Fernando Valenzuela: cuando la historia desborda a la estadística

Además de perder la inducción, Fernando Valenzuela perdió, por reglamento, la posibilidad de volver a aparecer en la siguiente votación del comité en 2028 del Salón de la Fama.
Fernando Valenzuela no reunió los suficientes votos para ingresar al Salón de la Fama de las Grandes Ligas.
Fernando Valenzuela no reunió los suficientes votos para ingresar al Salón de la Fama de las Grandes Ligas. / Rick Stewart/Getty Images

Rara vez el beisbol nombra a sus héroes con palabras humanas. El lenguaje del diamante recurre regularmente a la zoología porque el juego, en el fondo, sigue siendo una disputa de las fuerzas más primarias del ser vivo. 

En español suele ser caballo; en inglés goat —cabra, por el acrónimo de Greatest Of All Time o El mejor de todos—. Sea cual sea la especie, el Salón de la Fama del Beisbol ha sido durante años un establo abarrotado de los más formidables purasangre. Y sin embargo, a ese inventario de leyendas todavía le falta una criatura, Fernando “El Toro” Valenzuela.

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Y seguirá ausente, al menos, otros seis años, luego de que el Comité de la Era Contemporánea —cuyo objetivo es rectificar las omisiones de la BBWAA para jugadores que hicieron sus contribuciones más significativas en el beisbol a partir de 1980— decidiera cerrar su boleta de 2025 sin incluirlo.

Este domingo 7 de diciembre, 16 votantes del Comité de Era seleccionaron a Jeff Kent —leyenda de los Gigantes de San Francisco y el segunda base con más jonrones en la MLB— con 14 votos para entrar a Cooperstown. Valenzuela no alcanzó ni siquiera cinco. 

Además de perder la inducción, perdió, por reglamento, la posibilidad de volver a aparecer en la siguiente votación del comité en 2028. El sistema, más frío que nunca, lo sacó de la boleta hasta 2031, cuando su caso podrá ser revisado nuevamente.

Lejos del discurso resignado, el Comité Fernando Valenzuela a Cooperstown —integrado por historiadores, periodistas, expeloteros, dueños de equipos, ejecutivos de ligas y aficionados estratégicamente repartidos entre México y Estados Unidos— que durante cinco años trabajó en silencio por su caso ya traza la siguiente ruta de trabajo. “Seguir trabajando y lograr que entre a la boleta el próximo”, dice Juan Carlos González, fundador del Comité y directivo de los Charros de Jalisco. “La otra opción que estaría buscando es trabajar directamente con el presidente del Hall of Fame, y lograr algo como lo que se logró con los primeros peloteros negros que entraron, como Satchel Paige”, señala. 

Esta es una puerta extraordinaria, reservada para figuras cuya dimensión histórica desborda los cauces normales de la estadística. El precedente existe. Y sí, se llama Satchel Paige.

Paige fue el gran mito de las Ligas Negras, un lanzador nómada, desmesurado, imposible de medir con los instrumentos de su época. Cuando por fin se abrió el camino para los jugadores afroamericanos a Cooperstown, su caso no entró por la puerta convencional. En 1971, el Salón de la Fama creó una vía especial para reconocer a quienes habían sido excluidos por causas estructurales, no deportivas. Paige fue inducido con 65 partidos lanzados en Grandes Ligas, cuando su leyenda ya había sido escrita desde mucho antes.

Ese es el sendero extraordinario que podría también abrirse para Valenzuela, guardando, por supuesto, las distancias necesarias. Porque claro, Fernando nunca fue marginado por segregación racial, pero su legado —que reconcilió a la comunidad mexicana con los Dodgers después de los violencia despojos de Chávez Ravine— pertenece a una dimensión cultural, migrante, transfronteriza, que el sistema tradicional de votación, aparentemente, no sabe procesar del todo.

Durante cinco años, el Comité Pro Fernando Valenzuela al Hall Of Fame  —integrado por historiadores, periodistas, expeloteros, dueños de equipos, ejecutivos de ligas y aficionados estratégicamente repartidos entre México y Estados Unidos— construyó una ingeniería paciente. 

El equipo construyó un expediente estadístico de Valenzuela adaptado a la sabermetría moderna. Pero fue solo el primer nivel. El segundo, más delicado, más profundo, abordó el impacto sociopolítico de su legado. Valenzuela como puente entre la comunidad mexicana desplazada de Chávez Ravine y unos  históricamente asociados al despojo; Valenzuela como detonante de la latinización masiva de las gradas; Valenzuela como figura que convirtió el beisbol en el deporte de millones de migrantes.

Mientras tanto, afuera del museo, el número 34 ya fue retirado por los Dodgers —una concesión que el propio club solo otorgaba a miembros del Salón de la Fama. 

El sistema podrá cerrar boletas. La historia no.

Valenzuela no está ausente de Cooperstown por falta de méritos. Está ausente porque su impacto pertenece a una categoría que el beisbol todavía no termina de legislar. 

El toro no está en el establo. No todavía. Pero lo estará pronto.


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Alejandra González Centeno
ALEJANDRA GONZÁLEZ CENTENO

Reportera y creadora de contenido en Sports Illustrated México.