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Te escribo estas palabras para pedirte perdón. No soy quien para hablar en nombre de los que te amamos, que como sabrás somos millones, pero me voy a tomar el atrevimiento de hacerlo. 

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Te dejamos sola.


¿Te acordás cuando estábamos las 24 horas pendientes de vos? El mundo giraba a tu alrededor. Eras protagonista, eh. Desde chiquitos lo único que hacíamos era esperar el instante para huír de casa y pasar todo el día patéandote. No existía el cansancio, no existía el "hoy no puedo", no existía nada más puro que jugarte con amigos bajo cualquier circunstancia: la cancha de tierra, la lluvia, el frío del invierno, el calor insoportable. La única manera de dejarte por un rato era cuando llegaba la noche y no había más luz. Ahí mamá venía a buscarnos y nosotros nos calentábamos: "Dejame un rato más, ma", porque queríamos seguir con vos, pero igual sabíamos que en unas horas te teníamos de vuelta.

A medida que fuimos creciendo las obligaciones empezaron a ser mayores y ya no pudimos estar a tu lado el tiempo que hubiéramos querido, salvo los afortunados que, con mucho sacrificio y constancia, te dedicaron interminables horas para tratar de descifrarte y poder vivir de vos. Sos jodida, eh, ¿por qué es tan difícil que nos hagas caso? 

Igualmente no te olvidamos. No te creas que el nuestro es un romance así nomás. Seguimos jugando con vos para despuntar el vicio, y empezamos a admirar a los que mejor te trataban. No sé si te contaron, pero los dos hombres que más cariño te dieron son de mi país: Argentina. Y no lo digo por haber nacido acá, eh, podés preguntarle a quien quieras.

También empezamos a hacer fuerza por el club de los amores, ese que la familia nos inculcó desde pibes. Nos enseñaron que, aunque los jugadores que usaran nuestra camiseta no te valoren como merecías, teníamos que alentarlos igual: en las buenas, en las malas, y en las intrascendentes

Dicha enseñanza me quedó para siempre, por eso recorrí miles de kilómetros para verte volar por los aires durante 90 minutos, recorrí lugares a los que jamás hubiera ido de no ser por tu presencia, me hiciste conocer gente nueva. Podrás decirme que estoy loco, pero te prometo que simplemente seguí lo que dictaba mi corazón, y eso es lo que vale.

Te cuento, pelota querida, que hace poco el hermoso destino quiso que, por primera vez en la historia, se crucen los dos equipos más grandes de mi país en el torneo continental más importante. Sí, una fiesta. ¿Te imaginás lo que habrá sido eso, no? Vos ya sabés el valor que te damos por acá. Ya sabés que sos mucho más que un simple objeto. Sos un estilo de vida.

Pero también debés saber bien, caprichosa, que en este mundo no todo es color de rosas. La vida está llena de mentiras. Hay muchas personas que dicen que te quieren, que te juran amor eterno, pero después te clavan un puñal por la espalda. 


No quería llegar a este momento, pero siempre hay que ir con la verdad. Te desinflaron, redonda. Te hicieron mierda. El partido por el que tanto esperamos ya no le interesa a nadie. No sos más el deseo de chicos y grandes, no sos más el causal del insomnio, del nerviosismo, de la ansiedad, de la alegría, del llanto de emoción, de la locura. 

Ya no nos generás nada porque los que te juraban amor eterno te engañaron. No te usan más. Te cambiaron por gas pimienta, por piedras, por proyectiles. Y te cambiaron, sobre todo, por dinero.

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A los que te amamos de verdad, esos hijos de puta nos privaron de poder disfrutar de un espectáculo único, que ahora se va a jugar en Madrid. Mataron la pasión para llenar sus bolsillos.


Va para ustedes, cráneos de la organización y cómplices de los violentos: metansé el River-Boca en el culo. Ya no nos interesa. Lograron destruir nuestra ilusión. Y a vos, compañera de tantos lindos momentos, te pido perdón. 

Te dejamos sola.