Fernando Valenzuela y el arte imposible de su tirabuzón con el cual ganó en la Serie Mundial

El screwball de Fernando Valenzuela fue acto de rebeldía biomecánica envuelto en la indumentaria de los Dodgers.
Te puede interesar: Fernando Valenzuela, el santo de Chávez Ravine
Su ascenso fugaz en 1981 desafió la tendencia del beisbol hacia la velocidad pura, que comenzaba a dominar la MLB; fue el screwball —o tirabuzón— lo que lo llevó a la cima, un lanzamiento que en la era moderna era considerado un arma casi prohibida. El zurdo mexicano, con su ritual de mirar al cielo antes de cada pitcheo, se convirtió en el custodio de una técnica maldita.
Aquel Otoño de 1981 lo cambió todo. En el Dodger Stadium, en el Juego 3 de la Serie Mundial, Fernando Valenzuela, de apenas 20 años, tomó la pelota y se subió al montículo en lo que más tarde sería considerado uno de los juegos más icónicos de su carrera. Lanzó la ruta completa ante los Yankees de New York —que entonces iban arriba en la serie 2-0—, devolvió a los Dodgers a la contienda y alzó a un muchacho del norte de México al panteón de los inmortales del beisbol.
Las fotografías de esa noche, publicadas por Sports Illustrated, capturaron el último capítulo de una temporada que se convirtió en un fenómeno cultural y un lanzamiento que alteró para siempre la geometría del beisbol.
Antes de Valenzuela, la historia del screwball estaba marcada por el éxito y el trauma, encarnado por figuras como Carl Hubbell, quien, tras dominar las Grandes Ligas con este lanzamiento, vio cómo su codo se torcía y se atribuía la lesión directamente a la antinaturalidad del giro.
El folklore del beisbol sentenció al tirabuzón como un asesino de carreras. Sin embargo, la ciencia moderna, y la propia trayectoria de El Toro, sugieren que la pronación extrema requerida para lanzar el screwball no es intrínsecamente más dañina que el esfuerzo de otros lanzamientos; el verdadero depredador de la longevidad de lanzadores como Hubbell fue, en realidad, una carga de trabajo desmesurada.
El camino de Valenzuela a la maestría fue inusualmente expedito. Los Dodgers, al evaluarlo, concluyeron que su recta —que se estimaba entonces en unas 92 millas por horas— carecía de la explosividad necesaria para triunfar en la élite, por lo que requería un lanzamiento de cambio letal.
El encargado de enseñarle la técnica en 1979 fue su compañero de equipo, el lanzador Bobby Castillo, quien al igual que Valenzuela, también había sido firmado por Mike Brito. La anécdota cuenta que Fernando dominó el screwball en solo “cerca de 10 minutos” , un aprendizaje relámpago que lo catapultó a las Grandes Ligas en menos de un año.
La letalidad del lanzamiento residía en su decepción y en su movimiento inverso.
Valenzuela utilizaba un agarre de dos dedos —índice y medio—, similar a su recta, lo que le permitía ocultar la naturaleza del lanzamiento hasta el último momento. El giro se lograba mediante una violenta rotación interna de la muñeca y el antebrazo. ¿El resultado? Un pitcheo que rompía en la dirección opuesta a la curva tradicional.
¡Cinco ponches consecutivos! 💥
— MLB Español (@mlbespanol) July 10, 2025
En 1986, Fernando Valenzuela puso la casa a temblar en el Juego de Estrellas, igualando un récord que aún se mantiene vigente. 😤🔥 pic.twitter.com/EFxDWfQXEU
La velocidad del mítico lanzamiento de Valenzuela era de 81mph aproximadamente y la diferencia de once millas con su recta, desmantelaba por completo el timing de los bateadores, obligando a figuras de élite como Lou Piniella a comprometerse, o ser ponchados por una ruptura que sabían que venía, pero que no podían tocar.
Con los años, el screwball desapareció del repertorio moderno, sepultado por la obsesión estadística del spin rate y la velocidad; era demasiado costoso, demasiado peligroso, demasiado humano. Y sin embargo, el eco de Valenzuela persistió.
La sombra de su leyenda y la de su screwball se extiende hasta el diamante contemporáneo. El pitcheo es tan raro que, hasta hace muy poco, el relevista de los Dodgers Brent Honeywell era uno de los pocos lanzadores activos en emplearlo en las Grandes Ligas. Su screwball, lanzado a más de 83 mph y con más de 2,000 revoluciones por minuto, es un homenaje directo al mexicano que lo reinventó todo.
El icónico tirabuzón, nacido del giro imposible de una muñeca que desafía al cuerpo, es el legado de un zurdo que miraba al cielo antes de retar al universo.
Fernando Valenzuela, Screwball (home plate view, without & w/o a tail). pic.twitter.com/PVinhYY3IJ
— Rob Friedman (@PitchingNinja) January 31, 2020
