Antonio Gates, el prodigio físico del último vagón

Gates, uno de los jugadores que ayudaron a transformar el juego como ala cerrada de los Chargers, será inducido oficialmente al Salón de la Fama de la NFL.
Antonio Gates es escoltado por Philip Rivers.
Antonio Gates es escoltado por Philip Rivers. / Foto: Donald Miralle/Getty Images.

Antonio Gates, un prodigio físico nativo de la Detroit postindustrializada y deprimida, fue cortejado por dos de los entrenadores colegiales más influyentes de los últimos años: Nick Saban y Tom Izzo. A su arribo a la universidad de Michigan State, Gates tenía claro que quería extender su condición de two-sports athlete hasta donde pudiera.

Saban, que venía de ser el coordinador defensivo de Bill Belichick en los Cleveland Browns, pensaba que Gates podría desarrollarse en el programa de futbol americano de los Spartans como ala defensiva o linebacker. En tanto, Izzo, vinculado al equipo de baloncesto de la institución desde 1983, estaba dispuesto a integrarlo como una póliza de seguro.

Cuando Gates finalmente se decidió por el baloncesto de tiempo completo, pidió su transferencia a Eastern Michigan, consciente de que sus minutos en duela con Izzo estaban destinados a ser escasos. Luego, preocupado por su matrícula académica, tuvo una etapa intermedia en una pequeña universidad de California antes de establecerse, definitivamente, en Kent State, en el noreste de Ohio. 

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En su segundo año con los Golden Flashes, asentado como un delantero de poder con agilidad de alero, logró comandar al equipo, en 2002, hasta el Elite 8 de la NCAA, el lugar más alto que ha alcanzado el programa de baloncesto en toda su historia. Sin embargo, los scouts de la NBA no dejaban de pensar en él como un prospecto “tweener”, que refiere a los jugadores con grandes habilidades para ocupar distintas posiciones, pero que, al mismo tiempo, corren el riesgo de no destacar en ninguna a nivel profesional. 

Con las puertas de la NBA parcialmente cerradas, con todo y que los Golden Flashes de Kent State retiraron su número 44, Gates desfiló ante un grupo de evaluadores de talento NFL, conmocionados por su capacidad atlética y sus dimensiones físicas (medía 1.93m y pesaba 116 kilos). El más entusiasmado con su perfil y su posible transición al futbol american profesional fue Tim Brewster, que para entonces era el entrenador de alas cerradas de los San Diego Chargers.

Para la primavera de 2003, después del draft en el que Carson Palmer fue tomado por los Cincinnati Bengals en la posición uno, los Chargers le ofrecieron un contrato a Gates como agente libre no drafteado. 

Greg Roman, hoy coordinador ofensivo de los Chargers y antaño entrenador de quarterbacks, rememoró, conmovido, el segundo año de Gates en la NFL, cuando se dio a conocer como el jugador que revolucionaría la posición de ala cerrada. “No es muy común que uno se pregunté: ¿Quién es este tipo?”, contó. 

Gates encadenó tres años condecorado como jugador All-Pro, primero con Drew Brees y luego con Philip Rivers. En 2006 integró, junto a LaDainian Tomlinson, Lorenzo Neal, Shawne Merriman y Jamal Williams, el inolvidable reparto —uno de los mejores equipos de futbol americano que ha visto el siglo XXI— dirigido por Marty Schottenheimer que cayó, contra todo pronóstico, en la ronda divisional frente a Nueva Inglaterra, quizá la oportunidad más grande que tuvo de aspirar a un Super Bowl.

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Tres años después, tuvo el mejor año de su carrera: un bestial promedio de yardas por recepción, 14.6, y un total de 1,157 yardas producidas en 79 envíos atrapados.

Eric Weddle, uno de los profundos más respetados de la historia moderna de la liga y excompañero de Gates en los Chargers, lo definió como “un matchup de pesadilla” para cualquiera. “Tú sabías que si un equipo quería defenderlo uno a uno, él se iba a encargar de hacerlos pagar”.

Después de un 2010 igual de dominante, Gates pasó una década en los Chargers —con mudanza a Los Ángeles en 2017 incluida— en la que siguió dejando números que lo acreditaban como uno de los jugadores más emocionantes de la liga —las 12 recepciones de touchdown en 2014, por ejemplo—. 

Hasta su retiro oficial, en enero de 2020, compiló 955 recepciones y 11,841 yardas, lo que lo ubica como el cuarto ala cerrada más productivo de todos los tiempos. Sus 116 touchdowns de por vida, lo que lo legitima como uno de los mejores jugadores de zona roja que ha visto la liga, se convirtieron en un récord inalcanzable incluso para Rob Gronkowski, para ponerle perspectiva. 

"Es como si contara una historia de ficción", le confesó Gates al portal oficial de los Chargers. "Decirle a alguien que puede venir a la NFL y no jugar futbol americano universitario, pero luego entrar en el equipo... y luego ser titular... y luego llegar al Pro Bowl y ser All-Pro en su segundo año... y luego ser el máximo anotador de todos los tiempos.. Ni siquiera es una historia que se pueda inventar. ¿Las probabilidades? ¿Las probabilidades? Son una locura". 

Cuando Antonio Gates sea oficialmente inducido al Salón de la Fama de Canton, como el único jugador en la historia en conseguirlo sin haber disputado un solo snap universitario, habrá un subtexto implícito: solo un prodigio físico se puede permitir tomar el último vagón del tren.


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Ricardo López Si
RICARDO LÓPEZ SI

Editor en Sports Illustrated México. Periodista y escritor.