Cruz Azul le pone el alto al América y lo derrota en la ida de las Semifinales

En un partido lleno de emoción, La Máquina se impuso a las Águilas con gol de Ignacio Rivero, quien minutos después de su anotación, se fue expulsado por una fuerte entrada sobre Fidalgo.
Nacho Rivero festeja el gol con el que Cruz Azul derrotó al América en el juego de ida de las Semifinales.
Nacho Rivero festeja el gol con el que Cruz Azul derrotó al América en el juego de ida de las Semifinales. / Héctor Vivas/Getty Images

En el Cruz Azul vs. América cada minuto cuenta como si fuera el último. Cada falta, cada roce y cada pase es examinado con la pasión de quien observa un juicio inapelable. No es solo futbol. Esta noche en el Estadio Olímpico Universitario las aficiones no concedieron tregua. 

El Clásico Joven -para muchos, el nuevo Clásico del Futbol Mexicano- no admite zonas grises: aquí solo caben la devoción o la condena. Cruz Azul ganó 1-0 en el juego de ida de las Semifinales con gol de Nacho Rivero, el único sobreviviente de la novena estrella y La Máquina empató el invicto de 19 partidos que logró Juan Reynoso cuando logró el título con Cruz Azul en 2021 y de paso dejó al América estancado en la marca de 17 juegos sin perder en Liguilla.

En una noche espesa, de esas en que el calor parece trepar desde el asfalto hasta el alma, Cruz Azul encontró la chispa que necesitaba. Fue Ignacio Rivero, el hombre de las mil cicatrices celestes, quien al minuto 59 y, con un cabezazo tan preciso como heroico, rompió el silencio del marcador.

Pero la gloria es caprichosa y Rivero lo supo demasiado pronto. El mismo que se erigió en héroe, cayó víctima de su vehemencia: una plancha violenta sobre Álvaro Fidalgo lo mandó al vestidor antes de tiempo. La tarjeta roja no detuvo los aplausos. La afición celeste lo despidió como se hace con los ídolos: entre ovaciones y el reconocimiento tácito de que para ganar hay que jugar al filo.

Del otro lado, André Jardine, el estratega del Tricampeón, había mantenido un perfil sereno durante casi todo el encuentro. Caminaba con pausa medida, como quien ha aprendido a no negociar con partidos de alta tensión. Bebía agua en cortos sorbos, en una de las noches más calurosas -28 grados centígrados- acaso intentando apagar un incendio que aún no ardía.

Pero con el gol de Rivero su rostro se tensó, cruzó los brazos con la dureza del que no acepta lo inevitable y, finalmente, explotó. Con la falta sobre Fidalgo y la tarjeta amarilla que sacó el árbitro Santander, se encaró con el árbitro, primero con palabras, luego con gestos, y finalmente con la furia de quien se siente traicionado por la justicia del juego. La tarjeta roja no tardó en aparecer. Expulsado.

Y entonces, en medio del abucheo azul, alzó tres dedos al aire, para recordarle al mundo que la historia aún le pertenece. Tres campeonatos, uno tras otro. Un imperio reciente.

Al caminar hacia el túnel, Jardine no bajó la cabeza. Al contrario. Levantó los brazos, pidió a su afición el aliento para su equipo. Les recordó con su gesto que todavía están en la pelea por el Tetracampeonato. Una gesta titánica que solo Chivas ha logrado cuando la televisión era a blanco y negro a finales de los 50 y principios de los 60.

Como si la pasión pudiera medirse en decibeles, no había un solo rincón neutral. Cruz Azul y América se enfrentaban no solo en la cancha, sino en los gritos desbocados. “¡Águilas, Azul, Águilas, Azul!”, se turnaban los ecos.

Kevin Mier, el guardameta de Cruz Azul, desdibujó su área como si no existieran las líneas. Salía y se ofrecía. Era un portero con alma de atacante. Y al fondo, Piovi. Todo comenzaba en sus pies, que tenía el don de la pausa. La calma del esférico pasaba por él, como si supiera que los partidos grandes no se ganan con prisas, sino con precisión.

Esa noche en el estadio no fue solo un partido. Fue un duelo de pulsos. El cabezazo no solo abrió el marcador: rompió el equilibrio emocional de un juego al borde del colapso.


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Yarek Gayosso
YAREK GAYOSSO

Periodista en Sports Illustrated México, con 13 años de experiencia cubriendo eventos de gran magnitud como los Juegos Olímpicos de París 2024.