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El partido de anoche disputado entre Serbia y Suiza tenía algo más que tres puntos en juego y la posibilidad de seguir jugando el Mundial de Rusia. Suiza, en el plano geopolítico, siempre se ha mantenido como un país neutral y ajeno a conflictos, pero no es un país ajeno a la inmigración, y buena prueba de ello es la gran variedad de nacionalidades que alberga en el seno de su selección absoluta y el resultado de ayer fue buen reflejo de ello.

Para el que no viera el encuentro, Xhaka y Shaqiri fueron los autores de los goles suizos contra la selección serbia. Ambos tuvieron un punto en común, la celebración. Para estos dos jugadores el partido tenía una trascendencia mayor aún, si cabe, de lo que había en juego. Ambos son descendientes de inmigrantes albanokosovares y quisieron emular, con su celebración, el águila bicéfala de la bandera albanesa frente a la selección serbia, toda una celebración emotiva y simbólica a la vez que provocativa. 

Emotiva y simbólica por el pasado vivido por los familiares de ambos jugadores. El padre de Xhaka fue preso político durante tres años y medio en la antigua Yugoslavia por participar en manifestaciones contra el gobierno. Tras salir de la cárcel, sus padres se exiliaron a Suiza, donde nació el jugador del Arsenal en 1992. Shaqiri si que llegó a nacer en Kosovo, en 1991, pero al año siguiente él y su familia tuvieron que emigrar a Suiza, en mitad de la guerra de los Balcanes. 

A la FIFA, contraria a todo tipo de manifestación política durante la celebración de los partidos, no le ha hecho gracia la acción y la selección helvética podría ser sancionada por la celebración. Otro detalle de la importancia del partido para estos jugadores fueron las botas de Shaqiri, que lucían en la parte del talón las banderas de Suiza y de Kósovo.