ENTREVISTA EXCLUSIVA | Robinson Canó: "El beisbol es una lotería"

Robinson Canó nació en un granero. San Pedro de Macorís, una antigua aldea de pescadores a orillas del mar Caribe, en el sureste de la República Dominicana, se jacta de ser el lugar con más peloteros por kilómetro cuadrado del mundo.
Entender lo que significa el nombre de Canó para el beisbol moderno no exige ningún acto de malabarismo. Su impronta es lo suficientemente tangible y su estela lo suficientemente resplandeciente.
La estética de su swing, su fiabilidad como intermedialista y el hecho de haber integrado el infield más glamouroso del siglo XXI junto a Mark Teixeira, Derek Jeter y Alex Rodríguez en los Yankees de Nueva York, lo catapultaron al estrellato antes de cumplir los 30 años de edad.
Durante varios años fue considerado, casi de manera únanime, como el mejor segunda base del juego. Dicha reputación le permitió firmar uno de los contratos más lucrativos de su tiempo con los Seattle Mariners en 2014.
Si bien el último lustro de su periplo en Grandes Ligas no estuvo a la altura de su talento, el balance general de su paso por el mejor beisbol del mundo lo ubica como uno de los camareros latinoamericanos más reverenciados de la historia. Su leyenda es comparable a la de Roberto Alomar.
En el epílogo de su carrera, luego de cruzar la barrera de los 40 años, se dejó seducir por los Diablos Rojos. Enfundarse en la casaca de la organización más ganadora del beisbol de verano en México supuso un nuevo reto en su andadura profesional.
En su primer año se encumbró como MVP, Champion Bat y campeón de liga. Aunque lo que verdaderamente lo ha distinguido del resto de estrellas crepusculares que han desembarcado en Liga Mexicana de Beisbol es su inquebrantable ética de trabajo.
En entrevista exclusiva con Sports Illustrated México, Robinson Canó habló sobre sus orígenes, sus memorias ligamayoristas y su actualidad en el circuito de verano en México.
Naciste en San Pedro de Macorís, un lugar al que llaman el “granero del beisbol”.
Para mí, es algo bastante grande. Ahí es donde aprendí a jugar al beisbol, donde he vivido la mayor parte de mi vida. Llevo siempre esa deuda con el país. Por eso siempre trato de representar a mi patria.
Es la región con más beisbolistas producidos por kilómetro cuadrado.
Yo diría que somos un pueblo bendecido, muy bendecido, porque si te pones a analizar, ¿por qué San Pedro de Macorís? En el país entero se juega beisbol, pero somos un lugar especial.
¿Algo tiene que ver el mar Caribe?
Sí, sí, sin duda. El beisbol es parte del Caribe.
¿A quién creciste admirando?
Crecí siendo fanático de los Yankees y mi jugador favorito era Bernie Williams.
La estética de tu swing ha sido uno de tus sellos distintivos como pelotero. ¿Te costó trabajo pulirlo o simplemente fuiste bendecido?
Es algo natural en realidad, ¿sabes? Muchas personas, al principio, me decían: 'No quiere hacer las cosas, se ve muy lento'. Pero no entendían que esa era mi forma de batear. No es que yo quisiera hacerlo de esa manera, es que esa es mi forma natural. Y ya luego que me empezó a ir bien, que comence a batear en el juego, ya entonces entendieron que esa era es mi forma, mi estilo. Viene en la sangre, viene la sangre.
No hay mejor elogio posible para un segunda base latinoamericano que el hecho de ser comparado con Roberto Alomar.
Me llenaba de regocijo, me sentía bastante bien. Es alguien a quien admiro, respeto mucho, con el que he tenido oportunidad de compartir muchísimas cosas. Cuando le preguntaron por el pelotero que más se parecía a él y mencionó mi nombre, para mí eso fue algo increíble, de verdad una gran emoción. Fue algo que me siguió motivando a seguir haciendo mi trabajo a un alto nivel.
Integraste uno de los infields más legendarios de la historia junto a Mark Texeira, Derek Jeter y Alex Rodríguez en los Yankees.
Es como cuando tienes un hijo: al verlo todos los días, no te vas dando cuenta cómo va progresando. Para mí era una costumbre: duré cinco años con Texeira, duré nueve años con Jeter y Rodríguez. Luego ya, cuando no estás junto a ellos, dices 'guau': en realidad yo estaba en ese infield. Tengo una foto enmarcada en mi casa donde estamos los cuatro hablando. Es uno de los grandes momentos de mi vida.
¿La realidad superó los sueños del niño que creció en San Pedro de Macorís?
