El Mundial que Sandra Paños vivió en silencio

El televisor iluminaba el salón en silencio. En la pantalla, un grupo de mujeres vestidas de rojo levantaba el trofeo más grande de sus vidas. En la casa, a miles de kilómetros, una de las grandes porteras del futbol español —una que había sido parte de esa historia— miraba la imagen con los ojos llenos de lágrimas.
Durante años, Sandra Paños soñó con ese instante. El pitido final. El grito. La bandera que ondea. España, Campeona del Mundo… Lo imaginó mil veces, con la certeza de que un día ella también estaría allí, bajo los tres palos, con la medalla en el cuello y el himno que retumba en el pecho.
Sandra Paños no estaba allí. No en la final, ni en las celebraciones, ni en las fotos que dieron la vuelta al mundo. Estaba en su sofá, con la respiración agitada, intenta entender cómo un sueño que había construido durante toda una vida se había escapado de sus manos sin que ella lo decidiera. El 20 de agosto de 2023, mientras España hacía historia en Sídney, Australia, Sandra estaba en casa, sola, frente a la televisión. Y cuando las jugadoras españolas levantaron la copa, ella contenía su llanto.
“Fue duro porque también a nivel emocional y personal estaba pasando un momento duro”, comparte en entrevista a Sports Illustrated. “Cuando pasó todo fue… Sí me alegré, porque era muy bueno para España, pero yo internamente pues no estaba tan feliz. Era consciente de que era algo un hito muy importante, pero sí que es verdad que pues que yo lo sentí de una manera distinta. Igual que otras compañeras mías”, señala la arquera, quien ya había sido seleccionada para los Mundiales de 2015 y 2019.
El conflicto
Meses antes del Mundial, en 2022, Sandra y un grupo de compañeras habían alzado la voz. Querían un entorno más profesional, más humano, más seguro. Pedían planificación, empatía y respeto. Pero el sistema respondió con un golpe seco. Comunicados, filtraciones, acusaciones. La Federación Española las señaló como si hubieran cometido una traición. En los titulares se hablaba de “rebeldes”, “chantaje” y “renuncia”.
De un día para otro, nombres que hasta entonces eran sinónimo de éxito y compromiso se convirtieron en objeto de juicio público: 15 jugadoras de la selección española femenina de futbol que renunciaron a la selección en protesta por la gestión del entrenador Jorge Vilda. Ellas: Mapi León, SaPatri Guijarro, Aitana Bonmatí, Mariona Caldentey, Amaiur Sarriegi, Leila Ouahabi, Andrea Pereira, Lucía García, Ona Batlle, Laia Aleixandri, Claudia Pina, Lola Gallardo y Nerea Eizagirre.
Paños fue una de las que se apartó. El ruido mediático fue ensordecedor. La prensa buscaba culpables. Las redes amplificaron el escándalo. Las jugadoras, agotadas, optaron por el silencio. El origen de esa herida no fue una derrota, sino algo mucho más profundo.
Sandra, discreta y reservada por naturaleza, se vio de pronto en el ojo del huracán: “No me sentía en un lugar seguro. Necesitaba apartarme. Fue una decisión dura, pero necesaria para mi salud mental”, explica.
El silencio que dolía
La guardameta alicantina reconoce que el proceso que la llevó a alejarse de la selección fue emocionalmente devastador. Tras alzar la voz junto a otras compañeras para exigir mejoras estructurales dentro de la Federación, el desgaste y las filtraciones internas la llevaron a tomar distancia.
“Sinceramente, después de lo que pasó, pues evidentemente era una situación difícil, me costaba y a veces me cuesta ver partidos de la selección, evidentemente, o sea, tú cuando lo dejas o te vas de algún sitio, pues muchas veces te cuesta”, señala con la voz entrecortada. Sandra también jugó la Eurocopa de 2013 y 2017.
“Yo super feliz de que mis amigas, que tengo en la selección y compañeras que he tenido durante todos estos años, hayan conseguido lo que han conseguido porque es algo que queda marcado para siempre”, añade, luego de que sus excompañeras habían ganado el Mundial en 2023 y la UEFA Nations League en 2024.
Su actualidad
Hoy, Sandra no guarda rencor, aunque sigue sin tener relación con la Federación. “No tengo contacto con nadie de ahí. No guardo odio, pero tampoco interés. Aprendí que hay momentos en los que protegerte a ti misma es lo más importante”.
Aquel alejamiento no sólo significó decir adiós a La Roja: también supuso un distanciamiento con muchas de sus amigas. “Después de todo lo que pasó, dejé de hablarle a varias compañeras. Me dolía. Hablar del tema me superaba”, confiesa. “Con el tiempo, con las más cercanas, retomamos el contacto, pero fue un proceso lento. Me convertí en una persona más fría, más reservada”.
Aun así, Paños mira hacia atrás con serenidad y orgullo. Sabe que formó parte de la base que permitió el cambio en el futbol español. “Varias personas me escribieron después del Mundial diciéndome: ‘Esto también es gracias a ti’. Y eso me emociona”, dice con una sonrisa tímida.
A sus 33 años, (4 de noviembre) en su cumpleaños, Sandra Paños ha aprendido a reconstruirse lejos de casa. Lo hace en el futbol mexicano. En el vestuario del Club América. Las mañanas empiezan entre risas, música y guantes de portera que golpean el césped. Paños ha pasado por la gloria, la tormenta y el renacer.
“Todo lo que pasó me hizo entender que primero tienes que estar bien tú, antes de ayudar a los demás”, reflexiona. “Fue una decepción enorme, pero también un aprendizaje. Me hizo más fuerte, más consciente de quién soy”.
Aquel proceso de reconstrucción la llevó lejos, hasta México, donde encontró un nuevo comienzo con el Club América. Allí, entre nuevas voces y otras formas de entender el futbol, volvió a sonreír.
Desde México, sigue a España con cariño y cierta nostalgia. Ya no con lágrimas, sino con la paz de quien entiende que, aunque no estuviera bajo los tres palos en la final, su huella también está en esa estrella dorada sobre el escudo de la selección española.
