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La mayoría de los futbolistas profesionales que hoy aparecen en las principales portadas del mundo tuvieron una infancia dura, difícil y con carencias económicas, y gracias al sacrificio mezclado con perseverancia se ganaron su lugar para poder vivir del deporte más popular del mundo.

Tal es el caso de Esteban Andrada, arquero de Boca Juniors y de la Selección Argentina, que esta tarde tendrá la chance de debutar con el combinado mayor en el amistoso que disputará ante Marruecos en Tánger.

El oriundo de San Martín, Mendoza, trabajó desde muy chico para poder ayudar a su familia: se dedicaba a cosechar uvas en la finca con el objetivo de ganar algo de dinero y colaborar con mamá Graciela y con sus seis hermanos.

Andrada cortaba las uvas y las iba metiendo en un balde que llegaba a pesar hasta 25 kilos, para luego transportarlas a un camión que se encontraba allí cerca. Todos los días la alarma sonaba a las 7 de la mañana, y se trabajaba sin cesar.

Su representante Luciano Nicotra logró conseguirle una prueba en el "Chacarero", pero rápidamente se mudó a Buenos Aires para jugar en Lanús. Si bien muchas veces pensó en dejar todo y volver a trabajar porque extrañaba mucho a su familia, su fortaleza mental pudo más, y vaya que valió la pena.

Participó en el Sub 15, el Sub 18 y Sub 20 argentino, le llegó la gran chance al ser citado por Alejandro Sabella para los Superclásicos de las Américas ante Brasil y logró debutar en la Primera del Granate, aunque prefirió sumar más minutos en Arsenal.

Su vuelta al elenco que ahora comanda Luis Zubeldía fue más que exitosa: se ganó el puesto de manera indiscutida y logró la Supercopa Argentina 2016 ante River y el subcampeonato de la Libertadores en 2017.

Allí fue cuando le llegó la gran chance de pasar al Xeneize, que no dudó al pagar 5 millones de dólares por el guardameta. Aunque formó parte del equipo que perdió la final más importante de la historia frente a River, su nivel siempre fue óptimo y por eso Lionel Scaloni no dudó al citarlo al combinado nacional, donde tiene la gran oportunidad de seguir demostrando. Y si rinde, habrá que brindar con vino, nomás.