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Las prisas no son buenas y el Barcelona, a tenor del rendimiento, se ha equivocado mucho fichando a Dembélé el verano pasado. Bien es cierto que al club le urgía dar un golpe de efecto después de la salida de Neymar al PSG, pero lo que al final se ha encontrado es que han tirado 115 millones (más bonus) a la basura.

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Después de un primer año de aclimatación a un equipo tan peculiar como el Barça por su estilo y filosofía, al equipo le entraron las dudas este verano sobre si vender al jugador y recuperar gran parte de la inversión, aunque más bien, después de lo visto esta semana, ya deben de quedar pocas. El jugador llegó, se lesionó de gravedad durante casi cuatro meses, pero después tuvo más de media temporada para resaltar, algo que no hizo.

Valverde ha seguido dándole bola y él ha correspondido a medias. Su partidazo en la Supercopa de España le dio la permanencia durante, al menos, esta temporada, pero eso fue solo un espejismo. El jugador está destacando más por su nula implicación en el equipo que por sus desbordes en el terreno de juego, que fue para lo que le ficharon. Para colmo, Malcom, fichaje de la directiva que no quería Valverde, parece que quiere cambiar el chip y lo puede condenar al ostracismo muy pronto, si es que no está después del toque que le ha dado Valverde no convocándole esta semana.

Está en todo su derecho a no acudir al entrenamiento si no está en condiciones, es como todo ser humano y todos en algún momento nos sentimos indispuesto, pero lo que no es de recibo es no comunicarlo al club y que tenga que ser éste quién se ponga en contacto con él una hora y media después. Lo peor de todo es que no es la primera jugada que hace, ya llegó tarde contra el Inter en el Camp Nou y Valverde acabó prescindiendo de él.

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Lo único que hacen jugadores así, independientemente de su nivel, es enturbiar el vestuario y generar celos y mal ambiente. Valverde ya le ha dado su oportunidad y él no ha querido rectificar, es hora de que el club recupere una parte de su inversión. Por mucho que sea un chaval de 21 años, hay que tener cierta madurez para jugar en el Barcelona.