REVISTA | Carlos Slim Domit, sobre ruedas

La experiencia de ver competir a leyendas en México no sólo alimenta su pasión por el deporte motor, también sembró la semilla de lo que más tarde se convertiría en un ambicioso proyecto nacional que atravesó fronteras.
Carlos Slim Domit, un gran apasionado del automovilismo
Carlos Slim Domit, un gran apasionado del automovilismo / Foto: Diego Álvarez Esquivel

Carlos Slim Domit deja la solemnidad empresarial. Es un hombre educado y formado en las grandes ligas del mundo corporativo, luce relajado, se muestra atento y bromista: “Todos empezamos con cochecitos y podemos patear un balón, a algunos no se nos da muy bien lo del balón”.

Su oficina es su espacio más íntimo. Ahí se observan varias de sus pasiones, pero sobresale lo relacionado con el automovilismo: “Desde niño me gustaron las carreras, eso está claro”, dice con una sonrisa contagiosa, después de observar su colección de cascos de varios pilotos emblemáticos en la historia de este deporte, entre los que destacan uno del mexicano Ricardo Rodríguez, piloto de Fórmula Uno con Ferrari en 1961-62 y otro de Juan Manuel Fangio, cinco veces campeón de la máxima categoría en los años 50.

Vestido con camisa azul, con mangas arremangadas, el empresario comparte el origen de su frenesí: “Uno de los primeros recuerdos que tengo es cuando corría Mario Andretti en la Fórmula Uno. Corría, según yo, con la bandera de Italia; yo pensaba que era la bandera de México, tendría unos ocho años”, comparte entusiasmado el responsable de un conglomerado de empresas valorado en 78 mil millones de dólares.

Gracias a esa confusión infantil su pasión se desarrolló. Carlos recuerda que su emoción por el automovilismo se hace más profunda cuando trabaja en eventos deportivos en el área de promociones en una de las compañías del grupo empresarial.

De Andretti a Senna

Mario Andretti, único piloto en ganar un campeonato de la Fórmula Uno (1978), las 500 Millas de Indianápolis y las 500 Millas de Daytona, robó su atención en la infancia; pero en su adolescencia el hombre por el cual su devoción hacia el automovilismo alcanzó límites de emoción fue Ayrton Senna. 

El brasileño apareció en la Fórmula Uno en 1984, con el modesto equipo británico Toleman y su impacto en el deporte fue inmediato al lograr tres podios, uno de ellos el memorable segundo puesto en el GP de Mónaco, por detrás del francés Alain Prost, a quien estaba por dar alcance cuando la carrera fue suspendida por una lluvia torrencial. “Empezó a sorprender a todo el mundo, sobre todo en la carrera de Mónaco”, recuerda Slim Domit, quien cuando vio competir al brasileño quedó fascinado. 

La admiración se dio a primera vista y no se equivocó. El piloto nacido en Sao Paulo conquistó tres campeonatos mundiales con McLaren (1988, 1990 y 1991) y sumó 41 victorias en 161 Grandes Premios, antes de perder la vida trágicamente a los 34 años tras un accidente en el GP de San Marino (Imola, 1994).

Slim cierra con lentitud los ojos y aspira hondo. Recuerda aquel 1986, un año inolvidable para México y su ciudad capital. El 29 de julio Diego Armando Maradona había levantado la Copa FIFA en el estadio Azteca, y tan solo tres meses después, el 26 de octubre, frente a más de 100 mil espectadores, una multitud para una carrera de automovilismo, se producía la largada en el GP de México, que volvía a este país tras una ausencia desde 1970, gracias al entusiasmo y exitosa gestión de José Abed, entonces presidente de la Federación Mexicana de Automovilismo.

“Fue la familia Abed la que hizo posible el regreso de la Fórmula Uno a México”, recuerda. Con el retorno de la F1 a nuestro país, durante seis años (1986-1992) México ve desfilar pilotos de hazañas inmortales: “Todos fueron leyendas”, dice con entusiasmo antes de recitar nombres como Ayrton Senna (Brasil), su gran rival Alain Prost (Francia), Nigel Mansell (Gran Bretaña) y Gerhard Berger (Austria).

“Fueron años icónicos de la Fórmula Uno y una etapa increíble la que trajo la familia Abed a México. Creo que fue el inicio para muchos de nosotros; comenzamos a ver al automovilismo como un evento internacional de gran magnitud y sucedía en nuestro país”, añade el hombre a quien pocas cosas parecen sorprender.

Dos de tres sueños cumplidos

La experiencia de ver competir a leyendas en México no sólo alimenta su pasión por el deporte motor, también sembró la semilla de lo que más tarde se convertiría en un ambicioso proyecto nacional que atravesó fronteras.

En 2002, ya posicionado al frente del Consejo de Administración de América Móvil y posteriormente de Grupo Carso, Slim decidió dar el salto. Fundó la Escudería Telmex con objetivos que entonces parecían casi utópicos.

–Tiene tres sueños: un piloto mexicano en la Fórmula Uno, un Gran Premio en México y un Campeón del Mundo.

“Sí, la intención siempre fueron las tres cosas. Creo que también fue un proceso, no fue que un día se nos ocurrieron esas tres cosas. Fue un proceso desarrollándose con el tiempo. Originalmente la apuesta era IndyCar”, evoca el empresario, que también tiene otra pasión: le agrada ser DJ. “Después buscamos abrir la puerta hacia Europa. La verdad es que durante esos años cometimos muchos errores y aprendimos mucho de ellos”, confiesa con mirada reflexiva.

Como miembro del Panel de Alto Nivel para Seguridad Vial de la FIA, Slim Domit fue determinante para que Sergio “Checo” Pérez asegurara un asiento en Sauber, en 2011, y así se cumplió el primer sueño. El segundo se materializó en 2015, cuando después de intensas negociaciones, el Gran Premio de México regresó tras dos décadas de ausencia. La trayectoria de Pérez, con seis victorias y 39 podios en 281 Grandes Premios, culminó con un histórico subcampeonato en 2023.

Ahora el reto de Slim será negociar, junto a Checo, si podría regresar a la Fórmula Uno en 2026 o si su tercer anhelo quedará en pausa hasta que llegue otro mexicano al Gran Circo.


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Mario Palafox
MARIO PALAFOX

Editor SR en Sports Illustrated México. 25 años de experiencia en medios. Ha cubierto 4 Copas del Mundo, Juegos Olímpicos, Fórmula Uno, NBA, NFL.