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El FC Barcelona se llevó en Butarque la primera derrota de la temporada, pero lo peor es que lo hizo mostrando una de sus versiones más deficientes. En lo que llevamos de LaLiga, los azulgranas no han hecho partidos excelsos pero al final el resultado maquillaba los errores. Sin embargo en Butarque todas las carencias salieron a la luz, desde los jugadores hasta el propio entrenador.

Valverde decidió dar descanso a Luis Suárez y a Jordi Alba pero el Plan B no dio el resultado esperado y en la segunda parte tuvo que dar marcha atrás, metiendo a los titulares sin éxito alguno. No se puede culpar a dos jugadores del fracaso ante el Leganés, ya que el resto del equipo era el teórico once de gala y lo que se vio en el campo fue un problema de actitud y de concentración, no de diferencia de calidad entre titulares y suplentes.

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Después de gol inicial de Coutinho, el equipo se echó atrás y entró en una fase de relax y conformidad de la que no pudieron o no quisieron salir y que después les acabaría pasando factura. Ningún equipo puede conformarse con el 0-1 y menos sí eres el líder y estás visitando al colista de LaLiga porque das esperanzas al rival que se acaba creciendo mientras que tú entras en una espiral de imprecisiones y desazón que te hace sentirte cada vez más inferior e impotente. Eso fue lo que le pasó al Barcelona. Los azulgranas fueron retrocediendo y dejaron al Leganés vivo al descanso. En la segunda parte los pepineros se crecieron de tal manera que acabaron superando a un rival con una calidad y unos jugadores inigualables. 

Donde más se notó esa inferioridad del Barcelona fue en defensa. En menos de dos minutos todas las costuras del Barça se rompieron y el Leganés aprovechó para remontar el partido. Vermaelen, aunque le puso empeño, demostró que su naturaleza no es ser lateral, cuando llegó tarde al remate de El Zhar para poner el 1-1. Piqué cometió un error garrafal en el segundo tanto, regalándole el balón a Óscar y por su parte, Umtiti estuvo desaparecido en los dos goles.

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Dos errores que demuestran que la defensa del Barcelona no está al mismo nivel que la pasada temporada, encajando siete goles en seis partidos, una cifra que no se recuerda en las últimas campañas. Pero los cuatro de atrás no fueron los únicos que fallaron, sino que el resto del equipo tampoco mostró su mejor versión. Dembélé estuvo desconcentrado, regalando un balón tras otro, mientras Coutinho y Rakitic parecían tímidos a la hora de presionar. Los catalanes no lograron inquietar a un Leganés, que no tuvo ningún problema en sacar el balón aunque fuese a pelotazos (que acabarían transformándose en goles).

Y con 2-1 en contra no hubo ningún tipo de reacción. Luis Suárez y Jordi Alba saltaron al terreno de juego junto a Malcom, que no fue el revulsivo que Valverde esperaba. Los nuevos fichajes no están funcionando y Arthur Melo y Arturo Vidal volvieron a quedarse sin minutos. Ni las tímidas rotaciones ni el fondo de armario están dando el resultado esperado, y cuando nada te funciona solo te queda encomendarte a Leo Messi.

Ayer el argentino no tuvo su noche y se le vio contagiado por el ritmo lento y desanimado de sus compañeros. Cabeza agachada, gesto torcido y brazos en jarra, el perfecto reflejo de un equipo que perdió la concentración, dio el partido por ganado y desenchufó de lo que estaba pasando en el terreno de juego. Sin defensa, sin presión y sin soluciones desde el banquillo, los problemas de mentalidad que tiene el equipo fueron insuperables.

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Sin concentración los errores se hacen más evidentes y el Barcelona se llevó el primer palo de la temporada. Recuperar anímicamente al equipo y superar los periodos de dexconexión es la principal tarea que tiene Valverde por delante estos días.

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