Donny Sands: Una casa detrás del plato

Cada noche antes de dormir, tapaba con toallas las ventanas de su coche para evitar las miradas de desconocidos y las luces de la ciudad.
Era la rutina de todos los días: ir a la escuela, en Salpointe Catholic High School, entrenar beisbol y por la tarde, cuando el atardecer caía sobre Tucson, conducía 7.4 kilómetros en su viejo Toyota Camry de 2006 hasta el Parque Santa Rita, donde otros cientos de personas sin hogar encontraban refugio en medio del frío desértico que azota las noches de Arizona.
Donny Sands era uno más entre ellos. Un muchacho que cada noche se abría paso entre mochilas, ropa, guantes de beisbol y sueños suspendidos en el asiento trasero de su coche, preparándose para resistir, una vez más, la larga noche del desierto.
Después de cuatro desalojos y la muerte de su padre a los 15 años, aquel viejo Camry era todo lo que tenía.
El sueño de llegar a Grandes Ligas
Tenía apenas ocho años cuando el pequeño Donny supo con certeza que quería ser beisbolista profesional. Así se lo prometió a su madre, Alma, cuyo nombre aún lleva escrito en los guantes que utiliza para catchar.
Todos los días, dos o tres veces, bajo el sol persistente del desierto, Donny caminaba hacia el campo de beisbol con su padre. Roger, originario de Alemania y quien echó raíces profundas en Tucson, había jugado pelota en Hardin-Simmons University, en Texas, hasta que se enlistó en el Ejército. Su amor por el beisbol, sin embargo, nunca lo abandonó, solo se transformó. Ahora, desde el dugout, guiaba a su hijo con la misma pasión con la que alguna vez corrió las bases.
Pero todo cambió un primero de enero, sin advertencia ni respiro.
Donny y su madre, Alma, habían pasado las fiestas navideñas en México, el país que vio nacer a su familia materna. Estaban hospedados con unos parientes, esperando que Roger se reuniera con ellos para emprender el viaje de vuelta. Nunca llegó. Un infarto silencioso se lo llevó a los 50 años y trastocó la vida de todos aquel primero de enero de 2012, cuando Donny tenía apenas 15 años.
En los días que siguieron, la vida se volvió bruma. Lo único que Sands quería hacer era ir al campo de beisbol, pero la ausencia de su padre era, si acaso posible, más evidente ahí.
La pérdida dejó a la familia desamparada. Alma, su madre, batalló para mantenerse a flote en Tucson. Tomaba trabajos esporádicos —limpiezas, encargos, cualquier cosa— y en los meses más duros apenas lograba reunir $200 dólares. El dinero se evaporaba con rapidez, y en poco tiempo fueron desalojados una y otra vez. Donny recuerda haber tenido que mudarse al menos en cuatro ocasiones. Alma, sin más remedio, regresó a México, donde su familia la ayudó a encontrar trabajo.
De vez en cuando volvía a Tucson para ver a su hijo. Eran viajes de ida y vuelta.
Donny se quedó solo. Pero no olvidó aquella promesa que le hizo a su madre cuando solo tenía 8 años y siguió trabajando para lograrlo. Después de todo, era Alma la que todos los días ponía alarmas de 5 minutos para lanzarle frijoles pintos a su hijo, que con un palo de escoba en la mano intentaba hacer contacto con las legumbres. La dificultad aumentaba a medida que los años pasaban y Donny se volvía mejor jugador. Las últimas veces, si Sands abanicaba a un lanzamiento, reiniciaban el cronómetro y empezaban de nuevo.
“Le lanzaba porque batear frijoles es una buena práctica, lo hacíamos todos los días y se volvió bastante bueno”, le dijo Alma al Albuquerque Journal.
Una casa, un carro
Después de la muerte de su padre, Donny Sands encontró refugio en un campo de beisbol. La familia regresó a Tucson y Donny entró a un campo de beisbol usando unas zapatillas para futbol de color morado. Cuando empezó a batear, llamó la atención de Vic Acuña, uno de los instructores del campo. "No tenemos ni un peso, nada, pero este chamaquito tiene mucha hambre de jugar beisbol", le dijo la familia de Sands al entrenador.
“Por suerte, entró por mi puerta, pudimos usar el beisbol como terapia”, le dijo Acuña a The Athletic.
Unos meses antes del draft de 2015, la ansiedad que lo consumía desde la muerte de su padre, regresó para atormentarlo una vez más. En los últimos meses había jugado torneos y torneos de exhibición para los scouts, sabía que había varios equipos interesados en él, pero también había recibido una beca de la Universidad de Nuevo México.
