Cruz Azul aguanta, reacciona y sale vivo rumbo al Volcán

La Máquina sobrevivió a sus propios errores, al empuje felino y al sufrimiento de su afición para sellar un empate que mantiene vivo el sueño de la final navideña. Tigres había tomado el control, el estadio enmudecía y la eliminación parecía asomarse, pero un penal del Toro Fernández cambió la historia y dejó la serie en suspenso.
Un gol de Ángel Correa y un penal de Gabriel Fernández definieron el empate en CU, donde ambos equipos se quedaron a medio camino de la ventaja.
Un gol de Ángel Correa y un penal de Gabriel Fernández definieron el empate en CU, donde ambos equipos se quedaron a medio camino de la ventaja. / MANUEL VELASQUEZ/GETTY IMAGES

Cruz Azul sufrió, resistió y al final respiró. La Máquina igualó 1-1 ante Tigres en la ida de las semifinales del Apertura 2025, en un Estadio Olímpico Universitario que pasó de la frustración al desahogo gracias a un penal bien cobrado por Gabriel “Toro” Fernández. La serie, intensa y marcada por momentos dramáticos, se definirá el próximo sábado en el Volcán, donde se sabrá si habrá o no final navideña.

Cruz Azul sobrevivió a una noche que empezó torcida. El empate ante Tigres no solo mantuvo viva la semifinal del Apertura 2025, sino que dejó la sensación de que la Máquina, aun cuando sufre, todavía sabe levantarse cuando parece condenada.

Apenas habían pasado dos minutos cuando el destino amagó con arrollar a los celestes. Una mala salida de Jesús Orozco Chiquete abrió un abismo en la defensa y Tigres se lanzó con voracidad. Ángel Correa probó con un cabezazo que obligó a Andrés Gudiño a convertirse de inmediato en héroe.

El rebote cayó en los botines de Jorge Sánchez, que increíblemente falló, luego en los de Fernando Gorriarán, cuyo disparo se estrelló en el poste como si el arco mismo se negara a rendirse. Fueron segundos de angustia que, de algún modo, sostuvieron a Cruz Azul cuando ni siquiera había entrado en el partido.

Después de ese sobresalto, el encuentro se apagó. Las tribunas se impacientaron, la pelota se volvió pesada y la Máquina, imprecisa, parecía atrapada en la telaraña felina. El silbatazo del medio tiempo llegó entre abucheos que revelaban el fastidio de una afición que esperaba mucho más de su equipo.

El complemento trajo un leve despertar. Cruz Azul tardó 49 minutos en ensayar su primer disparo con dirección al arco, un reflejo fiel del dominio que Tigres había ejercido. Y aunque Gudiño volvió a salvar al 52’ frente a Brunetta, el golpe llegó al 61. Fue Ángel Correa quien, tras una serie caótica de rebotes, hundió la pelota en la red y silenció de golpe a un estadio que presintió lo peor.

Tigres olía la ventaja, la acariciaba, la administraba. Cruz Azul, en cambio, parecía extraviado, hasta que el destino cambió de rumbo en una jugada tan inesperada como decisiva. Un disparo de Ignacio Rivero pegó en la mano de Marco Farfán dentro del área. El silbante, sin titubeos, señaló el penal. Gabriel “Toro” Fernández tomó el balón, respiró hondo y lo envió al fondo con una frialdad que contradecía el temblor del estadio. La explosión de la tribuna fue más alivio que festejo: era el empate, era seguir con vida.

Todo había empezado con un mosaico que cubrió las gradas: tonos azules, blancos y rojos formando una frase que retumbaba en el ambiente —“Rey de la Región”— recordándole al equipo su reciente título de la Concacaf Champions Cup. El recibimiento era majestuoso, pero la noche pronto se tornó tensa. Incluso el comportamiento de la afición tuvo que ser corregido desde el sonido local, que pidió frenar el grito discriminatorio dirigido a Nahuel Guzmán, un viejo fantasma que aún persiste en las gradas mexicanas.

Tigres también enfrentó sus propias sombras. Nico Ibáñez, con molestias musculares, pidió el cambio antes del descanso. La salida del delantero alteró los planes de Guido Pizarro y dejó a los felinos sin uno de sus hombres clave para presionar arriba.

Al final, lo que pudo ser un golpe devastador para Cruz Azul terminó siendo un resultado que aún lo mantiene en la pelea. La Máquina salió viva, herida pero entera, sostenida por Gudiño al inicio y resucitada por el Toro en el tramo final. Fue una noche de quiebres y redenciones, de angustia y de alivio, de un equipo que todavía no renuncia a la posibilidad de una final navideña.

El sábado, en el Volcán, se sabrá si esta historia era apenas un prólogo o si este empate heroico fue, en realidad, el primer ladrillo de algo más grande.


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Mario Palafox
MARIO PALAFOX

Editor SR en Sports Illustrated México. 25 años de experiencia en medios. Ha cubierto 4 Copas del Mundo, Juegos Olímpicos, Fórmula Uno, NBA, NFL.