De 1999 a Las Vegas: Spurs y Knicks se reencuentran en una final

Dicen que este partido no cuenta. Que pase lo que pase, los números no cambiarán. Que los Knicks y los Spurs llegarán a Las Vegas con marca de 18-7 y se irán exactamente igual. Pero hay partidos que no necesitan validación estadística para sentirse importantes. Este es uno de ellos.
Para entender el peso de este cruce hay que volver al 25 de junio de 1999, cuando los San Antonio Spurs celebraron el primer campeonato de la NBA en la historia de la franquicia tras derrotar a los New York Knicks en cinco partidos. Aquella serie no solo cerró una temporada marcada por el lockout, sino que abrió una era: fue el primero de los cinco títulos de la NBA que San Antonio ganaría con el paso de los años.
Ese equipo de los Spurs estaba liderado por un David Robinson en la etapa final de su carrera y un Tim Duncan que comenzaba a marcar el camino de una dinastía. Del otro lado, los Knicks llegaban golpeados, pero firmes. Se habían convertido en el primer octavo sembrado en alcanzar las Finales de la NBA, a pesar de perder semanas antes a Patrick Ewing, el emblema de la franquicia, por un desgarro del tendón de Aquiles.
El Juego 5 fue el cierre definitivo. Avery Johnson anotó un tiro clave en el último minuto, pero Nueva York todavía tuvo una oportunidad más. Con 2,1 segundos en el reloj, Charlie Ward sacó de banda, el pase llegó tarde y Latrell Sprewell atrapó el balón debajo del aro, sin tiempo para lanzar. Así terminó la serie. Ese día fue la última vez que los Knicks jugaron unas Finales de la NBA.
Desde entonces, ambos equipos rara vez se cruzaron en escenarios de alta relevancia. Mientras los Spurs se consolidaron como una franquicia constante y ganadora durante las dos décadas siguientes, los Knicks atravesaron largos periodos de reconstrucción.
En aquel equipo de Nueva York de 1999 estaba Rick Brunson, quien pasó el partido decisivo completo en el banquillo. Nueva mil 671 días después, su hijo Jalen Brunson lidera a los Knicks en el partido más importante que han jugado frente a los Spurs desde aquella noche del 99. Del otro lado está Victor Wembanyama, otro talento generacional elegido con el número uno del draft, símbolo de una nueva etapa para San Antonio.
El escenario ahora es distinto. No se trata de las Finales de la NBA, sino de la final de la tercera edición de la NBA Cup, el torneo de mitad de temporada que nació en la campaña 2023-24, con Los Angeles Lakers como su primer campeón. En la edición 2024-25, el título quedó en manos de los Milwaukee Bucks. En esta ocasión, el trofeo se definirá entre Spurs y Knicks, con un incentivo adicional: cada jugador del equipo ganador recibirá 477.840 dólares tras la final.
Los Knicks llegan liderados por Jalen Brunson, con la posibilidad de competir por un título que la franquicia no celebra desde 1973. San Antonio, en tanto, selló su pase a la final tras vencer a los Oklahoma City Thunder por 111-109, poniendo fin a una racha de 16 victorias consecutivas de OKC y evitando que repitieran éxito tras su campeonato reciente.
La final enfrenta a dos figuras centrales de la liga actual. Brunson representa la estabilidad y el liderazgo de Nueva York; Wembanyama, el impacto inmediato y el futuro de San Antonio. El francés llega con restricciones en su carga de minutos, una variable que influye directamente en el funcionamiento de los Spurs cada vez que está o no en cancha.
Para los Knicks, el partido se presenta con ausencias en la rotación y una mayor responsabilidad colectiva. Jugadores como Jordan Clarkson y Tyler Kolek asumen un rol más visible, mientras que Mitchell Robinson aparece como una pieza clave en la lucha física cerca del aro.
No contará para el récord de la temporada regular, pero se juega en Las Vegas, una ciudad construida para las noches. Luces, pantallas gigantes y un trofeo esperando en el centro de la escena. Spurs y Knicks vuelven a cruzarse lejos de casa, en terreno neutral, con la historia observando. No es junio ni son las Finales, pero es una noche diseñada para que algo quede. En una ciudad donde todo es espectáculo, este partido vuelve a poner a dos franquicias frente a frente, con pasado, presente y un premio que, aunque no figure en los libros, nadie quiere dejar sobre la mesa.
