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Campeón de Copa, líder general e invicto en casa, Cruz Azul está firmando un cierre de campaña impoluto. Por añadidura, se ha alzado como el máximo candidato a ganar el presente Apertura 2018. No obstante, su pasado reciente sugiere que, pese a lo bien que se lo ve ahora, en cualquier momento puede caer. 

Para evitar a los fantasmas del pasado y dejar claro que este Cruz Azul es diferente, los de Caixinha deben atender a dos cosas que han llegado a carecer en fases finales: solidez y concentración. Para fortuna de los seguidores de La Noria, la zaga celeste es justamente la menos goleada de todo el torneo.

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Y es precisamente esa la mejor noticia que La Máquina ha encontrado en este cierre de torneo. De la mano de un Pablo Aguilar intratable, Cruz Azul ha aprendido a sufrir. Ahora mismo no luce como un problema que el equipo celeste finalice los últimos 10-15 minutos de cada encuentro en campo propio, porque su solidez ha sido garantía a lo largo del certamen.

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Esto mismo nos remite al otro punto clave y no menor: Cruz Azul ha padecido, a lo largo de los años recientes, de desconcentraciones en momentos determinantes. Es difícil explicarse como le sacaron finales como aquella vs Pachuca de CONCACAF o, por supuesto, la de 2013 contra el América. 

Pese a que el manejo de partido del líder del fútbol mexicano ha sido ejemplar en estos meses, todo se puede perder en un tris, en un momento de desconcentración. Por ello, Cruz Azul debe entender que los partidos acaban solamente hasta que el arbitro lo pite. 

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Dicho esto, de mantener la inercia ganadora y el buen estado de forma de elementos como Pablo Aguilar e Iván Marcone, serán la solidez y la concentración misma las que, después de 20 años, podrían bordar esa ansiada novena estrella en la casaca cementera.