partido al que acudía el monarca en su vida. La suya fue una carrera de récords que por la lejanía de Japón se difuminó hasta ahora, pero los números fríos relatan el andar de un pelotero que no le envidia a muchos consagrados del deporte: 444 home runs, 2,471 hits, 1,522 carreras impulsadas, .305 de porcentaje de bateo.
En lo colectivo, Nagashima ganó 11 Series de Japón, el máximo trofeo del beisbol local, en 16 años como tercera base de los Giants, su único equipo, y al que dirigió años más tarde con dos campeonatos adicionales.
Los años de Mr. Baseball en el diamante pasaron, en su mayoría, de largo en Occidente. Solo Masanori Murakamiabrió las puertas de las Mayores en los años 60 para los japoneses, con un brazo que duró apenas dos años en San Francisco. No fue hasta 1995 cuando Hideo Nomo triunfó en Los Ángeles y la máxima categoría del beisbol consideró a Japón una fuente de talento, como por años lo han sido República Dominicana, Cuba o Venezuela.
El japonés es un idioma que emplea los adjetivos con mucho cuidado. Ohtani es un fenómeno, Hideki Matsui fue un grande, Ichiro, un parteaguas, pero Nagashima es un densetsu... una leyenda del pueblo.