Yo diría que la realidad fue superior, porque cuando eres niño y ves un pelotero en la liga de México, en Dominicana, dices: 'yo quiero ser así algún día'. Pero luego, según vas creciendo, madurando, firmas, vas viendo ya la clase de jugadores, vas sabiendo qué es la Major League Baseball, por qué es lo máximo, los jugadores que juegan en la élite, cómo se preparan, qué hacen dentro o fuera del terreno, empiezas a apreciar más el juego.
¿Qué significa que peloteros como Rafael Devers o Juan Soto se hayan referido a ti como un ídolo?
Me siento bendecido. Y es como yo le digo a muchas personas: quizás yo tuve los números de un Alex Rodríguez, un Albert Pujols, un Hank Aaron, un Barry Bonds, pero Dios me dio una bendición: un carisma que hizo que muchos muchachos jóvenes me admiraran, y eso significa para mí más que los mismos números.
¿Cicatrizó la herida de tu convulsa salida de los Mets?
Bueno, fíjate que nunca le guardé rencor a la organización en realidad. Sé que eso es un trabajo y todo algún día llega a su final, y ¿qué más que la bendición que la que he recibido de llegar aquí los Diablos Rojos?
¿Sentiste que Grandes Ligas te dio la espalda o asumiste que todo fue una consecuencia de las decisiones que tomaste?
Yo siempre digo que las cosas pasan porque Dios lo permite. Si Dios entiende que eso tenía que pasar en su momento, a lo mejor era para esto. ¿Me entiendes? 'Robinson, te necesito aquí en México de cierta manera, te voy a elogiar de cierta manera. Vas a llegar, vas a tener un antes y un después de tu carrera'. O sea, solo Dios sabe, pero como digo: Dios es el que permite que las cosas pasen, pues feliz y contento con lo que Dios permite.
Mirándolo en perspectiva, ¿la elección de Seattle como destino, en el momento en que eras casi de manera unánime el mejor segunda base de Grandes Ligas, te persiguió después?
Nunca me arrepiento de las decisiones que tomo, y vuelvo a lo mismo, otra vez: Dios te pone en el lugar correcto, a la hora correcta. Quizás, si me hubiese quedado en Yankees, nadie sabe lo que huebiese pasado con mi carrera. Dios obra de manera misteriosa, pero de verdad que le agradezco a la organización de Seattle por el trato, por demostrarme ese amor que me tenían.
¿Te obsesiona tu legado como ligamayorista?
No, al contrario, tú sabes que cada quien tiene su manera de pensar, cada quien elige lo que quiere decir, cada quien es libre decir lo que quiera. Al que dice cosas malas, bendiciones. Y al que dice cosas buenas, lo abrazas y le das las gracias. Que personas te saluden, que niños te admiren, es algo bastante grande porque tu no sueñas con nada de eso; tú solo sueñas que algun día vas a poder firmar profesional, y vas a pasar por AA y AAA hasta que tú ya entiendes lo que son las Grandes Ligas. El 80, 90 por ciento de los niños sueñan con batear un jonrón en un Juego 7 en Serie Mundial, pero la verdad es que lo ves bastante lejos.
¿Cuál es el secreto para batear .431 a los 41 años?
Tú sabes que ese secreto influye muchas cosas. Yo doy gracias a Dios que me dio una virtud: trabajar. A mí me encanta trabajar, me gusta siempre estar preparado, me gusta estar en forma, pero yo diría que el factor más grande aquí es el trato de la organización. Y el trato privilegiado comienza con el estadio en el que estamos hoy.
Coors Field palidece frente al estadio Alfredo Harp Helú como paraíso para bateadores.
Te cuentan muchas cosas, que es un estadio muy bonito y tal. Tú te lo imaginas, pero ya cuando tú luego llegas, lo ves, bateas, y ves esa afición fuera antes de los partidos, es electrizante, una cosa increíble, y esa es la motivación más grande que nosotros como jugadores queremos: salir y ver esa fanáticada que lo desea tanto o quizás más que tú, que tú hagas el trabajo porque quieren ganar.
¿Hablar de cifras maquilladas en un parque como este es exagerado o justificado?
El bateador no elige el estadio. ¿Me entiendes? ¿Por qué no todos pegan 40 (cuadrangulares)? ¿Por qué no todos ponen, por ejemplo, los número que puso Vinny Castilla en Colorado? Dicen: si Vinny Castilla estuviera en otro lugar… No. Lo hizo porque batea. ¿Entiendes? Todos nos enfrentamos a los mismos lanzadores.
Cuando Diablos Rojos te planteó la posibilidad de venir, ¿qué te sedujo realmente?
