La paradoja de los nadadores internacionales entrenados en Estados Unidos

Estados Unidos, a través de su sofisticada estructura deportiva universitaria, ha servido como sala de máquinas para pulir y llevar al siguiente nivel a nadadores internacionales que luego, en competencias directas, terminan por eclipsar a las figuras nacionales.

Léon Marchand y Shaine Casas durante la final de los 200 metros combinados. / Foto: Quinn Rooney/Getty Images.

El podio de la final de los 200 metros combinados dejó una postal simbólica. Para celebrar su hazaña, el francés Léon Marchand (oro), el estadounidense Shaine Casas (plata) y el húngaro Hubert Kós (bronce) extendieron sus dedos índices y meñiques al tiempo que sujetaban sus dedos medios y anulares con el pulgar, en honor al sello distintivo de la Universidad de Texas, el famoso “Hook ‘em Horns”. 

El éxito actual de Texas como territorio fértil de nadadores internacionales no se explicaría sin Bob Bowman, el hombre que tuteló las 28 medallas olímpicas (23 oros) de Michael Phelps y actual director del programa de natación de los Longhorns.

Tanto Marchand, el nuevo niño mimado de Bowman, como Casas y Kós han pasado por el prolijo método de desarrollo del entrenador estadounidense. 

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Esto, sin embargo, ha provocado un efecto colateral: el dominio menguante de Estados Unidos, otrora potencia incontestable, en el panorama internacional. 

Ryan Lochte, multimedallista olímpico y quien recientemente vio caer su récord en los 200 metros combinados a manos de Marchand, se ha convertido en una de las voces más críticas sobre el estado actual de la natación en Estados Unidos.

Respaldado por Phelps, cómplice y rival durante la que quizá sea la etapa más fecunda del equipo norteamericano, Lochte compartió una imagen en redes sociales que mostraba un funeral con una lápida bajo la inscripción "En memoria amorosa de la natación de Estados Unidos" y las fechas 1980-2025.

Phelps, por la misma vía, añadió en tono inquisidor: "¿Es esta la llamada de atención que la natación de Estados Unidos necesitaba? Vamos a averiguarlo...".

La paradoja reside en que Estados Unidos, a través de su sofisticada estructura deportiva universitaria, ha servido como sala de máquinas para pulir y llevar al siguiente nivel a nadadores internacionales que luego, en competencias directas, terminan por eclipsar a las figuras nacionales.

El debate es antiguo y extrapolable a otras industrias, pero se intensificó tras los Juegos Olímpicos de París 2024, cuando Bob Bowman, entrenador de Léon Marchand en la Universidad de Texas, y Brent Arckey, entrenador de Summer McIntosh en los Sarasota Sharks de Florida, formaron parte del staff de los equipos olímpicos de Francia y Canadá, respectivamente. 

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El reputado periodista oriundo de Kentucky, Pat Forde, sintetizó el fenómeno con su habitual maestría: “El francés y la canadiense llegaron a Estados Unidos para perfeccionar su oficio. Ahora han exportado esa experiencia para competir por sus países de origen contra la bandera estadounidense”. 

Con Bow Bowman gestionando las críticas sin emitir declaraciones al respecto, Brent Arckey considera que Estados Unidos “siempre se ha construido a base de atraer a las mentes y personas más brillantes para seguir elevando el nivel”.

En tanto, el ala más conservadora de la estructura deportiva estadounidense lo está abordando desde una perspectiva nacionalista

Hasta cierto punto era más o menos predecible que, bajo el contexto político que hoy atraviesa un país fundamentalmente patriota y militarista, mucha gente vea en atletas de élite como Léon Marchand y Summer McIntosh algo parecido a los combatientes extranjeros entrenados en Estados Unidos que luego, indefectiblemente, representan una amenaza para la seguridad nacional.