Ferrari 2026: la hora de Leclerc y la última gran apuesta de Hamilton

Ferrari vive atrapada en una paradoja incómoda: es la escudería más gloriosa de la Fórmula 1, pero también la que más tiempo lleva esperando volver a serlo. Desde aquel título de constructores en 2008, el tiempo se ha ido acumulando como polvo en Maranello. Por eso, el “big bang” reglamentario de 2026 no es solo una transición técnica: es una promesa. O una última llamada.
El próximo año, la Fórmula 1 cambiará de piel. Y Ferrari, como el resto de la parrilla, se prepara para dar forma a un monoplaza completamente distinto, una “bestia radicalmente nueva”, en palabras de Enrico Gualtieri, responsable del área de motores. Coches más pequeños, más ligeros, con una mayor dependencia de la energía eléctrica y alimentados por combustibles 100% sostenibles: una ruptura profunda con lo conocido.
Para la Scuderia, ese salto al vacío representa una oportunidad que no se presenta dos veces.
En Maranello, durante el tradicional almuerzo navideño con la prensa, Frédéric Vasseur no disimula la magnitud del desafío. “Es, con diferencia, el mayor cambio que hayamos conocido”, asegura. Y no exagera: chasis, motor, reglamento deportivo y gestión de la energía se transforman al mismo tiempo, obligando a repensar la Fórmula 1 desde los cimientos.
Los simuladores permiten anticipar escenarios, pero Vasseur subraya la parte imprevisible del deporte: las luchas en pista, los errores humanos, los factores externos que ningún software puede replicar. Por eso, en los primeros test de Barcelona, a finales de enero, Ferrari priorizará algo tan básico como crucial: rodar, acumular kilómetros, comprobar la fiabilidad y entender qué funciona y qué no.
En ese proceso, la curva de aprendizaje será decisiva. Especialmente para los pilotos, llamados a gestionar la energía como nunca antes. En una Fórmula 1 más compleja, la cabeza puede pesar tanto como el pie derecho.
Para Charles Leclerc, que ya suma siete temporadas vestido de rojo sin haber podido coronarse, el momento no admite medias tintas. “Es ahora o nunca”, resume el monegasco. Ferrari cerró 2025 en una discreta cuarta posición del campeonato de constructores, su peor resultado desde 2020, una herida abierta para una escudería que vive del pasado tanto como de la ambición de su futuro.
“Espero de verdad que empecemos esta nueva era con buen pie, porque es importante para los próximos cuatro años”, insiste Leclerc, consciente de que un buen arranque puede marcar una generación completa.
Vasseur, sin embargo, enfría el entusiasmo. En una Fórmula 1 en reconstrucción, advierte, nadie gana campeonatos en febrero. “No es porque alguien esté delante al inicio de 2026 que lo estará necesariamente al final de la temporada, ni en 2027”. Aun así, un inicio sólido puede inclinar la balanza en el largo plazo.
En medio de esa transición aparece la figura de Lewis Hamilton. Su fichaje estaba llamado a simbolizar el renacimiento de Ferrari, pero su primera temporada de rojo fue una decepción rotunda: sexto en el campeonato, sin podios, algo inédito en su carrera desde 2007. A los 40 años, el siete veces campeón del mundo llegó a reconocer que su sueño se había convertido en “pesadilla” tras el abandono en Brasil.
“Subestimamos lo enorme que sería el cambio”, admite Vasseur. Dos décadas en McLaren y Mercedes no se borran de un plumazo. Todo es distinto en Ferrari: los métodos, los procesos, las personas. Adaptarse lleva tiempo.
Pese a las dudas y los gestos de frustración, Hamilton no se desconectó. Trabajó con los ingenieros, buscó respuestas, se implicó. Esa actitud, que Vasseur califica como sana y constructiva, sostiene la esperanza de que 2026 marque un nuevo comienzo para Sir Lewis… y quizá también para Ferrari.
Porque en Maranello lo saben bien: el cambio que viene no garantiza el regreso a la cima. Pero puede ser, por fin, el camino de vuelta.
