Brasil y su romance tapatío

Sucedió también en junio, pero hace 55 años. La verdeamarelha enamoró a Guadalajara en el Mundial de 1970. Todavía hoy, aquel equipo habita el corazón de la ciudad.
Pelé fintando al portero uruguayo Ladislao Mazurkiewicz en una de las mejores jugadas del Mundial de México 70, que no terminó en gol y que sucedió en el Estadio Jalisco.
Pelé fintando al portero uruguayo Ladislao Mazurkiewicz en una de las mejores jugadas del Mundial de México 70, que no terminó en gol y que sucedió en el Estadio Jalisco. / Keystone/Hulton Archive/Getty Images

La icónica fotografía de un cartel pegado en la fachada del Teatro Anda de Guadalajara todavía brilla: “Hoy no trabajamos, porque vamos a ver a Pelé”. Lo que parecía una proclama sindical no era más que el reflejo de una afición a la que le hervía la sangre. Eran los primeros días de junio de 1970, tiempos maravillosos para el balón. El entonces mejor jugador del planeta disputaba en México el que sería su último Mundial.

Y desde entonces, como sucede con las grandes historias, todo se convirtió en mitología; en un cuento que se ha esparcido de voz en voz y que 55 años más tarde se canta con la melancolía de una canción de bossa nova.

Primero, la sede: sorprendentemente Brasil escogió como centro de entrenamiento un espacio lejano a las luminarias de los equipos tradicionales de la ciudad. ¿El por qué? Una comitiva del club interceptó a los directivos brasileños recién bajaron del avión y los enamoró con la promesa de intimidad que brindaba ese espacio. 

Aquellas instalaciones modestas se vistieron con el resplandor amarillo y los socios aun cuentan las inigualables anécdotas del equipo que ese año estaba predestinado a ganar el Mundial. Agustín González, afiliado desde hace más de 60 años, recuerda: “El acceso era un poco restringido para los periodistas, pero nosotros podíamos ver todos los entrenamientos. Por ejemplo, un primo mío que le gusta mucho el futbol alcanzó a estirar la mano y Pelé lo tocó y no se la lavó como en tres años”. 

La cancha, igualmente, está llena de anécdotas.

La alineación titular del equipo vive en la memoria colectiva: Felix, Carlos Alberto, Piazza, Brito, Everaldo, Clodoaldo, Gerson, Jairzinho, Tostao, Rivelino y, por supuesto, Pelé.

Hay quien recuerda también concienzudamente cada detalle del campo. En el primer partido Brasil venció 4-1 a Checoslovaquia. Pelé anotó un gol, sin embargo, quedó también en la memoria un tiro de media cancha que rozó la portería. 

En la segunda escala, Brasil enfrentó a Inglaterra, que llegó como campeona del mundo y se ganó la antipatía del público tapatío por declaraciones como: “No queremos tomar el agua mexicana”. La rivalidad comenzó en un punto alto y el Estadio Jalisco presenció uno de los mejores partidos del Mundial, que se definió al minuto 60 con un gol de Jairzinho. Una vez más, otra postal abundó a la narrativa cuando Pelé se levantó más de un metro, remató con la cabeza y Gordon Banks hizo una atajada que hoy se recuerda como imposible.

Siguieron en el Jalisco triunfos contra Rumania, Perú y Uruguay. Brasil jugaba con el ritmo de la samba y y una contundencia despiadada. Antes de embarcarse a la Ciudad de México, Brasil se fue de Guadalajara con 15 goles a favor y seis en contra. Pero los números son fríos. 

Pero los números son fríos. 

Lo único que realmente prevalece es el sentimiento verdeamarelha que prevalece en el corazón.

El romance continuó 16 años después en Guadalajara durante el Mundial de México 86 y, aunque la canarinha no tuvo el mismo camino perfecto, refrendó su eterno amor con la afición tapatía

Guadalajara vive con esa añoranza… y con la esperanza de que los sueños algún día se pueden repetir.


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Tlatoani Carrera
TLATOANI CARRERA

Editor general de Sports Illustrated México.