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Se suele comentar que los futbolistas son cabuleros, más aún cuando el clima está tenso, recurren a todo tipo de superticiones. Era el primer partido post Libertadores en la cancha de Boca. La bombonera era un hervidero. Inclusive en la previa al encuentro frente a Godoy Cruz, los hinchas le propiciaron insultos al Presidente Angelici.

El partido iba 1-0 a favor de los xeneizes, pero no lo podía liquidar. El Tomba había tenido sus chances y en cualquier contragolpe el empate podía darse. El nuevo DT, Gustavo Alfaro, decidió hacer un cambio a los 15’ del complemento: Zárate en lugar de Tevez.

El ex jugador de Vélez quería seguir demostrando con goles (como ante San Martín de San Juan) que puede ser decisivo en un abrir y cerrar de ojos cuando el equipo lo necesite. Pasaban los minutos, pero no gravitaba. El reloj del encuentro marcaba tiempo de descuento. Falta a favor de Boca en el borde del área. El encargado de ejecutarlo era Mauro. A su lado se encontraba Cristian Pavón. He aquí lo peculiar de la situación; segundos antes de patear el tiro libre le pidió un beso a su compañero que gratamente accedió. Con un remate fuerte y combado por encima de la barrera, fulminó el pleito. Lo festejó con todo su ser. 

Jugadores, cuerpo técnico y público dejaron de transpirar.

¿Nace una cábala de gol?