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El futbolista bahreiní Hakeem Al Araibi fue detenido en Tailandia el pasado 27 de noviembre de 2018 por orden de la Interpol a petición de su país natal. Al Arabi huyó de Bahrein en 2014 tras ser condenado a diez años de prisión por destrozar una comisaría, un delito que él negó pues se encontraba disputando un partido de fútbol cuando se produjeron los hechos. 

El jugador pidió asilo como refugiado en Australia, donde le acogieron todos estos años hasta que, hace poco más de dos meses, viajó a Tailandia de luna de miel y fue retenido en el aeropuerto.

La orden que la Organicación Internacional de Policia Criminal interpuso fue retirada pero desde Bahrein continúan presionando a Tailandia para que le entregue al joven de 25 años antes de una semana, fecha en la que se cumple el plazo de una extradición a la que cada vez se oponen más países e instituciones. 

Desde el país árabe insisten en que se trata de un problema de orden interno y rechazan injerencias externas, pero incluso la FIFA ha salido en defensa del futbolista, que ve peligrar su vida si regresa su país.

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La última gran institución en posicionarse del lado de Al Arabi ha sido el propio Parlamento Europeo y lo ha hecho a través de una carta enviada por 30 de sus parlamentarios, entre los que se encuentran cuatro españoles, al ministro de Asuntos Exteriores de Tailandia, Don Pramudwinai. En la misiva solicitan la liberación del futbolista y su devolución a Australia como refugiado político, pues su extradición a Bahrein podría chocar con el derecho internacional.

También involucran al Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos porque "extraditar a Hakeem Al Araibi a Bahréin sería peligroso e irresponsable ya que podría enfrentarse a torturas y vejaciones", argumentó la parlamentaria británica Judie Ward. El futbolista, por su parte, continúa negando los cargos en su contra y activistas del Instituto por los Derechos y la Democracia en Bahrein advierten que corre un gran riesgo de ser torturado si es deportado de regreso a su país.

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El jugador del Pascoe Vale, club semiprofesional de Melbourne, asegura que no pertenece al movimiento insurgente bahreiní, que surgió durante las revueltas internacionales de la Primavera Árabe en 2011, pero su hermano sí es considerado como un destacado activista opositor. Por todo esto, los abogados del deportista temen que su deportación podría funcionar como un mecanismo de presión contra los críticos en el país.