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El FC Barcelona ha sido proclamado campeón de Liga. Los culés siguen haciendo historia en el nuevo milenio. Ocho de las once últimas ligas. Diez títulos ligueros para Lionel Messi. Motivos de sobra para celebrar por todo lo alto un trofeo que empieza a ser habitual. La dictadura blaugrana en La Liga. Sin embargo, los plazos andan entre el calendario y no hay tiempo de celebrar. En solo dos días, el 1 de mayo, tienen el partido más difícil del año. Un encuentro en el que tendrán que hacer honor al día y trabajar al 100% para poder frenar a un Liverpool lanzado.

Ya habrá tiempo de celebraciones o de penas. Ya habrá tiempo de ofrecer más títulos a la afición, pero si enfocan su calendario al festejo, la fiesta será como aquellas películas de miedo que nunca me atrevo a ver y terminará en llantos. El Liverpool de Klopp es el rival más fuerte que sigue batallando en la Champions League y el más capacitado para hacer daño al FC Barcelona. Valverde debe centrar a los suyos y preparar a conciencia un encuentro en el que los Salah, Mané y Firmino no se lo van a poner nada fácil.

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La eliminatoria contra el Liverpool es mucho más que un encuentro normal. Es la confrontación de dos estilos de juego completamente opuestos. Es el cómo proteger las subidas de Jordi Alba para que Salah no aproveche los espacios. El Nélson Semedo o Sergi Roberto para intentar frenar a Mané. Las ayudas del centro del campo y el cómo Luis Suárez puede dejar atrás a Van Dijk. Esta eliminatoria requiere de mucha más preparación que cualquier otro encuentro y la euforia y celebración podrían desviar la atención y hacer caer a los culés… incluso aunque esté Messi.

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Messi quiere la Champions y levantó el título de Liga con una sonrisa, pero echando de menos unas orejas. Orejas con las que sueña desde el principio de temporada. Orejas presentes hasta en el cumpleaños de su hijo, aquella tarta que en su cúspide tenía a Dumbo, seguro que confundió al pequeño elefante con el gran trofeo continental. La obsesión del 10. Messi es el más consciente de que no hay tiempo de celebraciones. Todo pasa por Anfield. Aplazar la celebración para poder celebrar más… o celebrar para morir en la orilla.