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Uno de los futbolistas más talentosos de la actualidad es el francés Antoine Griezmann, delantero del Atlético de Madrid y que apenas el año pasado se convirtió en campeón del mundo, al alzarse con el cetro de Rusia 2018.

Al ser uno de los jugadores mejor valorados hoy en día, Netflix aprovechó para estrenar un documental sobre su carrera revelando las dificultades que pasó para ser profesional, además compartió algunas declaraciones, donde una de las más sorpresivas fue que un exjugador de los Gallos Blancos del Querétaro fue prácticamente su maestro en España.

En el documental, el galo declaró que al inicio tuvo problemas para firmar con algún club de su país por sus condiciones físicas, así que a los 14 años la Real Sociedad lo llevó a territorio ibérico para realizar pruebas, las cuales convencieron al equipo de su fichaje.

Una vez que estampó su firma con losde San Sebastiánen 2005, el 'Principito' puso su atención en el artillero que más goles metía en el equipo, el uruguayo Carlos Bueno, quien solamente estuvo un año en el cuadro español, que en ese entonces pertenecía a la Liga 1|2|3 durante la temporada 2009-10.

“(Carlos) Bueno se convirtió en mi padrino y consejero. Empecé a fijarme en su forma de moverse, en sus desmarques. Intenté copiarlo”, indicó Grizou.

El ariete charrúa marcó doce dianas con los de Anoeta y a lado de Griezmann, ascendieron a LaLiga, después el sudamericano pasó a la Universidad de Chile y posteriormente a la Liga MX con los queretanos en dos etapas distintas, para acumular 23 dianas y siete asistencias en 48 compromisos.

Por otro lado, el francés se convirtió en un ídolo de la Real Sociedad, pues participó en una Champions League y marcó 52 goles antes de pasar a las filas de los Colchoneros.

Incluso después de que Antoine se erigiera como campeón del mundo, Bueno se sintió orgulloso de lo logrado por su compañero, a quien ve como un hijo y en una entrevista manifestó cómo eran sus convivencias.

“Lo miro jugar y es a un toque, dos toques. Parece que no corre en la cancha, pero está siempre solo, bien posicionado y no pierde pelotas. Es bicho, vivo, inteligente y tiene muchas de las mañas nuestras. Vivimos muchas cosas lindas juntos. Él estaba en un proceso de crecimiento futbolístico y también comenzando a ser hombre. Porque como digo siempre, en el fútbol no hay tiempo de ser niño o juvenil. El día que pisas la cancha de Primera División y ya jugás, la maduración tiene que ser rapidísima porque no tenés tiempo de nada”, declaró el ex Peñarol.

“Hablábamos mucho. Me preguntaba sobre los equipos donde yo había jugado. De los jugadores y de la vida. Sobre todo de cómo vivimos en Uruguay. Yo le contaba que éramos pocos, un país muy chico pero muy apasionado por el fútbol. Un país donde se comía mucha carne, mucho asado y mucho dulce de leche. Sólo estoy orgulloso de haber sido su amigo y de haberlo ayudado. De haber estado en sus primeros pasos. Nada más”, finalizó.

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