México se consolida como sede de la NBA y sueña con su propio equipo

La historia entre México y la NBA no se mide solo en partidos, sino en pasión, en energía, en sueños que rebotan en cada rincón del país. Desde aquel 1992 en que los Houston Rockets y los Dallas Mavericks disputaron el primer encuentro de pretemporada en la Ciudad de México, el baloncesto profesional ha encontrado aquí una segunda casa. Lo que comenzó como una visita ocasional se ha convertido en un puente entre culturas, en una fiesta que une acentos, colores y una misma emoción: el amor por el juego.
Hoy, México puede presumir un récord que ningún otro país fuera de Estados Unidos y Canadá posee: 33 partidos de la NBA celebrados en su territorio, en tres escenarios icónicos —Palacio de los Deportes, Arena Monterrey y, desde 2012, la moderna Arena Ciudad de México, la nueva catedral del baloncesto internacional. Según la propia liga, existen más de 33 millones de aficionados mexicanos que siguen de cerca cada temporada, cada jugada, cada sueño de que un día haya un equipo propio.
Ese sueño volverá a encenderse el sábado 1 de noviembre de 2025, cuando los Dallas Mavericks se enfrenten a los Detroit Pistons en el partido número 34 que la NBA celebra en México. Un duelo que promete más que espectáculo: promete identidad, pertenencia y el eco de una pregunta que cada año resuena más fuerte: ¿está México listo para tener su franquicia en la NBA?
“Creo que es posible”, sentencia Steve Nash, en entrevista con Sports Illustrated México. El canadiense jugó en México en un partido de temporada regular de la NBA en 2009, cuando su equipo, los Phoenix Suns, se enfrentó a los Philadelphia 76ers en la Arena Monterrey. Además, jugó la pretemporada de 1996 con los Suns, el canadiense enfrentó a Cleveland Cavaliers y Utah Jazz en el Palacio de los Deportes. Además, en 2003 volvió con Dallas Mavericks para enfrentar a Utah Jazz en un partido amistoso.
“Sería increíble. Como dije, es una de las mejores ciudades del mundo, así que tener un equipo allí sería genial para la liga. Si alguna vez hay un lugar fuera de Canadá y Estados Unidos para tener un equipo, la Ciudad de México tendría que estar al principio de la lista”, comentó el inducido al Salón de la Fama en 2018.
Mientras tanto, el comisionado Adam Silver ha reconocido públicamente su interés: “Nos encantaría ver un equipo en México”, dijo el año pasado, aunque admitió que “sería más difícil expandirse a la Ciudad de México que hacerlo a ciudades estadounidenses como Seattle o Las Vegas”. Aun así, la presencia constante de la liga en territorio mexicano parece decir lo contrario: la conexión ya está hecha.
Esa conexión también se refleja en las voces de las estrellas. Dwyane Wade, triple campeón con Miami y miembro del Salón de la Fama, destacó la importancia de llevar el juego fuera de casa: “Me encanta cuando el baloncesto se expande y los niños del mundo pueden conocerlo. Cada vez que la NBA sale de Estados Unidos, es una victoria para todos”.
John Wall, cinco veces All Star, coincidió: “Hay tantos grandes fanáticos en el mundo… México es un lugar especial. Poder llevar partidos a diferentes países es algo increíble”.
Y Dirk Nowitzki, inducido al Salón de la Fama 2023 y ganador del título de la Liga en 2011, fue más allá: “Ojalá podamos hacer crecer el juego en México. Más gente viendo, más niños jugando. Ese es el verdadero objetivo”.
Más que espectáculo, la NBA en México se ha convertido en inspiración. Miles de jóvenes entrenan en canchas públicas, imitan los movimientos de sus ídolos y sueñan con representar al país algún día. Cada visita de la liga refuerza la idea de que el baloncesto no es solo un deporte importado, sino parte viva de la identidad mexicana moderna: vibrante, diversa y apasionada.
Con 33 juegos disputados y el 34 a la vuelta de la esquina, México reafirma su papel como el corazón del baloncesto internacional en Latinoamérica. Aún no hay un equipo mexicano en la NBA, pero cada triple, cada salto y cada ovación acercan ese día. Porque cuando la Arena Ciudad de México se ilumine nuevamente, no solo se jugará otro partido: se escribirá una historia de fe, orgullo y amor por el deporte que, tarde o temprano, llevará el nombre de México grabado en su propio escudo.
