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Ayer el Barcelona logró su tercer triunfo en liga ante el Villarreal (2-1) en un partido en el que por lo ajustado del marcador se le pudo haber complicado en los últimos minutos. Griezmann y Arthur pusieron el 2-0 a los 15 minutos y el encuentro parecía que sería otro paseo para los culés en su campo, como ante el Betis y el Valencia, pero nada más lejos de la realidad.


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Y es que el Barcelona ayer ganó, pero no enamoró a nadie con su juego. Tras anotar el segundo gol le dio la pelota al Villarreal y se contagió de un ritmo lento y pesado, con poca verticalidad y sin imaginación. Parecía que como Messi no estaba al 100%, nadie en el equipo era capaz de inventar algo, de hacer saltar la chispa, de romper con lo monótono. Parecía que la magia había desaparecido.


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Y es que en este comienzo de temporada esta rutina ya empieza a ser más que habitual. Se había producido en todos los partidos fuera de casa (el Barcelona ha pinchado hasta el momento en sus cuatro salidas de este año) y ayer parece que le pasó lo mismo al equipo como local. Al equipo le cuesta generar ocasiones de gol, en defensa sufre más de lo esperado y por si fuera poco, ayer ni siquiera Ter Stegen estuvo al mismo nivel que viene ofreciendo en los últimos meses.

Hubo un día en el que se defendía el 'estilo Barça' casi por encima de los resultados. Hace años que ese fútbol tan laborioso y de toque cambió, pero no se abandonó el buen juego. Simplemente era distinto. Desde hace algunos meses, el conjunto azulgrana alterna encuentros fantásticos con partidos en los que el espectador hubiera preferido echarse la siesta. 


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El encuentro de ayer fue una clara muestra de ello. No sabemos hasta qué punto tuvo que ver la baja de Messi en el partido, pero al Barcelona parece que no le sale tan fácil el fútbol de antaño en determinados días. Un fútbol precioso, bonito de ver. Ahora mismo, por juego, el Barcelona no enamora: ¿se le ha acabado la magia?


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