A mí me gusta jugar para ganar; a mí no me gusta ir solamente a un lugar a jugar pelota, a que pase el tiempo y ya. No. Me encanta jugar para ganar, me encantan los playoffs. Si tú te preparas para jugar 93 juegos, no tiene sentido. Tiene que prepararte para jugar alrededor de 120. Como se dice: el que gana es el que goza. Y a mí me encanta eso: la adrenalina, los momentos de presión. Hay muchas envididas a tu alrededor y pocos saben lidiar con todo eso.
Hablando de lanzadores, la leyenda del pitcher mexicano se ha cimentado históricamente a partir del lanzamiento rompiente.
Me he enfrentado a jugadores mexicanos que mueven muy bien la bola. Aquí hay un talento muy bueno. Pero la verdad es que en Grandes Ligas ves todo tipo de lanzadores. Llevo jugando 23, 24 años y tú alcanzas cierto nivel de madurez. Ya tú sabes cómo lidiar con situaciones, ver quién está lanzando, cómo lanza.
¿Se sigue soteniendo el relato de México como una liga clase AAA?
Sí, te puedo hablar de lo que he escuchado de los mismos jugadores. Me dicen que la liga ha estado mucho más fuerte, tanto el pitcheo como los jugadores de posición. En mi opinión, sí. La verdad es que veo bastante bien el nivel. Para mí es Triple A, sin duda.
Coincides, supongo, en que es una liga totalmente distinta a la que se encontró tu padre cuando vino a jugar con Rieleros.
Él siempre me decía que era una liga muy buena. Antes tiraban muy al paso, con 88, 89 millas. Pero ya estos años ves algo de 92, 93. Son años diferentes, con más competitividad. Eso es lo que nosotros los extranjeros debemos darle a esta liga.
Poca gente sabe que Aguascalientes es una ciudad muy importante para el linaje de la familia Canó: tu padre jugó en Rieleros, tienes un hermano aguascalentense y tú, siendo niño, comenzaste ahí a repartir batazos.
Recuerdo esos primeros batazos, cuando mi papá me pichaba. Hice muchos amigos en Aguascalientes y recuerdo muchos jugadores de esa época: Enrique Aguilar, el profe Valencia, los hermanos Guerrero, Remigio Díaz. Además, tengo un hermano mexicano aquí, que jugó muy poco, pero jugó.
¿Qué define la experiencia de los parques de pelota en México?
Aquí tienen algo muy, muy bueno y es que aquí el fanático viene y no se marcha del juego hasta que se termina. Recuerdo que el año pasado, en León, ibamos ganando 9-1, les pusieron una canción y todos los fanáticos de ellos seguían disfrutando. Yo decía: 'Guau, increíble'. Tú vas a otro país y si tu equipo está perdiendo en el octavo, 8 a 1, todo el mundo se marcha. Y es verdad, eso es algo algo que inspira.
¿Qué peloteros mexicanos te han dejado una grata impresión?
Aquí sí he visto jugadores como (Julián) Ornelas, el mismo (Juan Carlos) Gamboa, que juega de short stop y tiene buen swing. Yo digo que ambos. si se le da el chance, pudieran estar en Grandes Ligas. Todo tiene que ver con eso: con el chance. El beisbol es una lotería
Has insistido mucho en seguir disfrutando el juego, pero a estas alturas de tu carrera, con 42 años, resulta inevitable ponerse un poco melancólico.
No, en realidad no; al contrario, ahora lo disfruto más. Porque ahora tengo más experiencia, más madurez. Yo digo que esta tristeza vendrá cuando ya yo diga: 'No voy más'.
¿Cómo afrontas la expectativa de lo que viene después de tu monstruoso 2024, una temporada histórica y, probablemente, irrepetible?
Primero le doy las gracias a Dios por ese año pasado. Me gusta prepararme para dar lo mejor de mí. Yo sé que fue una temporada guau, que tiene que estar todo muy perfecto para tú batear .400. Son un sinnúmero de factores, no solamente cómo te prepares o qué tipo de bateador eres. Hay algo en conjunto: el trato de la organización, que te hace sentirte más libre, con más tranquilidad, menos preocupación.
Háblame de la Ciudad de México, ¿cómo se doma un monstruo de esas dimensiones?
Yo la domé muy fácil: no salía (risas). Solamente iba y venía del resturante.
Pero viéndote diría que sí has conectado emocionalmente con México como país.
Sí, claro. Y le agradezco a toda esa fanática mexicana por ese amor, ese cariño, ese aprecio donde quiera que voy. Que me saluden, que me pidan un autógrafo, para mí vale mucho.
