La nueva era del rugido: una década que reinventó el Gran Premio de México

A una década de su regreso, el Gran Premio de México consolidó una era dorada para la Fórmula 1. Entre récords de asistencia, reconocimientos internacionales y el dominio de Verstappen, el Hermanos Rodríguez se volvió un símbolo mundial del automovilismo.
Carlos Sainz Jr. es el más reciente campeón del GP de México. Este año sus posibilidades no parecen ser las de repetir.
Carlos Sainz Jr. es el más reciente campeón del GP de México. Este año sus posibilidades no parecen ser las de repetir. / Getty Images

Cuando la Fórmula 1 regresó a México en 2015, lo hizo con la misión de recuperar su lugar en la historia. Lo que nadie imaginaba era que diez años después el Gran Premio de México se convertiría en uno de los eventos más espectaculares, organizados y apasionados del calendario mundial. Lo que comenzó como un sueño de retorno terminó siendo una nueva era dorada para el automovilismo mexicano.

El Autódromo Hermanos Rodríguez renació. El proyecto encabezado por CIE, Telmex y el Gobierno de México modernizó un trazado legendario y lo adaptó a los más altos estándares internacionales. El diseño de Hermann Tilke conservó el espíritu del circuito original, pero introdujo zonas técnicas y amplias escapatorias que garantizaron seguridad sin sacrificar espectáculo. Desde su regreso, el Gran Premio mexicano mostró algo distinto: una mezcla de precisión alemana, energía latina y una pasión única del público capitalino.

En su primera edición de esta nueva etapa, en 2015, Nico Rosberg se llevó la victoria con Mercedes, pero el verdadero triunfo fue del público. Más de 130 mil personas llenaron las gradas el domingo, y cerca de 335 mil asistieron durante el fin de semana, cifras que sorprendieron a la Fórmula 1. México regresó al mapa con estilo y con una organización que pronto marcaría un estándar.

El finlandés Nico Rosberg, entonces en Mercedes, fue el triunfador en el primer GP de México en su tercer regreso, en 2015.
El finlandés Nico Rosberg, entonces en Mercedes, fue el triunfador en el primer GP de México en su tercer regreso, en 2015. / Getty Images

Los años siguientes confirmaron el fenómeno. El Gran Premio fue reconocido por la FIA y por Liberty Media como el “Mejor Evento de la Temporada” en varias ocasiones consecutivas. El Foro Sol, convertido en un estadio dentro del circuito, se transformó en un ícono mundial. Ningún otro gran premio ofrecía una escena tan única: los autos cruzando entre un mar de banderas y un podio erigido frente a más de 30 mil personas que celebran como si el título mundial se decidiera en casa.

Entre los protagonistas de esta era destaca un nombre sobre todo: Max Verstappen. El neerlandés convirtió el Hermanos Rodríguez en territorio Red Bull. Con cinco victorias (2017, 2018, 2021, 2022 y 2023) se consolidó como el máximo ganador en la historia del Gran Premio de México. Su ritmo, su control y su conexión con la pista lo convirtieron en el referente absoluto de la década. Cada año que sube al podio, el público mexicano lo reconoce como el dueño silencioso del asfalto que otros solo visitan.

El neerlandés Max Verstappen suma cinco victorias en México: 2017, 2018, 2021, 2022 y 2023).
El neerlandés Max Verstappen suma cinco victorias en México: 2017, 2018, 2021, 2022 y 2023). Este año busca afanosamente su sexta corona. / Getty images

En paralelo, Lewis Hamilton selló títulos en suelo mexicano con actuaciones dominantes, y el podio de Sergio Checo Pérez en 2021 añadió un capítulo emotivo a la historia nacional. La tercera etapa no solo trajo campeones; trajo símbolos. Red Bull construyó una era, Ferrari revivió con destellos y México confirmó su estatus como una sede que todos los pilotos quieren ganar.

Más allá de los resultados, el Gran Premio de México redefinió lo que significa ser anfitrión en la Fórmula 1. Su impacto económico supera los 15 mil millones de pesos acumulados desde 2015, según estimaciones oficiales, y ha generado miles de empleos directos e indirectos cada año. Pero más importante aún, logró que el país volviera a sentirse parte de la élite automovilística mundial.

La tercera etapa no solo trajo de vuelta una carrera; trajo identidad, orgullo y continuidad. México demostró que puede competir con sedes históricas como Monza o Silverstone, no por tradición, sino por pasión. Cada edición del Gran Premio es una fiesta nacional donde convergen generaciones, escuderías y culturas.

Diez años después, el Hermanos Rodríguez no solo vibra con la velocidad: vibra con una nación entera que convirtió su pasión en legado.


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Álvaro Piñeirua
ÁLVARO PIÑEIRUA

Redactor en Sports Illustrated México.