Liga Mexicana de Beisbol: Un siglo de mucha pelota

El beisbol de verano en México cumple cien años de memorias fundacionales, relatos orales y anécdotas barnizadas de épica.
La Liga Mexicana de Beisbol está de fiesta en su aniversario 100.
La Liga Mexicana de Beisbol está de fiesta en su aniversario 100. / Héctor Vivas/Getty Images

De todos los deportes en el mundo, el beisbol tiene quizá las historias más románticas, exageradas y hasta inverosímiles. Se dice, por ejemplo, que el primer partido en México fue en 1847, cuando en plena invasión estadounidense, un grupo de soldados norteamericanos en Veracruz jugó en un descampado con la prótesis de palo de la pierna capturada de Antonio López de Santa Ana. La historia es completamente falsa, por supuesto, pero desde sus orígenes, el beisbol en México está rodeado de anécdotas más grandes que la misma realidad. 

Será porque nuestro territorio es grande y a veces aislado, pero es una constante aquello de que Méxicos hay muchos, también en el deporte y en el beisbol. Si nos apegamos a la estadística fría, el futbol sostiene un mandato casi inamovible en la predilección de los aficionados. Al igual que el resto de América Latina, las comunidades inglesas y españolas formaron pronto clubes bien organizados para patear balones de cuero en los verdes campos del país. Sin embargo, en el otro México, aquel más aislado, empolvado o húmedo, el beisbol echó raíces sólidas. Hay regiones enteras en donde el futbol es el ‘otro’ deporte. Al centralismo mexicano pocos lo han retado tanto como el bate y la pelota.

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En 1925, la Liga Mexicana de Beisbol cobró vida en la capital y según los empolvados libros de historia, el primer encuentro bajo el nuevo esquema organizado lo jugaron el Club México, que ganó 7 carreras a 5, contra el Club de Beisbol Agraria en 14 entradas. En 100 años, el beisbol evolucionó con los tiempos y las aficiones. El beisbol nacional fue refugio del talento afroamericano discriminado al norte de la frontera y un hogar de centenares de peloteros latinoamericanos en busca de una mejor oportunidad en la vida. La Revolución Cubana, que también formó en los Barbudos de Fidel Castro un equipo de beisbol, expulsó más talento que vistió los uniformes de nuevos equipos y otros en constante evolución.

El beisbol fue un ejemplo de apertura y democratización mucho antes de que el régimen político siquiera considerara, por ejemplo, el voto para las mujeres, y en ese recorrido los grandes parques populares se convirtieron en estadios que en años recientes aspiran a parecerse, por lo menos, a los de las ligas menores de Estados Unidos. Y aun así, los equipos retienen nombres que remiten a su propia identidad histórica: se es Diablo, Olmeca, Acerero, Sarapero, Rielero y, muy recientemente, hasta Conspirador.

En el sonido local ya no se escuchan a los grandes cronistas de una era que recuerda a la época dorada del cine nacional. Ahora suenan Peso Pluma, Queen y el éxito regional mexicano del momento. Para mantener la atención de una generación digitalizada y acostumbrada a la gratificación inmediata, el beisbol tuvo que sujetar a los pitchers a la dictadura de un reloj de lanzamiento para reducir el tiempo del juego. La cerveza abunda y los bailes son frecuentes. Pero en este deporte caben todos: quienes acuden con su scoreboard y siguen cada pichada, hasta quienes se estrenan en el parque ya que alguien los invitó porque “el ambiente se pone bueno”. Todos tienen derecho a ver, como se les dé la gana, las nueve entradas, los 27 outs, que se requieren para terminar el partido.

Una característica fundamental del beisbol es que no importa el tamaño, el peso o la edad, cualquiera puede tomar el bate e intentar sacar la pelota del parque, o al menos del diamante. México es un país con severas carencias, con desigualdades profundas y deudas históricas con amplios sectores de la población. El beisbol ha sido, desde hace 100 años y un poco más, un igualador de aspiraciones y entretenimiento. El primer siglo de la liga mexicana pasó como un vendaval de historias pasadas de boca en boca y de padres a hijos. Los próximos 100 quedarán grabados en redes sociales y en estadísticas digitalizadas. Da igual, el beisbol permite un héroe en cada partido y un villano en cada entrada. Si en México la primera bola fue bateada con la pata de palo de Santa Ana, que la última se lance el día en que dejemos de creer en esas historias.


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