Mundial 2026: la fiesta entre muros y fronteras

Gianni Infantino visitó México y aseguró que los tres países organizadores del Mundial 2026 “trabajan muy bien juntos”. Lo que no dijo el presidente de la FIFA, es que también han tenido tensiones recientes. El Mundial de 2026 se jugará en México, Estados Unidos y Canadá. El balón viajará sin visas ni pasaportes, pero deberá sortear las aduanas políticas.
Gianni Infantino visitó a la presidenta Claudia Sheinbaum para entregarle un boleto a la Copa del Mundo de 2026
Gianni Infantino visitó a la presidenta Claudia Sheinbaum para entregarle un boleto a la Copa del Mundo de 2026 / AFP

Acompañado de su eterna y diplomática sonrisa, Gianni Infantino, jefe maximo de la FIFA, visitó Palacio Nacional. Ahí, llenó de elogios a la presidenta Claudia Sheinbaum y le regaló “el primer boleto del Mundial”. Horas después, en entrevista con Enrique Acevedo, Infantino aseguró que los tres países que organizarán el Mundial de 2026 “trabajan muy bien juntos”. Sin embargo, la realidad, en los hechos, parece diferente…

El mismo día que los relojes oficiales de la FIFA marcaron la cuenta regresiva a un año del inicio de la Copa Mundial de Futbol 2026 en Norteamérica, 4,000 efectivos de la Guardia Nacional y 700 infantes de marina llegaron a las calles de Los Ángeles, California.

El objetivo: frenar las manifestaciones en contra de las redadas masivas y detenciones de migrantes –con y sin documentos–, que días antes se habían dado en los barrios latinos de esa ciudad. El resultado: decenas de migrantes detenidos, la mayoría mexicanos, y acusaciones directas desde el gobierno de Donald Trump a la presidenta, Claudia Sheinbaum, de “alentar” las protestas de migrantes mexicanos.

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La sincronización del hecho no es casualidad. Los Ángeles es una de las 16 sedes del mundial de futbol más grande de la historia: 48 selecciones, 104 partidos y más de 6.5 millones de aficionados, que por 39 días cruzarán, una y otra vez, las fronteras entre México, Estados Unidos y Canadá.

Pero, a poco menos de diez meses de que el 11 de junio de 2026 se dé el pitido inicial en el estadio Azteca de la Ciudad de México, la imagen de unidad de los tres vecinos que comparten comercio, amistad y una historia de cooperación atraviesa su peor momento.

El inicio de la cuenta regresiva toma a los anfitriones de la fiesta global en un momento en el que lidian con tensiones por la guerra arancelaria que el presidente Donald Trump ha declarado al mundo, sin perdonar del todo a sus socios y vecinos a los que amenaza con terminar el acuerdo comercial, a Canadá, con anexarlo a su territorio, y México le reclama por no frenar la migración y el tráfico de drogas a su país.

Este Mundial deberá enfrentarse a la incertidumbre llamada Donald Trump, quien podría cambiar las reglas de un momento a otro y reservarse el derecho de admisión a una fiesta, que si bien él no organiza, sí es dueño del salón donde ocurrirán 78 partidos en 11 ciudades

“El hecho de que esté distribuido de manera tan desigual (...) es reflejo del desbalance que existe dentro de esta reacción trilateral”, señala Barthélémy Michalon, profesor de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey.

Entre restricciones y corazones abiertos

La idea de la unión del continente americano y este, con el resto de países a través del mundial de México, Estados Unidos y Canadá, ha quedado plasmado en varios discursos que Gianni Infantino, el presidente de la FIFA, ha pronunciado desde que se dieron a conocer las ciudades sede destacando la diversidad y la multiculturalidad de ellas. 

“Nos entusiasma recibir a las selecciones y aficionados de cada rincón del mundo para que disfruten de la máxima fiesta del futbol”, dijo el 11 de junio al celebrar la cuenta regresiva para el mundial.

Pero Donald Trump, en medio de los discursos beligerantes en contra de la migración, decidió reservar su derecho de admisión a Estados Unidos y anunció la prohibición de entrada para 12 países, incluido Irán –ya clasificado al mundial– y restricción de acceso a ciudadanos de otros siete países, entre ellos, Cuba y Venezuela. La medida entró en vigor dos días antes de la cuenta regresiva a la Copa del Mundo.

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De esta orden ejecutiva están excluidos los atletas, entrenadores y miembros de equipos deportivos, pero no sus aficiones. Las personas que ya tengan visa podrán entrar y, a diferencia de Catar, tener un boleto o una acreditación no bastará para poder entrar al país.

“El presidente Trump está cumpliendo su promesa de proteger a los estadounidenses de actores extranjeros peligrosos que quieren venir a nuestro país y causarnos daño”, justificó la subsecretaria de prensa de la Casa Blanca, Abigail Jackson.

A esto, siguió la ola de redadas masivas en puntos de reunión de trabajadores latinos en Los Ángeles, como el Distrito de la Moda, que alberga una gran cantidad de negocios de ropa que son atendidos y frecuentados por mexicanos, obras en construcción, restaurantes y tiendas donde suelen acudir en busca de trabajo.

