Norris conquista su primer título, pero la cima absoluta sigue reservada para otros

Lando Norris rompió en 2025 la duda que lo acompañó desde su debut: demostró que sí tenía el temple para convertirse en campeón del mundo. Su coronación lo eleva a un nuevo estatus dentro de la Fórmula 1, aunque todavía no lo coloca al nivel de Hamilton, Alonso o Verstappen, los nombres que definieron una era. El británico abre su propia puerta hacia la historia mientras el dominio generacional sigue teniendo dueño: Max Verstappen.
Lando Norris se consagra campeón del mundo, pero aún no alcanza la liga de los gigantes de la Fórmula 1.
Lando Norris se consagra campeón del mundo, pero aún no alcanza la liga de los gigantes de la Fórmula 1. / Peter Fox/Getty Images

Lando Norris necesitó seis temporadas para responder la pregunta que lo acompañó desde su debut en 2019: ¿poseía la capacidad de convertirse en campeón del mundo o solo ocuparía un lugar secundario en la era de los gigantes? Su consagración en 2025 ofrece una respuesta definitiva. El británico alcanza la cima y entra en el grupo de pilotos capaces de sostener un año completo con el temple y la precisión que exige un título mundial.

Pero su posición histórica todavía no se compara con la de Lewis Hamilton, Fernando Alonso o Max Verstappen. Esos nombres representan un nivel intocable. Norris no está ahí, aunque sí inaugura una etapa en la que su nombre deja de funcionar como promesa y adquiere peso real dentro de la Fórmula 1.

Para entender su posición actual, es necesario mirar su trayectoria desde el origen. Desde 2019 mostró velocidad pura, talento natural y una personalidad distinta dentro de la categoría. Aun así, su carrera arrastró un patrón claro: oportunidades desperdiciadas, errores en momentos clave y temporadas donde McLaren no le entregó el material necesario para competir contra los mejores.

Su capacidad nunca estuvo en duda, pero su perfil de campeón no existió hasta que atravesó una metamorfosis evidente en 2024. Ese año construyó por primera vez una temporada completa a nivel élite, algo que lo preparó para el salto definitivo en 2025.

Su título también llega en una temporada donde varios factores externos lo favorecieron. McLaren cometió decisiones estratégicas que en más de una ocasión perjudicaron a Oscar Piastri y, de forma indirecta, colocaron a Norris en una posición más cómoda para sumar puntos clave. A eso se sumaron errores de sus rivales directos, fallas mecánicas ajenas, accidentes que alteraron el orden esperado y determinaciones en momentos críticos que inclinaron el campeonato hacia él.

Su mérito existe y es grande, pero no siempre definió las carreras por fuerza propia. La idea atribuida a Ayrton Senna cobra sentido aquí: cada temporada entrega un campeón, pero solo algunas entregan un campeón verdaderamente excepcional. El año de Norris pertenece a la primera categoría, no a la segunda. Su coronación lo valida, aunque todavía no escribe el tipo de dominio que distingue a los que marcan épocas.

La comparación con otros campeones ayuda a ubicarlo en el mapa histórico. Hamilton irrumpió con una fuerza que modificó el deporte desde su llegada. Alonso cambió la Fórmula 1 a los 24 años. Vettel fabricó una hegemonía absoluta antes de cumplir 27. Verstappen transformó la categoría con una autoridad que apenas encuentra precedentes.

Norris, en cambio, entra en un nivel diferente: un campeón talentoso con margen para crecer, pero todavía lejos de quienes marcaron generaciones completas. Su perfil recuerda más a Jenson Button o Nico Rosberg en términos narrativos, aunque su velocidad natural supera la de ambos desde sus primeros años en la categoría.

Esto no disminuye la calidad de su logro. Norris gana su campeonato contra una parrilla profunda, plagada de rivales en su mejor versión. Supera a Leclerc, resiste a Piastri y se mantiene firme frente a un grupo de pilotos que rara vez ofrece margen para errores. Su título no nace de la casualidad; nace de un año inteligente, trabajado y ejecutado con madurez. A los 26 años, se coloca en un rango que permite pensar en un legado más amplio. El talento existe, la edad lo favorece y McLaren atraviesa un ciclo competitivo que puede sostener varios años de éxito.

Aun así, la conclusión final no cambia. Norris es el campeón del mundo, pero el mejor piloto de la parrilla sigue siendo Max Verstappen. La diferencia aparece en la pureza del ritmo, en la capacidad de respuesta en situaciones límite, en la lectura de carrera y en esa autoridad natural que solo poseen los grandes de verdad. Verstappen continúa como la referencia absoluta de su generación. La corona cambia de manos; la jerarquía permanece intacta.

Norris abre su propia puerta hacia la historia. Verstappen mantiene el estándar que todos intentan alcanzar. El tiempo decidirá si el británico se acerca a ese nivel o si este título funciona como un capítulo brillante dentro de una era que todavía tiene un dueño claro.


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Álvaro Piñeirua
ÁLVARO PIÑEIRUA

Redactor en Sports Illustrated México.