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Dentro de esta serie de "Equipos de época", en la que buscamos analizar a algunos de los equipos que han marcado la historia del fútbol en los últimos años, seguimos retrocediendo en el tiempo y viajamos a Italia. Después de centrarnos en el FC Barcelona de Pep Guardiola y en el Real Madrid de los 'Galácticos' dejamos España para aterrizar en la ciudad de Milán de finales de la década de los 80. Hoy nos fijamos en el AC Milan que dirigía desde el banquillo Arrigo Sacchi y desde los despachos un relativamente desconocido Silvio Berlusconi.

El magnate y político italiano llegó a la dirección del club en 1986 con el objetivo de volver a hacer grande al equipo 'rossonero'. "Nuestro presidente tenía un sueño. Quería construir el mejor equipo del mundo. Cuando yo llegué, encontré un grupo de grandes profesionales que estaban deseosos de ganar títulos, pero solo jugando el fútbol más espectacular", explicó el propio Sacchi años después de su laureado paso por la ciudad italiana.

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En su primer año como presidente se fijó en el, por aquel entonces, anónimo técnico de un Parma que estaba sorprendiendo en la Serie A y decidió que él sería el encargado de ordenar las piezas sobre el césped. En 1987 Arrigo Sacchi se convirtió en el nuevo entrenador del AC Milan y junto a él, para completar el equipo, llegaron también algunos de los mejores futbolistas del país: Giovanni Galli, Roberto Donadoni, Angelo Colombo, Pietro Paolo Virdis y Carlo Ancelotti. A ellos se unieron los holandeses Ruud Gullit, del PSV Eindhoven, y Marco Van Basten, del Ajax de Amsterdam.

Todos ellos acompañarían a los jugadores que quedaron después de una buena renovación de plantilla entre los que destacaba Franco Baresi, que ya era todo un veterano en Milan, y los canteranos Costacurta, Tassoti y un jovencísimo Paolo Maldini, que posteriormente heredaría el cetro de Baresi para dirigir al equipo. Todos ellos, y unos cuantos más, formaron el primer Milan de Arrigo Sacchi, que en su primera temporada ya se hizo con el 'Scudetto' y la Supercopa de Italia demostrando un estilo propio y diferente que les definiría.

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Si en el caso del FC Barcelona de Pep Guardiola hablábamos de que se distinguió por su juego y en el del Real Madrid por sus estelares incorporaciones, en el Milan de Sacchi encontramos una mezcla de ambos. En San Siro se concentraron una pléyade de enormes futbolistas, en su mayoría llegados de fuera del club, dirigidos por un técnico que imprimió una forma de jugar muy peculiar y extraña en Italia.

El tradicional juego defensivo del que tanto se hablaba alrededor del mundo, el 'catenaccio', se vio transformado en Milán con un equipo capaz de aprovechar todo su potencial defensivo para convertirlo en un recurso más de ataque. "Arrigo cambió completamente el fútbol italiano, su filosofía, el método de entrenamiento, la intensidad y las tácticas. Los equipos italianos estaban acostumbrados a centrarse en la defensa, nosotros defendíamos atacando y presionado", comentó en una ocasión Carlo Ancelotti, que fue partícipe de ese gran equipo.

Franco Baresi era la pieza clave en esta forma de jugar pues era el líder de la defensa y el encargado de iniciar la transición en ataque en forma de una presión intensa, sobre todo tras una pérdida de balón. El italiano quedaba siempre de 'libre', era el encargado de marcar la línea y aprovechaba su visión para adelantar a sus compañeros al grito de "¡Milán!" cuando querían dejar en fuera de juego al rival. Esta estrategia fue uno de las armas más importantes de este equipo, aunque no siempre salía bien.

Por delante de la defensa, completada por Tassoti, Costacurta y Maldini, durante la primera temporada vimos a varios futbolistas acompañando en el centro a Ancelotti pero fue con la llegada de Frank Rijkaard en el verano de 1987 cuando se completó el once. El holandés, procedente del Ajax, se convirtió en un 'todocampista' capaz de organizar el juego milanista y poner orden desde la medular. En las bandas quedaban Donadoni y Colombo en un 4-4-2 que completaban Ruud Gullit, que solía actuar más como enganche, y Marco Van Basten.

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Estos dos últimos fueron los encargados de la ofensiva milanista con el portento físico de Gullit moviéndose por todo el frente y Van Basten como hombre gol. La labor del delantero centro, más allá de convertir las oportunidades de las que disponía, era en algunas ocasiones caer a banda para generar espacio para sus compañeros. Algo semejante a lo que Benzema ha hecho todos estos años en el Real Madrid.

Con estas premisas el AC Milan levantó las dos próximas temporadas dos Copas de Europa consecutivas, dos Supercopas y dos Copas Intercontinentales para pasar de ser un equipo grande a un equipo histórico. En la temporada de 1988-1989 los italianos sufrieron para avanzar las primeras rondas europeas ante Estrella Roja y Werder Bremen, pero sometió al Real Madrid de la 'Quinta del Buitre' con una manita en San Siro y se paseó en la final ante el Steaua de Bucarest por cuatro goles a cero.

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En el tercer curso de Sacchi fue el Benfica quien sucumbió en la final con un solitario gol de Rijkaard después de dejar por el camino al Bayern Munich y al Real Madrid una vez más. Pero todo llegó a su fin en la temporada 1990-1991 cuando en la eliminatoria ante el Olympique de Marsella las luces del Velodrome se apagaron, se detuvo el partido y el Milan se negó a volver al terreno de juego. Esto supuso la derrota del equipo y la eliminación en la Copa de Europa.

Arrigo Sacchi dejó el AC Milán para dirigir al combinado nacional, Fabio Capello primero y el propio Carlo Ancelotti después cogieron las riendas de un equipo que siguió ganando y levantando títulos pero no de la misma manera. Los futbolistas fueron dejando el equipo y el sello Sacchi quedó atrás, para la historia.