Y con ello, vinieron las protestas y las banderas mexicanas en ellas, que le dieron pretexto a Donald Trump para mandar a la Guardia Nacional y Marines y a la secretaria de Seguridad Nacional estadounidense, Kristi Noem, para culpar a Claudia Sheinbaum de las manifestaciones.

Del otro lado de la frontera, más allá de negar y demostrar que los dichos eran falsos, se apostó por un discurso para diferenciarse de la hostilidad del vecino del norte. 

“Somos una ciudad de corazón grande, que recibe a todas las naciones, las culturas, las creencias (...) una ciudad que vivirá el mundial sin racismo, sin clasismo, sin discriminación, sin xenofobia y sin homofobia. Aquí, en la Ciudad de México, todas las aficiones son bienvenidas”, señaló la jefa de Gobierno de la capital del país, en la ceremonia para develar el reloj que marca los días, horas y minutos para el comienzo del campeonato mundial.

Las redadas, las restricciones en el visado y las prohibiciones de nacionalidades han encendido las alarmas de organizaciones en defensa de los derechos humanos que han pedido a la FIFA ejercer su influencia y exigir garantías concretas de que “los derechos humanos no se sacrificarán más por el bien del juego”. 

“La FIFA debería reconocer, públicamente, la amenaza que suponen para la integridad del torneo las políticas estadounidenses de inmigración y otras contrarias a los derechos humanos”, señaló Minky Worden, director de Iniciativas Globales de Human Rights Watch.

El gigantismo del Mundial

Pero más allá de las dificultades diplomáticas entre los gobiernos, hacer un mundial entre tres países, 16 sedes y miles de kilómetros de distancia una de la otra, impone mucho trabajo y coordinación.

“Este será un mundial infectado por el gigantismo. Tres países, muchas sedes, muchos equipos, muchos partidos. Es la abundancia económica para repartir entre los involucrados, en detrimento de la parte deportiva”, señala Francisco Javier González, periodista deportivo, cronista y quien ha cubierto, de manera presencial, las Copas del Mundo desde 1986.

Según el estudio de Open Economics, la Copa Mundial 2026 podría contribuir con unos 40,900 millones de dólares al producto bruto mundial, y se espera un gasto de 13,900 mdd, que abarca inversiones de capital, costos de las ciudades anfitrionas, presupuesto de la FIFA y el gasto turístico previsto.

Y de acuerdo con este estudio referido por la FIFA, las previsiones turísticas son prometedoras: se esperan 6.5 millones de visitantes que generarán un gran actividad económica en las ciudades sede, con grandes ganancias en hoteles, transporte, restaurantes. 

“Los hoteles de las ciudades anfitrionas anticipan una ocupación récord, y los negocios locales se beneficiarán del aumento del tráfico de visitantes”, señala el estudio.

Para el escritor Juan Villoro, un mundial conjunto donde México solo tiene 13 de 104 partidos es parte de un agravio lucrativo de todos lo que se benefician de ello.

“Ciertamente, tendremos el partido inaugural, que dará mucho dinero, pero esto no deja de ser un agravio para México. Lo que pasa es que es un agravio lucrativo para quienes se van a beneficiar de esto, los directivos, las televisoras, los anunciantes. (...) Es un despropósito enorme, pero la FIFA perdió el rumbo y su única meta es la ganancia económica”, señala.

Villoro considera  absurdo que los futbolistas tengan que recorrer distancias tan grandes para jugar en una sede con condiciones climáticas totalmente distintas.

Construir la unidad

Aunque las relaciones entre Estados Unidos y sus coanfitriones no pasan ahora por su mejor momento, internacionalistas, diplomáticos y futbolistas  apelan a que esto pueda recomponerse y dar al mundo una cara amistosa y sin conflictos.

“Es posible que los tres gobiernos limen sus diferencias momentáneamente para ser anfitriones del evento. A los tres países les conviene presentar una cara de unidad frente al mundo por razones de prestigio”, dice Rafael Velázquez Flores, presidente de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI), y miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).

Así lo espera también la exdiplomática y exsenadora Beatriz Paredes, quien señala que, más allá de los retos logísticos, la propuesta de hacer el mundial en América del Norte es muy atractiva porque le permite a los tres países mostrar a esta región con mucha viabilidad y prospectiva para el mundo.

“Nadie se esperaba, porque no tiene racionalidad histórica, el discurso ni la narrativa que está empujando el presidente Trump”, señala Paredes, quien es una apasionada de la selección de Brasil, país del que fue embajadora durante el mundial en 2014.

Por ello, sabe que la diplomacia debe tomar su lugar e intervenir fuerte para que en el campeonato no se mezcle la política migratoria con la fiesta. “Mucho menos algo que, rechazo categóricamente, una política persecutoria contra los latinoamericanos”.

Así, con el reloj en cuenta regresiva, además de los retos logísticos que implica tener 16 sedes, este mundial será puesto a prueba sobre si podrá ser una muestra de cooperación regional o un escaparate de contradicciones diplomáticas, donde el balón choque contra los muros y pueda quedar atrapado en la red de la política.


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Mariel Ibarra
MARIEL IBARRA

Editora de Expansión Política.