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Hoy es 1 de enero, primer día del año natural. Día en el que la gente normal aprovecha para hacer repaso de cómo han sido sus últimos 365 días, intenta quedarse con lo mejor y promete olvidar lo negativo mientras pide sus nuevos deseos y mejores augurios al ritmo de un reloj y de su capacidad de comerse doce uvas en doce segundos. Mi máximo respeto a todos aquellos que lo conseguís. Sin embargo, yo, y puede que algún que otro loco obsesionado con el césped y el esférico, no le doy demasiada importancia a este día. Mi año termina cuando acaba la temporada y entre el final de la última competición y la pretemporada siempre existen unos días en el que me replanteo mi existencia en el mundo.

Esto último también me ocurre durante las navidades. Mientras sueño y disfruto con la Premier League y su Boxing Day o con la Serie A debato y me replanteo el futuro de los equipos de fútbol. Pese a que mi mente suele añadirle otro color al blanco, también le he dado vueltas al futuro del Real Madrid y como afrontará este 2019. Un final de temporada que no parece que vaya a traer demasiadas alegrías a la parroquia blanca y un verano de ilusión. Un verano de transición que teñirá de blanco las playas a la que los madrileños acuden a pasar sus vacaciones.

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Los de Solari tienen opciones de conseguir todos los títulos pero no dan muestras de hacerlo. De hecho, el juego solo invita a pensar que superarán al de la temporada pasada solo en Copa del Rey. Esto podría enfocar en una revolución comandada por Florentino Pérez y la figura de un entrenador que parece que se desconoce. Con ciertos jugadores habitando en el vestuario del Santiago Bernabéu, las posibilidades de José Mourinho se reducen.

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Una vez llegado ese hombre incógnito al que bien podríamos llamar Señor X, recordando al Homer Simpson conspirador, las aguas buscarán su cauce. Florentino tendrá que arriesgar e invertir en varias estrellas que revolucionen al club. Inversión que, con la reforma del Santiago Bernabéu oteando el ambiente, traerá polémicas. La figura central parece que será Hazard pero no se debe descartar que alguna estrella llegue desde lo alto de la Torre Eiffel. El club se regenerará y se construirá alrededor de este nuevo estandarte, en base al trabajo del entrenador que ejercerá como manager ante la falta de director deportivo.

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Una vez construido este equipo, sin opción de disputar Supercopa de Europa, o puede que sí, con la fama del equipo todo es posible, la afición se ilusionará con un Real Madrid renovado que dejará de vivir de la plantilla que lo ganó casi todo y recuperará el hambre. Jugadores experimentados con otros recién llegados y ganas de triunfar, un fútbol algo más directo, antagonista del Cruyffismo culé, volverá a ilusionar al Santiago Bernabéu. Un año de transición que comenzará con sufrimiento pero, si dejan trabajar a los que entienden de este deporte, puede acabar repleto de ilusión.