REVISTA | El día que Willie Mays se apoderó del Caribe

Shhhh, shhhh, shhhh. Era 12 de febrero de 1955. El Estadio Universitario de Caracas, ruidoso como siempre, le dedicaba a Willie Mays una onomatopeya. Para presionarlo o burlarse de él, que por los lados del Caribe, a veces, viene siendo lo mismo. Le recordaban su silencio ofensivo en esa edición de la Serie del Caribe, como bien apunta el historiador —e histórico— puertorriqueño Jorge Colón Delgado. El jardinero central de los Gigantes de Nueva York se preparaba para tomar un nuevo turno al bate. En frente estaba el lanzador venezolano Ramón Monzant de los Navegantes del Magallanes, equipo que representaba a Venezuela y que, además, jugaba de local en ese inmueble. Mays había pasado doce veces por el plato y sus números seguían en cero. El campeón de bateo de la Liga Nacional de las Grandes Ligas no había conectado ni un solo imparable en la justa.
Caracas aún lo esperaba. En uno de los duelos más electrizantes y esperados del torneo.
Pero Willie Mays, a sus 24 años, no se impacientaba. Había formado parte de los Black Barons de Birmingham, en las Ligas Negras. Nacido en Alabama en el Sur de los Estados Unidos, en donde reinaban las llamadas leyes de Jim Crow que legalizaban la segregación racial. El mismo estado del que era oriunda Rosa Parks, la activista que se negó a ceder su asiento del autobús 2857 en Montgomery y encendió la chispa de la lucha por los derechos civiles a fines de 1955.
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Mays era superlativo. Se sabía histórico, manejaba muy bien la intimidación. No en vano venía de ganar la Serie Mundial de 1954 ante Cleveland. Era el sexto afroamericano en MLB, conformando junto a Monte Irvin y a Hank Thompson el primer outfield completamente de afroamericanos en la historia del big show. No había ido hasta Venezuela para fallar, mucho menos representando al campeón de Puerto Rico, los Cangrejeros de Santurce, que llegaban como grandes favoritos.
Vale la acotación: Santurce, apodado El Escuadrón del Pánico o La Maquinaria Perfecta, como se titula el libro del maestro Colón Delgado, era tan poderoso que no necesitó reforzarse con otros beisbolistas, como es común. Acudió a la cita del Caribe con el mismo roster con el que se coronó en la pelota puertorriqueña. Entre tantos hombres de poder tenían a Roberto Clemente, un jovencito de 20 años que debutaría en abril siguiente en las Grandes Ligas con los Piratas de Pittsburgh, y a Don Zimmer que resultó el más valioso del torneo. El lanzador dominicano George Garabato Sackie formó parte del equipo. Me recuerda mi compañero de ESPN, Enrique Rojas, que como República Dominicana no participaba en la primera etapa de la Serie del Caribe, los dominicanos iban a otros equipos de diferentes ligas invernales para participar en el evento.
Era la entrada número 11 con el juego empatado a 2. El derecho Monzant estaba parado en la lomita, prospecto de los Gigantes, compañero de equipo de MLB de Mays. El puertorriqueño Clemente conectó un hit y esperaba que lo remolcara el llamado Say Hey Kid. Mays volvió a ser Mays. Conectó un cuadrangular que cruzó la barda del jardín central del Universitario, para que los Cangrejeros dejaran en el terreno al Magallanes.
El estadio explotó. Los aficionados de los Cangrejeros de Santurce que estaban en la grada estallaron en júbilo. Se comprobaba que la leyenda era cierta. “Su estilo de juego combinaba excelencia en cada faceta del deporte: bateo, velocidad, potencia, defensa y brazo, lo que lo convirtió en el prototipo del pelotero de las cinco herramientas”, explica Colón Delgado. Pero antes de ese momento, para el público, su ofensiva era una simple referencia de la radio o de los periódicos.
En ese extra-inning, con toda la tensión al máximo, rompió su slump ofensivo y conectó su primer hit en una Serie del Caribe. Nada más que un cuadrangular. El equipo lo esperó en el home para abrazarlo. Mays estaba eufórico. Santurce ganó 4-2 ese juego tres. Ganarían todos sus enfrentamientos de la Serie a excepción del último, que perdieron frente al Magallanes. En ese juego también la sacó del estadio Willie Mays. Ganaron el tercer título para la franquicia y el cuarto para Puerto Rico.
