Día del olimpismo | Kirsty Coventry: liberación olímpica

Por Marion Reimers
Mientras ondeaba la bandera su país durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Río 2016, la nadadora de Zimbábue, Kirsty Coventry, seguramente no estaba pensando en que era prácticamente la última (su país figura al final de la lista de países participantes del movimiento aunque en aquella ocasión todavía siguieron el equipo Olímpico de Refugiados —que desfilaba por primera vez— y el anfitrión Brasil) sino en ser la primera en las pruebas de natación. Las aguas del complejo acuático instalado en el parque olímpico de Barra de Tijuca eran las únicas en las que le preocupaba nadar.
Casi diez años después su pensamiento también estaba puesto en ser la primera, pero en otro tipo de estanques. Luego de su nombramiento como Presidenta del Comité Olímpico Internacional, la agenda de la exnadadora, los desafíos que hereda así como los nuevos que tiene en puerta son motivo de agitadas conversaciones en el deporte, y ¿por qué no? la política internacional.
Históricamente, las mujeres se enfrentaron a una importante exclusión de los Juegos Olímpicos, como lo demuestra la visión despectiva del fundador Pierre de Coubertin sobre la participación femenina. “Las mujeres sólo tienen una labor en el deporte: coronar a los campeones con guirnaldas”, escribió alguna vez el tantas veces honrado barón (varón). Fue Alice Milliat, fundadora de los primeros Juegos Olímpicos Femeniles disputados en 1922 y 1926, quien ayudó a mantener viva la participación de las mujeres en la gran justa veraniega, haciendo alusión y recordando los Juegos de Hereos, disputados en la antigua grecia por mujeres pero que la historia muchas veces ha decidido convenientemente —o inconvenientemente— olvidar.
La elección de Coventry como primera presidenta en la historia del Comité Olímpico Internacional, ha derribado una muralla de 131 años que se pensaba indestructible y, por supuesto, marca un antes y un después en la historia del deporte y del olimpismo. Visibiliza el poder y la presencia de las mujeres en una de las áreas más potentes de la vida pública y refrenda el mensaje de casi paridad enviado durante París 2024. La justa de Los Ángeles 2028 será la primera que arranque con una paridad numérica. Sin embargo, existen variables cualitativas que también son importantes. A diferencia de la natación, Coventry deberá demostrar que no solamente importan los tiempos sino también las formas.
¿Qué mujeres son las que representan esta paridad? ¿Son mujeres blancas del norte global o en qué cantidad están representadas mujeres de países con muchos herederos de Pierre de Coubertin? Si pensamos que en América Latina únicamente dos de cada diez puestos de toma de decisiones en el deporte están ocupados por mujeres parece que todavía hay un largo trecho por recorrer.
Las guerras culturales y políticas también serán desafíos importantes para la exministra de deportes de su país. Los Ángeles 2028 significa su primera gran justa veraniega como mandamás del deporte mundial, pero también el desarrollo de una importante estrategia para hacer frente a la realidad política del país que encabeza Donald Trump. Invitar a la gran mesa del deporte a 206 Comités Olímpicos Nacionales en casa de quien ha buscado blindar a toda costa su casa significa una pesadilla logística y diplomática. Además, existen motivos importantes para sospechar de posibles boicots a la competencia dado el clima de guerra comercial global e incertidumbre desde el comienzo de la segunda gestión de Trump en el despacho oval.
Curiosamente es en el medio de esta serie de conflictos que adquiere especial relevancia el posicionamiento de Coventry respecto de una de las banderas más potentes de Trump para la polarización: la supuesta protección del deporte femenil.
Esas fueron precisamente las palabras del republicano al firmar uno de sus primeros decretos después de asumir el cargo en enero y prohibir la participación de las mujeres trans en competencias femeninas en febrero.
La presidenta del COI ha hablado sobre la necesidad de garantizar la equidad en el deporte femenino y mantener la integridad de las categorías femeninas. Coventry también ha expresado la opinión de que “las mujeres transgénero tienen mayor capacidad en la categoría femenina y pueden privar a las mujeres de oportunidades que deberían ser iguales”.
Ella ha afirmado que planea establecer un grupo de trabajo para abordar la mejor manera de proteger el deporte femenino. Ha manifestado su disposición a reunir a las federaciones internacionales para debatir el asunto y desarrollar un marco sobre este asunto, enfatizando que el principio fundamental debe ser la protección de la categoría femenina. Sería importante también invitar a las mujeres transgénero a la mesa y sobre todo sumar a la comunidad científica que se encuentra ajena a agendas políticas. La ciencia también tiene cargas políticas, al igual que el deporte.
Hasta el momento su postura ha sido de apoyo a la prohibición total de que las atletas transgénero compitan en la categoría femenina. Si bien su argumento se basa en la protección de la categoría femenina y la garantía de la igualdad de oportunidades para las mujeres, esta postura ha generado debate. No queda claro a quién quiere proteger de qué o con qué objetivo.
La esperanza, mía y de muchas mujeres (trans y cisgénero), es que esta protección se refiera quizás más bien a prestar especial atención a las cuestiones relacionadas con la igualdad y la seguridad de las competiciones femeninas, asignaturas pendientes desde siempre al interior del deporte femenil.
El nombramiento de Coventry marca un antes y un después en el deporte mundial y una inspiración en términos de representación para las mujeres. No obstante, el alcance de su habilidad política y la brújula de su agenda no necesariamente significan un avance para todas las mujeres. ¿Por qué? Porque en este deporte, a diferencia de la natación, hay criterios que van más allá de los números. Las formas importan.