La noche antes del Draft de MLB, no pudo dormir.
Al día siguiente dejó a su madre en el trabajo, como todos los días, y regresó a su casa para esperar alguna llamada. Se paseaba de un lado a otro, con el teléfono en una mano y el bat en otra, viendo el Draft en MLB Network. El teléfono por fin sonó .
– ¿Quiénes eran? – Preguntó una voz después de que Donny colgó la llamada.
– Los Yankees
– ¿Dijeron que en la próxima ronda?
– Sí – contestó Sands.
El anunció finalmente llegó. “Los Yankees seccionan al jugador número 6480, Sands, Donny, tercera base de Salpointe Catholic High School en Tucson, Arizona”. Donny, incrédulo, se llevó las manos a la cabeza. Agarró el coche y condujo de vuelta hasta el trabajo de su madre.
“Felicidades papi”, le dijo Alma mientras ambos se fundían en un abrazo eterno.
Los Yankees seleccionaron a Sands —un empedernido fanático de sus archirrivales, los Boston Red Sox— con el pick número 243 en la octava ronda del Draft de MLB de 2015. Poco después, el equipo le ofreció $100 mil dólares como bono de firma. Donny, ingenuo, creyó que era lo suficiente para retirarse.
Lo primero que hizo fue comprarle a su madre una casa y un auto nuevo, un lujoso Mercedes Benz que era la excusa perfecta para deshacerse de una vez que aquel Toyota Camry de 2006 que ya los había visto pasar tantos malos ratos.
"El dinero del beisbol siempre me ha importado pero por una cosa: tener a mi mamá (económicamente) estable", dijo Sands.
Tres semanas. Ese fue el tiempo que le tomó a Sands convencer a su madre de vender su coche. Después de regalarle un Mercedes, la decisión parecía bastante fácil, pero para Alma no lo fue. El Mercedes quedó estacionado frente a la casa, mientras ella seguía al volante de su viejo coche desvencijado.
No era cualquier coche: había sido testigo de los días más duros. En él, Donny enfrentó los cuatro desalojos que sufrió su familia y durante siete largos meses fue también lo único que tuvo para resistir al frío desértico de Tucson en el Parque Santa Rita. Pero era momento de voltear la página.
Finalmente llegó el día, y el Camry se vendió por dos mil dólares.
El gran día
Incluso después de su firma, el trabajo seguía siendo arduo para Donny, una carga diaria que pesaba tanto como sus propios anhelos. El sueño, aunque aún sin alcanzar, comenzaba a perfilarse con nitidez en el horizonte.
Lejos de casa, bajo el sol implacable de Florida, empezó los entrenamientos con su nuevo equipo, pero solo un año después de empezar a jugar beisbol como profesional, le hicieron una propuesta que cambiaría su vida: pasar de tercera base a ser catcher, una de las posiciones más difíciles, rudas y demandantes del juego.
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“Estuve fatal. Creo que todavía tengo el récord de bolas pasadas en Clase A Baja", dijo Sands. En su primera temporada detrás del home plate, en 2016, tuvo 14 passed balls en 20 juegos. Entre ejercicios con los ojos cerrados y una temporada baja sin descansos, Donny fue transformando la torpeza en destreza. Y logró convertirse en catcher, pero los cambios siguieron.
En 2021 fue cambiado a Philadelphia y un año después, frente a su madre, amigos y familiares, hizo su debut en las Grandes Ligas el 2 de septiembre de 2022. Después de tres juegos en MLB, fue cambiado a los Tigres de Detroit y eventualmente a los Gigantes de San Francisco.
Su paso por Las Mayores ha sido – hasta ahora – efímero, pero cualquier reto que se avecine parece pequeño en comparación con todo lo que ha superado. Sands es un sobreviviente de la adversidad, de la intemperie, del dolor prematuro.
LA BOOOOMBAAAA DE SANDS🚀🚀🚀 pic.twitter.com/ZiYwR1rfwF
— Charros de Jalisco🤠 (@charrosbeisbol) June 5, 2025
“Cuando la gente tiene problemas en el beisbol... es solo beisbol. Así es la vida. Te vas de 4 - 0 y es beisbol. Es un juego. No voy a dormir en mi coche. Si superé eso, puedo superar esto. Perdí a mi padre. Puedes pasar por muchas otras cosas peores que irte de 4 - 0”, le dijo Sands al Philadelphia Inquirer.
Donny ahora brilla con los Charros de Jalisco en la Liga Mexicana de Beisbol, en la tierra que vio nacer a su madre, Alma, esa mujer incansable que limpió casas y cruzó fronteras para sostener sus sueños y cuyo nombre lleva grabado en su mascota.