Mays se destapó. A veces se necesita eso, un solo contacto con la pelota para sacudirse el polvo. En la vida y en el beisbol. Después conectó 10 hits en sus siguientes 12 turnos a lo largo de la Serie: cuatro ante Almendares de Cuba, tres a Carta Vieja de Panamá y tres más a Navegantes del Magallanes. Su nombre formó parte del equipo ideal del torneo que también incluyó a sus compañeros de equipo, los lanzadores Sam Jones y Bill Greason, al campocorto Don Zimmer, al catcher Harry Chiti y al tercera base Buster Clarkson.
Ver a Willie Mays era impactante. “El debut de Mays —en la isla— fue todo un acontecimiento. El parque Sixto Escobar se abarrotó de fanáticos deseosos de ver al campeón bateador de la Liga Nacional lucir, por primera vez, el uniforme cangrejero. Su impacto fue inmediato. Puerto Rico nunca había visto algo igual”, cuenta Colón Delgado. Tampoco Venezuela. Quizá Mays era la mayor estrella que había estado en el Universitario, también casa de los Leones del Caracas, en sus cuatro años de existencia. Allí, incluso, había jugado Chico Carrasquel, el querido parador en corto venezolano de los Chicago White Sox que estaba representando al Magallanes y que el siguiente año se cambiaría a Cleveland.
La participación de Willie Mays en la Serie del Caribe de Caracas 1955 fue tan relevante que dio origen a una frase del imaginario colectivo venezolano: hacerse el Willie Mays. Que significa que alguien se hace el loco, el desentendido de una situación que le es común o el tonto a propósito. Una frase que, hasta hoy, seguimos usando en nuestro argot, incluso sin saber quién fue el tal Willie Mays.
El beisbol tomó terreno en Venezuela luego de que ganaran la Serie Mundial Amateur en 1941 ante Cuba un 22 de octubre. Un evento que paralizó al país, nombrado La Hazaña del 41. Incluso, el entonces presidente Isaías Medina Angarita suspendió una reunión de gabinete para unirse a las celebraciones. Derivado del boom se fundó cuatro años después, en 1945, la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, tal cual apunta el periodista venezolano Pascual Artiles.
Pero ¿cómo terminó Willie Mays, jardinero central nacido en Westfield, jugando en el Caribe? El historiador Colón Delgado tiene la respuesta: la culpa es de Pedrín Zorrilla. El apoderado de Santurce tenía estrecha relación con los Gigantes y conocía a Mays desde las ligas menores. Supongo que también ayudó el sueldo. Pascual Artiles apunta al contrato que firmó Mays con los Cangrejeros. Por la época, era muy bien pagado el beisbol caribeño. Mientras que Mays cobraba en MLB un sueldo de 250 dólares mensuales, en Puerto Rico ganaba 1,000 por el mismo tiempo.
Todo se conjugó para que una de las mayores estrellas de MLB, Salón de la Fama en 1979 en su primer año de elegibilidad, terminara jugando pelota en las ligas invernales del Caribe. El número 24 formó parte de un equipo de ensueño que mantiene vivo el debate de siempre: ¿fueron los Cangrejeros de Santurce del 55 el mejor equipo que ha pasado por la Serie del Caribe? Para Colón Delgado lo es, enmarcados en la primera etapa de la Serie, porque considera al Dream Team de 1995 como el mejor de todos los tiempos. Ese equipo de ensueño fueron los Senadores de San Juan, que se beneficiaron de la huelga de MLB de 1994 y lograron reunir un equipo repleto de nombres pesados como Carlos Baerga, Roberto Alomar y Bernie Williams. Ganaron de forma invicta el título para Puerto Rico.
Mientras cada uno resuelve su propia discusión, nos quedan las fotos del recuerdo de un Willie Mays sonriente, adoptando bajo su cuidado al novato Roberto Clemente para enseñarle a tomar la bola de canasta y patrullar los jardines. Cuando Clemente conectó su hit 3,000 en las Grandes Ligas, Willie Mays fue al dugout de los Mets a felicitarlo, me cuenta Pascual Artiles. Le preguntaron a Clemente tras ganar la Serie Mundial del 71 con los Piratas ante los Gigantes: ¿es este el mejor equipo en el que has jugado? Respondió que no. Que ese, definitivamente, fueron los Cangrejeros de Santurce de 1955.