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Isco se equivocó anoche respondiendo a la afición del Bernabéu. Una cosa es que Solari no le dé minutos, por los motivos que el considere más oportunos, y otro es responder a la afición, que puede entender más o menos de fútbol, pero que es soberana.

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Una cosa está clara, Isco no está bien, no pasa por un buen momento deportivo. No ha empezado la temporada en forma y Solari lo ha mandado al ostracismo. Solo se le ha visto bien contra el Melilla en Copa, un Segunda B, siendo más un fantasma que otra cosa en el resto de los partidos. El tiempo apartado por el apéndice puede que pese en el rendimiento, pero no es excusa para contestar de mala manera al público, si no lo haces bien, aprietas e intentas mejorar por muy adversas que sean las condiciones.

Además, Isco no es el más indicado para responder. El malagueño es un jugador especial, tiene magia, y eso el Bernabéu lo aprecia. Le encanta degustar de la clase de jugadores así y está ansioso por verlos en acción. Por eso, cuando critica a Isco, lo hace con razón. Lo hace porque sabe que no va a ver ni un atisbo de su magia, ni un solo destello. Desde que llegó, la afición lo protegió y le mostró su cariño, y responder de esa manera no es la mejor forma de acallar los pitos. Al él no se le ha sentenciado como a otros a la mínima y debe de aprender a convivir con la discrepancia del Bernabéu.

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Para colmo, no quiso recoger el brazalete de capitán de Marcelo, una ofensa más en una noche negra para el 22 blanco. Seguramente, ni él quiere irse del Real Madrid, ni la afición quiere que él se vaya, solo es un tirón de orejas para que espabile. Lo que sí, hay que tener cuenta que ni los amantes del club Vikingo, ni el mismo jugador son los que deciden el futuro, por lo que es mejor que se tranquilicen y mantengan una buena relación.