La historia de cómo Dusty Baker le dio el sí a la Selección de Nicaragua

Ocho minutos. Esa es la distancia que separa las casas de Marvin Benard y Dusty Baker en los extensos valles de Sacramento, California, donde el horizonte sin sobresaltos parece huir de las colinas intransigentes de San Francisco. Fue allá, en los sinuosos relieves de La Bahía, donde, hace 32 años, nació la amistad entre ambos, cuando Baker dirigía a los Giants y Benard apenas despuntaba como un joven pelotero que soñaba con alcanzar las Grandes Ligas.
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Ocho minutos también es la minúscula brecha entre lo cotidiano y lo insólito; entre una cena informal y una decisión que reconfigura el tablero del beisbol internacional: el reciente nombramiento de Baker como manager de la Selección de Nicaragua para el Clásico Mundial de Beisbol 2026.
Y todo comenzó en la intimidad doméstica.
Marvin Benard, exjardinero de Grandes Ligas nacido en la Costa Caribe de Nicaragua y actual gerente general de la selección nacional de beisbol, recibió en su hogar a Norchad Omier, basquetbolista de los Cleveland Cavaliers oriundo de Bluefields, la misma ciudad que vio nacer a Benard.
El visitante tenía un anhelo modesto: conocer al mito, la leyenda, el séptimo manager con más victorias en la historia de las MLB con 2,183: Johnnie B. “Dusty” Baker. Marvin y Dusty se conocían desde hacía décadas, cuando Benard —que jugó toda su carrera en Grandes Ligas con los San Francisco Giants— fue dirigido por Baker en los años noventa.
Tomó ocho minutos llegar y la visita, que en su origen no tenía más pretensión que la de estrechar las manos, terminó en una decisión que podría cambiar la historia del beisbol nicaragüense.
En la atmósfera de una cena distendida, Marvin Benard se permitió un atrevimiento, una suerte de salto al vacío.
— ¿Por qué no venís a ser el manager de la selección de Nicaragua para el Clásico?
“Yo lo tiré así por tirarlo sin esperar nada”, cuenta Marvin en entrevista con Sports Illustrated México. Baker, un ícono viviente del beisbol, lo miró entre divertido y desconcertado. No hubo un rechazo inmediato. Fue más bien una pausa, una suerte de duda fértil. “Dame unos cuantos días”, replicó.
La idea, planteada con desparpajo, empezó a materializarse. “Él me llama a los dos días y me dice: Ok, dale”, cuenta Marvin. Cuando Dusty finalmente dijo que sí, Marvin telefoneó al presidente de la Federación Nicaragüense de Beisbol Asociada, Nemesio Porras. Al otro lado de la línea, el silencio fue un sobresalto: “Se quedó en shock”, rememora el ex pelotero. Y con razón.
Dusty Baker will manage Team Nicaragua in the 2026 #WorldBaseballClassic! pic.twitter.com/CZGgckKX1Z
— MLB (@MLB) July 28, 2025
Cinco meses después, los acuerdos estaban firmados. El nombramiento este lunes 28 de julio —en el aniversario del Juego Perfecto de Dennis Martínez— sorprendió a propios y extraños, porque Baker, claro, no será un manager más. Él es, en sí, una institución del beisbol. Un tótem.
Dusty ha caminado entre las líneas de cal durante décadas y su sola presencia basta para elevar la estatura del dugout. Campeón de la Serie Mundial con los Astros en 2022, tres veces Mánager del año, el primero en llevar a cinco equipos distintos a la postemporada —incluidos los inolvidables Giants de Barry Bonds y los Cubs de Sammy Sosa—, Baker dirigió más de 4 mil juegos en MLB y ganó más de la mitad de ellos.
Pero más allá de los números, está el aura de sabio. Lleva siempre un palillo entre los dientes, porque es un hombre de rituales y códigos firmes que mastica las derrotas y victorias con igual paciencia.
Para Marvin, Dusty Baker es mucho más: es un maestro.
Su relación se remonta a los años noventa, cuando Benard, entonces jugador de Ligas Menores, se presentó ante el veterano con una frase de juventud insolente: “Yo voy a jugar en las Grandes Ligas porque mis iniciales son MLB (Marvin Larry Benard)”, le dijo. Baker lo acogió, como lo ha hecho con miles de novatos que tienen el mismo anhelo que él alguna vez también tuvo.
Legendary career for Dusty Baker 👏
— FOX Sports: MLB (@MLBONFOX) October 26, 2023
▫️ 26 seasons
▫️ 2,183 career wins
▫️ 3 pennants
▫️ 3x Manager of the Year
▫️ 2022 WS Champion 🏆 pic.twitter.com/cfOKdsr0Q1
Le enseñó que el beisbol no es solo una suma de batazos, que los turnos de varios pitcheos, aunque terminen en outs, son una forma de resistencia. “Lo importante fue que llegaste, te fajaste, peleaste y sí te ganó, pero lo hiciste trabajar”, le decía.
Una vez, Marvin le mintió. “No recuerdo sobre qué”, dice, pero sí recuerda la reacción de Dusty: serena, decepcionada, firme. “Siempre voy a estar en tu esquina, pero necesito que seas honesto”, le respondió, con el gesto calmo de los hombres sabios.
Bernard lo recuerda como aquel hombre que una vez lo llevó a un restaurante de soul food en Atlanta, durante una serie de visita de los Giants. Sin saberlo, se vio rodeado de tres señores ilustrados que diseccionaron al equipo rival, los Braves, como verdaderos eruditos de la pelota.
—¿Sabes cuánto le cuesta eso al equipo? —preguntó Dusty—.
— Ciento cincuenta mil dólares al año— replicó él mismo, con una sonrisa pícara.
Ese es el hombre que hoy se sienta al timón de Nicaragua.
Para Benard, su sola presencia es un imán. Puede atraer a peloteros renuentes como Mark Vientos, quien ha manifestado su preferencia por representar a tres países antes que a Nicaragua. “A nosotros nos gustaría que sucediera algo así. Mark, como sabes, tiene cuatro países como opción (República Dominicana, Estados Unidos, Puerto Rico y Nicaragua). Eso sería algo bonito que él haga su decisión y que diga ‘bueno, voy a ir a jugar con Dusty’ porque, mira, mi carrera entera yo jugué con él. Y para mí fue algo especial. Todo un pelotero que se pone de parte de él entiende por qué”, explica el ex pelotero de los Gigantes de San Francisco.
Nicaragua, por supuesto, no se ilusiona con coronas y tampoco se embriaga con pronósticos. Pero sí cree. Cree como se cree en los milagros discretos. Como se creyó en 1980, cuando un puñado de universitarios estadounidenses derrotó a la URSS —la máxima potencia del hielo— en hockey durante los Juegos Olímpicos de Invierno. “El Miracle on Ice”, evoca Marvin.
Dusty Baker no tiene ya nada que probar. Pero Nicaragua sí. Y tal vez en esa disonancia esté el verdadero encanto de esta historia: un país hambriento de protagonismo y un viejo sabio dispuesto a regalar su última función. El escenario es el Clásico Mundial. Pero el verdadero espectáculo comenzó mucho antes, en una calle tranquila de Sacramento, a solo ocho minutos de distancia, en una cena que empezó para cumplir un capricho.
