Jorge Campos, memorias de un portero adelantado a su época

Jorge Campos entra a un salón de un hotel al sur de la Ciudad de México como si no hubiera pasado el tiempo. Lo hace con la misma naturalidad con la que atajaba, salía del área —cuando eso aún se consideraba un atrevimiento hace tres décadas— o incluso marcar goles en sus años dorados.
Su estilo tan peculiar recuerda también a René Higuita, quien se caracterizó por su audacia con los pies. Salir con descaro del área y su famosa “patada de escorpión” que lo inmortalizó para atajar balones. Suspendido en el aire, con las piernas flexionadas hacia al frente como si estuviera a punto de “picar”. Así fue en un partido amistoso internacional en Wembley, entre Inglaterra y Colombia.
Jorge Campos y René Higuita se distinguían del resto. Algo poco común en los porteros. Ellos también anotaban goles. Eran porteros adelantados a sus tiempos.
“Mi portero ideal, hoy en día, es el que juegue fuera del área. El que juegue con los pies, controle a la defensa, los haga jugar. Es el portero que todo el mundo está buscando”, dice Campos en entrevista. “Que juegue muy bien con los pies y fuera del área y que vaya a los centros como Pablo Larios”.
Jorge Campos tiene como ídolo a Pablo Larios Iwasaki, quien le decía. “Hay que saber estar abajo de la portería y hay que saber jugar en el área”. El Inmortal asegura que en la actualidad es difícil encontrar un portero con esas cualidades.
Larios destacó por sus espectaculares atajadas y su valentía por ir a los centros. Fue el portero titular de la Selección Mexicana en el Mundial de México 86 y Larios fue pieza clave de aquel equipo. “Para mí un portero que pare como Pablo Larios y uno que juegue como yo jugaba fuera del área. Tenga la estatura de Larios, un poco más fuerte. El portero ideal es el que le gusta al técnico en su estilo. En Europa los porteros juegan con los pies muy bien. No tienen que ser como yo, creo que me faltó estatura”.
Higuita fue de los pioneros porteros goleadores y aquella “patada de escorpión” fue un movimiento que nació en un comercial para después ser inmortalizado.
“Lo había practicado, la primera vez que hice el escorpión lo hice en una publicidad y después empecé a practicarlo en los entrenamientos porque los muchachos me pedían hacer lo que hice en el comercial y ya lo tenía pensado cuando se me presentara un escenario fuera en un partido amistoso o en Copa Libertadores, pero hacerlo. No sabía cuando se me iba a presentar la oportunidad”, recordó en una entrevista.
Han pasado ya 23 años desde que Jorge Campos jugó su último Mundial. Fue en Corea-Japón 2002, curiosamente bajo el mando de Javier Aguirre, quien dirigía su primer proceso mundialista con la Selección Mexicana. Campos contemplaba el retiro y ese Mundial sin saberlo era parte de una despedida silenciosa. “No vas a jugar”, le dijo Aguirre sin rodeos y entendió el valor de estar en el Tricolor, incluso cuando no se es protagonista. “Yo ni iba a ir”, admite, “pero es importante colaborar”.
Aunque no fue titular eligió ir y acompañar desde donde le tocara. “Ya estaba por retirarme, no tenía ni que estar ahí, pero son cosas que pasan”, reflexiona con serenidad. Porque en su visión del futbol —y de la vida— no todo se trata de estar bajo los reflectores. “Siempre me ha gustado apoyar, colaborar con los jugadores, estar cerca del grupo”, dice. Y en esa frase deja ver que fue un compañero capaz de entender que a veces el liderazgo no se ejerce con atajadas, sino con presencia.
Jorge Campos jugó tres Mundiales: Estados Unidos 1994, Francia 1998 y Corea-Japón 2002. En todos, México llegó hasta los Octavos de Final. Hoy, a más de dos décadas de su última participación, habla del Mundial de 2026 con la misma ilusión de quien aún se siente parte del equipo. México será local, incluso en territorio ajeno.
