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Es un hecho: la segunda mitad de temporada para Cruz Azul ha sido menos entusiasmante. Más en el funcionamiento que en los resultados (acumula cinco triunfos por dos derrotas desde la jornada 8 hasta la 14). Y el bajón de juego que ha sufrido, desde ya, preocupa a más de un seguidor celeste. De cara a la Liguilla, las sensaciones que transmite el cuadro cementero siembran dudas.

Cruz Azul ha exhibido sus mayores carencias en tres aspectos específicos: su ataque en posicional, la baja de juego de sus jugadores en ofensiva y la 'reducción de su plantel. El primer matiz, que es el más grave, lo ha adolecido muchísimo sobre todo en los partidos ante Monterrey, León (en Copa MX) y en parte del segundo tiempo ante América.

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Cuando al equipo de Pedro Caixinha le toca asumir protagonismo, sufre. Para atacar en estático (es decir, asentado en campo contrario) carece de generación y sus intentos se limitan a lo que puedan lograr su elementos extremos. La mejor faceta de La Máquina es atacando en directo, con un buen repliegue atrás y buscando la salida en largo para llegar a portería en la menor cantidad de toques.

Esto implica que cuando la situación del partido (una expulsión, por ejemplo) le pide a Cruz Azul adelantar líneas e ir a campo contrario, es cuando más inoperante e inofensivo luce. Esto mismo nos lleva al segundo punto: los jugadores de ataque del club no viven el momento óptimo que mostraron a principio de torneo.

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En concreto, Roberto Alvarado y Elías Hernández están en un nivel lúgubre, más el segundo, que tuvo un Clásico Joven terrible. Sin el virtuosismo de ambos, es difícil que Cruz Azul logre sacar provecho de las acciones de peligro. Su sistema ofensivo se ha reducido a el galope de Edgar Méndez y, muy  a veces, lo que puedan condicionar Cauteruccio o Caraglio jugando de espaldas al marco.

Por fortuna, pese al bajón a nivel general, la línea defensiva se ha mantenido en un estado de forma bastante aceptable en gran parte gracias a un Pablo Aguilar superlativo. De no ser por el guaraní, los de Caixinha tendrían menos puntos de los que la tabla general ahora mismo refleja.

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Dicho esto, nos ponemos en el tercer punto. Al principio de temporada la gestión de fichajes realizada por Ricardo Peláez fue aclamada por la profundidad que le dio al plantel pero, entre lesiones, bajas de juego y decisiones del DT portugués, el primer equipo de Cruz Azul se ha reducido: hay un esquema de once inamovibles en Liga y tres o cuatro cambios cuasi fijos. Los Montoya, Mena, Zúñiga e inexplicablemente Misael Domínguez han tenido pocas chances o bien, en el caso de los primeros dos, no han mostrado las credenciales suficientes para ganarse un lugar.

Con esa coyuntura, las variantes del equipo han disminuido. Tanto es así que ya en diversos partidos Caixinha ha optado por aguantar las sustituciones y ha pagado caro. La combinación de estos tres factores arroja a un Cruz Azul con debilidades muy marcadas y en lo físico, ciertamente mermado.

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Desde lo táctico, Caixinha le ha puesto un valor enorme al estudio del rival y su neutralización (el partido ante América, muestra de ello) dándole a los suyos la mejor solidez defensiva del campeonato, sin embargo, tras catorce fechas y todo lo visto en Copa, aún no ha logrado potenciar el sistema ofensivo de Cruz Azul al punto que sea garantía para un certamen en que se avecina la fase en que los juegos son matar-morir. 

Es un hecho, también, que los de La Noria estarán irremediablemente en la Liguilla, cuestión por la que la final de Copa MX podría ser ese golpe anímico (en caso de ganarla) que ayude a levantar el nivel individual de ciertos jugadores y que, por mera inercia competitiva, sirva para maquillar las deficiencias que el equipo ha mostrado.