De 1967 a 2025: La Ciudad de México volvió al Infierno de los Diablos Rojos

Esta temporada los Diablos Rojos superaron el récord de asistencia de 1967. Un hito que resucita la esencia de una época dorada y reafirma la profunda conexión de la afición capitalina con el beisbol.
El Estadio Alfredo Harp Helú, inaugurado en 2019, ha sido clave en el resurgimiento del beisbol en la Ciudad de México
El Estadio Alfredo Harp Helú, inaugurado en 2019, ha sido clave en el resurgimiento del beisbol en la Ciudad de México / Enrique Gutiérrez, Diablos Rojos

No hay memoria más fiel que aquella que se teje con el hilo invisible de los afectos. Y en el beisbol mexicano hay lugares —raros, pero sagrados— que evocan la forma más pura de la nostalgia. El Parque del Seguro Social pertenece a esta estirpe de espacios imborrables. 

Desaparecido para siempre del mapa de la Ciudad de México, el coloso de cemento y butacas de color de la Colonia Narvarte sigue habitando la memoria colectiva de quienes vivieron bajo su sombra, los mejores días del beisbol capitalino

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No es de extrañarse, entonces, que el récord de asistencia de los Diablos Rojos del México se haya establecido durante aquellos días del fervor capitalino y se haya mantenido intacto durante más de medio siglo. Hasta hoy. 

En 2025, el equipo capitalino alcanzó un hito que, durante décadas, pareció intocable. El Estadio Alfredo Harp Helú, ese moderno coloso que los acoge desde 2019, fue testigo de la ruptura de un récord de asistencia que permanecía intacto desde 1967. Durante la temporada regular del Centenario de la Liga Mexicana de Beisbol, la afición escarlata congregó a 592,153 personas, superando con gran amplitud el récord anterior de 536,743. Lo más impresionante de todo es que este logro se alcanzó en solo 41 juegos, frente a los 63 partidos que requirió la marca de hace casi seis décadas. 

Un símbolo de la renovada fidelidad del pueblo de la Ciudad de México

El resurgir del béisbol mexicano, y en particular de los Diablos Rojos, se puede entender como una consecuencia directa de varios factores que se entrelazan a lo largo de los últimos años. 

Uno de los momentos más trascendentales fue, desde luego, el tercer lugar de la selección mexicana en el Clásico Mundial de Beisbol, en 2023, un logro, que demostró la calidad y el carácter de los peloteros nacionales —en contraste con la desafortunada participación de la Selección Nacional de Futbol en la Copa del Mundo de Qatar— y desató el fervor de propios y extraños por el beisbol. 

Pero el punto de inflexión más importante fue sin duda la construcción del Estadio Alfredo Harp Helú, el coloso moderno, innovador y espectacular, inaugurado en 2019, que se erigió como el nuevo infierno de los Diablos, quienes, tras la demolición del Parque del Seguro Social en el año 2000, emprendieron un peregrinaje forzado de 20 años. 

A finales del Siglo XX, el equipo se mudó al Foro Sol y eso trajo una inevitable dosis de desencanto. Aquella no era una casa hecha para el béisbol, sino un recinto adaptado, sin alma ni memoria. Poco después, los Diablos se fueron al Fray Nano antes de erigir, por fin,su nueva casa en el oriente de la ciudad, el Estadio Alfredo Harp Helú. 

La conexión entre la afición capitalina y el beisbol nunca se rompió por completo, pero los últimos años han sido clave para revivirla: además de establecer una profunda conexión con sus fanáticos dentro y fuera del recinto, los Diablos —Campeones de la Serie del Rey en 2024— han tenido un excepcional rendimiento en el campo.

Aquellos días de 1967

Volver al pasado es, a veces, imperativo para entender el presente. 

En 1967, la Liga Mexicana de Beisbol vivía uno de sus momentos de mayor esplendor. Ese mismo año, el beisbol mexicano alcanzó un reconocimiento internacional que no había tenido antes. La LMB fue catalogada como Clase Triple A por el beisbol organizado de Estados Unidos, lo que incrementó, durante los años siguientes, el prestigio y la competitividad del circuito. 

Aunque algunos cambios llegaron algunos años antes, como resultado del gran salto a la modernidad que dio la LMB en 1955.

El equipo de los Diablos Rojos del México el 1 de junio del año 2000, durante el último juego del Parque del Seguro Social
El equipo de los Diablos Rojos del México el 1 de junio del año 2000, durante el último juego del Parque del Seguro Social / Liga Mexicana de Beisbol

El Parque del Seguro Social, inaugurado en 1955, se convirtió durante los años siguientes —hasta su demolición en el año 2000— en el epicentro del renacer del Rey de los Deportes. Situado en el corazón de la ciudad, a solo unos pasos del metro Centro Médico, el inmueble se encontraba en una ubicación inmejorable, accesible para los millones de habitantes de la capital. 

En ese año también nacieron los Tigres Capitalinos. Fundados por el magnate Alejo Peralta, el equipo aportó una nueva rivalidad a la Ciudad de México, una tensión competitiva que aglutinó a los fanáticos y le dio una nueva dimensión al beisbol capitalino. En la década de los sesenta los Tigres —ahora en Quintana Roo— fueron campeones de la LMB en 1960, 1965, 1966; mientras que los Diablos conquistaron el título en 1964 y 1968. 

Fueron años en los que las líneas de cal eran testigos de los años de gloria de grandes jugadores como Héctor Espino, el eterno “Superman” de los Sultanes de Monterrey que deslumbraba a la afición nacional con su maestría en la caja de bateo.

La pasión por los Diablos Rojos es una llama que nunca dejó de arder.

Con el Estadio Alfredo Harp Helú como nuevo santuario, el equipo se conecta nuevamente con una afición que, a través de los años y las transformaciones, ha mantenido viva la esencia del béisbol en la Ciudad de México.

"Vamos todos al Parque, a ver a los Diablos ganar..."


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Alejandra González Centeno
ALEJANDRA GONZÁLEZ CENTENO

Reportera y creadora de contenido en Sports Illustrated México.