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"Correré como un negro para vivir como un blanco", así comenzaba la etapa de Samuel Eto'o en el conjunto blaugrana, con esta declaración de intenciones que dejó en su presentación, un adelanto de lo que estaba por llegar. El delantero camerunés había explotado en Mallorca a las órdenes de Luis Aragonés y llegaba a la Ciudad Condal con esa mezcla de rabia y esperanza que siempre le caracterizó.

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Un sentimiento, el de rabia, que aprovechaba mejor que nadie sobre el terreno de juego y que le venía de su Camerún natal, de la lucha por llegar al cielo desde el barro de su tierra, y de su llegada al máximo rival del equipo que le sacó de allí para, a su juicio, despreciarle después. El FC Barcelona fichaba a un luchador nato, a un goleador incansable, en aquel 2004 y lo que no sabía en ese momento es que contrataba al que sería el mejor nueve de su historia.

Samuel Eto'o vistió la camiseta azulgrana durante cinco temporadas en las que disputó 199 encuentros y celebró 129 tantos. Vaya si los celebró. Todos y cada uno de ellos con la fuerza del que se quita un peso de encima cada vez que el balón llega al fondo de la portería. Sus goles supusieron, en gran parte, las tres Ligas, dos Copas del Rey, dos Supercopas de España y dos Champions League que levantó el club en esa media década.

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El delantero aterrizó en un equipo con grandes estrellas y supo adaptarse a todas ellas, hacer amistad pese a su carácter y liderar al equipo en un tiempo en el que Ronaldinho era el mago y Leo Messi un joven que empezaba a entrar en el primer equipo. Y allí, con sus goles, se hizo grande y, con sus palabras, un ídolo del barcelonismo pues pocas cosas unen más que tener un enemigo común.

Todavía recuerdo, y eso que no llegaba a la decena, aquel "Madrid, cabrón, saluda al campeón" de la celebración de la Liga de 2005, aquellas palabras enfervorecieron al Camp Nou, para bien, y al madridismo, para mal. Eto'o se ganó el cariño en Barcelona sobre el césped porque, como el mismo dijo era "alguien que cree que todo es posible en la vida y que mientras haya una oportunidad hay que intentar cogerla", y eso se notaba en el campo de fútbol.

Velocidad, desborde, físico, gol... son muchas las aptitudes que pueden relacionarse con el camerunés, pero sin duda alguna la más notable es carácter. Su personalidad le costó más de un disgusto y más de un enemigo, pero también fue la que le dio todo lo que consiguió. Era un futbolista que jugaba en permanente tensión, siempre preparado para una carrera, para un disparo, siempre como ese león indomable con el que siempre se le relacionó.

El delantero que "sabías que aparecía en los momentos importantes", como dijo Xavi Hernández, en los peores escenarios, cuando más se le necesitaba, aunque el FC Barcelona siempre necesita delanteros como él. El futbolista que ahora se despide, cuelga las botas tras más de 20 años como profesional y haberlo ganado casi todo. El único jugador que ha logrado dos 'tripletes' consecutivos, el único africano en levantar cuatro Champions League, el mejor 9 de la historia del FC Barcelona.

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